Una gota. Otra. Ahora un trueno, pero todavía no se decide a llover. Me dicen los paisanos que no me haga muchas ilusiones, de todas formas. En Alchagualasto la lluvia es más bien un deseo permanente, que pocas veces llega a concretarse. Y la tierra partida y reseca les da toda la razón a los que dudan. Los escasos animales son puros huesos pegados a cuero tirante. En los tres meses que llevo aquí, es la primera vez que cae una gota. Me siento culpable por irme en unos días a lo que ya se me representa como el Paraíso. Vuelvo a Tucumán, para una revisión en Los Menhires.
Pero ahora es Alchagualasto y su aridez acobardante. Y los preparativos de una lluvia que acaso nunca se produzca. Si lloviera, sería una despedida ideal. Me iría dejando a Beatriz Montes un poco más contenta. A esa valiente Beatriz, vendedora de pan casero y flores secas, que me ha querido a su modo silvestre y asombrado. Vaya uno a saber qué fue lo que pensó cuando le dije que era espeleólogo. Beatriz toda ojos negros y sonrisa por las dudas. Beatriz tímida al principio y después Beatriz estrenando amores furtivos con espeleólogo viejo y cansado.
Reseco sería una adjetivación fácil. Diría que me he dejado absorber por el entorno y entonces no. Viejo y cansado, pero todavía húmedo y permeable. Acechando adolescentes lluvias bienvenidas, pero sin tragarlas con avidez, sino dejándolas hacer su labor vivificante de a poco. Que vayan regando los viejos canales siempre sedientos, pero sin apuro.
Yo soy, entonces, como Alchagualasto, pero no enteramente reseco. Y ella es la lluvia.
Tucumán sería entonces mi esposa, adonde tengo que volver siempre.
Si lloviera, se abrirían otras posibilidades. Significaría que a veces las amenazas se cumplen y que las nubes pueden desviar su camino y hacerle perder la apuesta a Don Sixto, tan porfiado como para jugarme un porrón de ginebra a mano de la sequía.
Si lloviera, yo también podría desviarme del Tucumán, tal vez para salir de nuevo en Alchagualasto, como aquella vez en la Cueva del León: 3 horas de camino a cuatro manos para desembocar en la misma galería imponente. Solo que aquella vez fue una frustración y ahora sería una fiesta.
Tal vez, ni siquiera haga falta que me vaya. Tucumán es una vieja caverna conocida. Es cierto que uno anda cómodo por sus túneles, seguro de cada pisada y sin nada de riesgo. Las viejas esperanzas de aventura y descubrimiento se fueron reemplazando por terreno sin fisuras, tranquilo. Uno se siente a gusto haciendo inventario en lugar de descubriendo. Renombrando lugares indefinidamente, con la sensación de sentirse a salvo.
Hasta que uno se topa con Beatriz. Y las ansias de exploración afloran sin estorbos. Y uno se da cuenta de que ha estado engañándose otra vez, demorándose en tareas de bibliotecario. Entonces se ve claro que sentirse a salvo era lo más parecido a estar muerto. Reseco (acá sí) como Alchagualasto en enero.
Ahora veo caer otras gotas. Pero parece que son las últimas. De repente la llovizna cesa por completo. Habrá que ver si mañana se decide, o a la noche.
...
Indiecita linda, cuevita nueva, refugio calentito para una noche lluviosa. Pero sigue sin llover. Nos dedicamos afanosamente a la exploración, Beatriz Montes y yo. A conciencia investigamos pliegues y elevaciones curiosas, sin apurar la vuelta a la superficie.
-¿Y cómo es tu esposa?, pregunta por fin.
Me he quedado un rato mudo, no porque me haya sorprendido sino porque me obligo a contestarle la pura verdad.
- Es mi compañera de viaje. Es distinta a mí, más serena. Nos conocemos y respetamos... Los dos sabemos qué le quedó pendiente al otro, adónde quiso y no pudo llegar. Y no jodemos con eso.
- Ah, ya veo. Parece una buena mujer para vos.
La miro directo a los ojos para ver si hay doble intención o algo por el estilo. Pero por supuesto que no hay. La indiecita pregunta desde su rincón de inocencia y dice lo que le parece.
-¿Pero la amas o qué?, dice después de un rato.
Y entonces decidido que ya estuvo bien de interrogatorio. Y que las cuevitas jóvenes no deberían hacer tantas preguntas, sobre todo a los hombres grandes que no quieren contestar algunas cosas. Así que vuelvo a la exploración un poco bruscamente, y ella se resiste apenas pero insiste y es una pregunta insidiosa que hoy no tendrá respuesta.
...
- Si no cambia el viento, difícil que llueva, dotor.
Eso me pasa por preguntarle a Don Sixto. Estoy seguro de que me diría que no va a llover aunque el cielo esté por venirse abajo. Lo miro y él sonríe porque me adivina el pensamiento.
- Pero, a lo mejor... quién sabe – agrega condescendiente.
Se termina el trabajo en Alchagualasto para mí. Apenas una recorrida por las casas de los amigos y ya comenzaré a preparar el equipaje y cargarlo en la camioneta.
Dejo para el final la casa de Beatriz. He preferido que no venga ella a la posada, supongo que para empezar a poner las cosas en su lugar. Ella en el suyo y yo en el mío. Que no es ni puede ser Alchagualasto. Haberlo siquiera pensado es irrisorio. ¿Qué vida haría en un lugar así? Me consumiría indefectiblemente, arrinconado por la aridez de la montaña y de la vida monótona en un pueblo abandonado del mundo. Y mi confort y la seguridad al lado de mi esposa...
Beatriz me espera con su carita arrobada en la que hoy aparecen nubes de tristeza. Iguales las nubes en el cielo y en la cara de mi indiecita.
-¿Sabés? Pensé y pensé y estoy un poco triste por vos. Porque no pudiste contestar lo que te pregunté. A mí me parece que no vas a estar más contento allá. Acá...
Beatriz hace un gesto hermoso en el acá, que incluye al pueblo y a ella misma, y yo le agrego lo que Beatriz no puede saber: cadáveres de sueños que nunca terminaron de inhumarse, mi vida dilapidada por elegir siempre volver a mi caverna conocida.
Pero no es eso. El problema no es mi mujer. El problema es el tiempo que se ha gestado mientras tanto. Los infinitos renunciamientos a lo que me hacía ser en definitiva. El problema es haberse hecho miles de boicots con tal de que los vecinos nos acepten. Imposible explicarle eso a Beatriz, ahora.
Mejor besarla largamente. Acariciarle el pelo azabache y secarle la única lágrima que derramará Beatriz, porque no se derrochan los líquidos en Alchagualasto.
...
Cómo pude olvidarme de la apuesta de Don Sixto. Demasiado tarde ahora, ya hay treinta kilómetros entre la camioneta y el pueblo. Nunca es tarde, pienso mientras tiro la Dodge a la banquina y me preparo a pegar la vuelta. Además que no me sentiría bien dejando una deuda sin pagar. Demasiadas tengo, como para que una más se haga un peso insoportable.
En cuanto consigo frenar, el primer goterón se hace pedazos contra el parabrisas. Y otro, una docena más. Toda una tormenta entera, que gana fuerza como la Dodge gana velocidad y como gana cuerpo en mí la idea. Un vendaval que se saca las ganas mientras me acerco al pueblo, pasando los cien kilómetros.
Y comprendo que en realidad le gané la apuesta al viejo taimado. Tal vez algún día vuelva a cobrársela, me digo mientras paso de largo el pueblito a ciento cincuenta y sigo, por ahora sin rumbo, pero seguro que no a Tucumán y eso es también como tener un rumbo. O algo como eso, y que se siente muy bien, pienso mientras voy dejando atrás las últimas casitas y me siento feliz por Beatriz, que debe estar mirando como llueve, por fin llueve, sobre Alchagualasto.
FER: eeeee...por imprenta. ¿Qué es eso de "sale digitalmente". Como diría Dolina "entro en cualquier componenda". Le escucho.
ResponderBorrar¡Muuuuy lindo!!! Para leerlo mil veces.
ResponderBorrarFROG Y CHIRIWOMAN: Oigan, rescatensénnn o les rechazo los comentarios (Muchísimas gracias!)
ResponderBorrarFROG Y CHIRIWOMAN: Oigan, rescatensénnn o les rechazo los comentarios (Muchísimas gracias!)
ResponderBorrar¿rescatensén o recatensén?
ResponderBorrarSergio: somos tus fans, bancate la fama!!!
De sobra sabés....que me gusta , es un cuento exquisito...." se ve claro que sentirse a salvo era lo más parecido a estar muerto...." es doloroso, y a la vez real...
ResponderBorrar"Uno se siente a gusto haciendo inventario en lugar de descubriendo"(porque no pateamos el tablero algunas veces no???), esa facilidad tuya de expresar lo que sentimos........te va a llevar lejos........lejos.....más lejos que Ballester.....
alfinuncuentoenlugardecomentariosfutboleros.com
caracolita: Lejos, lejos...¿hasta ese lugar que pasan las avionetas?
ResponderBorrar(Muchas gracias!)
satamente.......a ese lugar .y que se repita....repita......!!!!!!!!!! jajaja
ResponderBorrarGracias por compartir un cuento tan tuyo(porque todo lo que se escribe es de uno) y tan bueno...
ResponderBorrarfer: Esa mina ha ganado fangotes, iría tras sus pasos pero si garpa ella.
ResponderBorrarmill: ¿Qué es eso de poner comentarios y no dejarme que los publique? Me dejás con la incógnita del "...y bastante más"
(Gracias, Colombia!)
Entonces no te cuento ningún secreto!!!!.... ...
ResponderBorrarMuy buen cuento. Comento recién ahora porque merecía una segunda lectura. Ambas satisfechas.
ResponderBorrarAgradecido.
Un relato para leer más de una vez...maravilloso.
ResponderBorrarGABY: En el libro está mejor! (muchas gracias)
ResponderBorrarDejo para el final de la retrospectiva este cuento y el que le da orígen al título del blog...sí, como una especie de postre. Disfruté las lecturas y no es exageración..tienes pasta, tienes madera de escritor, estimado Sergio...hago votos porque en un día no lejano pueda decir "yo lo leí a Muzzio cuando hacía sus primeras armas..." seguramente evocando estos momentos y ya elogiando una enriquecida producción, que auguro será fecunda y deliciosa. Un abrazo.
ResponderBorrarN.B. No alcance a leer todos los post, pero ya le apunté a algunos que luego entraré a "saborear", de a poco.... para que me duren.
Profe, muchas gracias.
ResponderBorrarHay gente que me viene acompañando, y hay algunos nuevos que han ido un poco hacia atrás, pero sos el primero en hacer el tour completo (por lo menos con comentarios). Que luego de la recorrida aún tengas ganas de "saborear" otros y encima te animes a un pronóstico favorable, me hace pensar en la contrapartida: "Yo fui leído por el Profe desde que escribía en el blog..."
Un abrazo!