El presente es un trabajo inspirado en “¿Cómo sabré que estoy de parto?” de Dolores Rovati , “¿Cómo sabré si nuestro bebé tiene un problema auditivo” de Robert C. O’Reilly y “¿Cómo sabré si mi novio deveras me ama?” de Yahoo Respuestas.(1)
Agotadoras guardias hospitalarias, fatigosas reuniones de estudio, tardes de domingo con bizcochitos, ámbitos éstos donde siempre está presente el mate, motivaron la investigación que aquí desarrollo: “¿Cómo sabré cuando ya está el agua para el mate, eh?”
La duda se me planteó en innumerables ocasiones, y siempre debí guardar el silencio de los ignorantes. Me harté de eso, me cansé, me puse mal, ¿okay? (2)
No voy a hacer aquí el relato minucioso de las pruebas realizadas, sino de las conclusiones obtenidas. Tan sólo diré que al principio no me aparté un ápice del método científico, y no obtuve más que fracasos: una y otra vez saqué o bien agua tibia y laxante o bien H2O como para pelar chanchos. Ni el control exhaustivo del tiempo de exposición al fuego, ni la verificación puntillosa de la cantidad de líquido empleado sirvieron para establecer pautas irrefutables.
Me re pudrí de Lavoisier y mandé todo eso al carajo. ¡Eureka!: cuando me dejé llevar por mi instinto santafesino (3) y pensé “Ya debe estar”…¡salió perfecta! Eso me llevó a cambiar el rumbo de la investigación.
Realicé 17.328 “retiros por corazonada” y en una sola oportunidad salió fría, pero esa no cuenta (4).
En ese momento pasaba una temporada en casa un íntimo amigo alemán, y de las 35 veces que lo intentó nunca sacó el agua como corresponde. Casi lloro: creí que una vez más el fracaso golpeaba a mi puerta, y eso que tengo un timbre precioso (5).
Pero no me amilané: unas semanas más tarde se alojó en mi casa-laboratorio un conocido Juez de San Isidro y tuvo éxito 743 veces al hilo.
Una idea comenzaba a tomar forma en mi cabeza (un extranjero no pudo, dos criollos sí) y para confirmarla invité a pasar el finde conmigo a un joven cordobés que atiende la rotisería del barrio.
Nuevamente obtuvimos un éxito rotundo: 118 retiros en el punto justo. Festejé como loco. Lamentablemente el chico no quiso quedarse un par de días más, pero yo ya había arribado a la conclusión que ahora les presento: los argentinos hemos desarrollado un gen que nos advierte el momento culminante sin necesidad de otros artilugios.
Años y años de sabiduría gaucha han logrado mutarnos genéticamente para conseguir el agua justa que nos permite preparar en forma exacta nuestra infusión predilecta; millones de fogones con rondas de mate y “Canción para mi muerte” de fondo, pudieron por fin mejorarnos racialmente para saber con absoluta certeza cuando es el momento de sacar la pava del fuego.
Hay como la sensación de un silbido que precede al temido hervor, pero es sólo eso, la sensación. El supuesto silbido no existe: lo que percibimos como tal es la señal que envía el gen al hipotálamo y éste, excitado, estimula a su vez los huesitos yunque y martillo del oído. El silbido, señores, corresponde al vientito que produce el martillo al ir a estrellarse contra el yunque, como si fuera un gozoso llamado que dice “Chicas, a tomar el maaate!” (6)
Para poder identificar el gen todavía me falta un poquito, pero continúo investigando y procuro cubrir todo el espectro de materos.
Es proverbial el apego que sienten los uruguayos por el mate. Sería muy provechoso si me pudiera traer unos días a casa a Osvaldo Laport y no parar hasta concluir todas las pruebas, aunque nos lleve mucho tiempo.
(1) Poné “Cómo sabré” en Google y aparecen esas maravillas (Nota del Autor)
(2) Se ha respetado el estilo visceral y aputosado del Profesor (Nota del Editor)
(3) Emanuel Ramírez es oriundo de Villa Cañás, como la Chiqui Legrand (N. del E.)
(4) El Profesor había olvidado encender el fuego. Cosas que pasan. (N. del E.)
(5) No podés ser tan puto (Nota de Sergio Muzzio)
(6) ¡¡¡Por Dios!!! (Nota de Dios)