lunes, septiembre 12, 2011

Otro Oblogo

Salió la Oblogo 64, con más sangre, más mujeres desnudas, más moldes para tejer y confeccionar la ropa que te gusta, más denuncias de inseguridad en el conurbano y los consejos de Sergio Muzzio para una vida más saludable.


Gritos en la oscuridad



La idea fue de Daniel. Pasábamos unos días en su casa del río, éramos cuatro parejas amigas, aunque las amigas de toda la vida eran las mujeres. Nosotros nos habíamos ido conociendo durante los últimos tres o cuatro años más o menos, pero nos llevábamos muy bien, éramos casi tan amigos como las chicas, y bebíamos mucho más que ellas. La primera noche, después de cenar, a los hombres nos dieron ganas de pescar en el muelle, sobre todo porque había un Etiqueta Roja a estrenar y una luna amarillenta y enorme. La verdad es que habíamos estado tomando todo el día, sobre todo en la cena, y lo más probable era que en vez de pescar alguno se cayera del muelle, pero estábamos tan contentos, casi eufóricos, y además las chicas querían ver una película horrible, de George Clooney, así que hasta los mosquitos del Tigre eran preferibles.
Nos reíamos de cualquier cosa, no pescábamos nada y el whisky caía y caía.

Alguno dijo, en medio de las carcajadas, Bueno, listo.
- Listo, listo - dijo Daniel. Se paró, se agarró con las dos manos de la baranda y le gritó al río:
- LIS-TOOOO.
Fue un grito muy bueno, redondo, con una pausa justa después de lis, para juntar aire pero que le dio al grito una cualidad como de orden militar. Me encantó el grito, pero sobre todo me dio mucha risa.
Daniel gritó listo dos o tres veces más, la última fue directamente un alarido, y Mariela le gritó desde la casa que se dejara de gritar como un pelotudo. Nos doblábamos de la risa.

- Está buenísimo - dijo Daniel. - Te liberás. Tenés que hacer de cuenta que no hay nadie en el mundo, yo recién, ¿sabés qué?, era como si no hubiera nadie en el mundo. - Tomó aire de nuevo:
- LIS-TOOOOOOOOO.
-¡Daniel!
-¿Qué, mi amor?
-¡Callate, pelotudo! ¿Por qué gritan así?
- ¿Cómo "por qué gritan", che? - dije yo sin gritar - Si el único que grita es tu marido...
- CUUUUUULO - gritó a su vez el Tano, como para desacreditarme.

Mariela dijo déjense de joder o algo así, y cerró la ventana, pero ya no nos importaba. Lo interesante era conocer la opinión del tano Marcelo, que ya nos estaba confirmando que gritar estaba buenísimo y nos instaba a Walter y a mí a probarlo.
- Pero sin pensarlo - explicaba el Tano. - Lo primero que te venga a la cabeza.
- Se va a enojar Mariela - dijo Walter.
- LIS-TOOOOOOOOOO - Daniel
- CUUUUUULO - Marcelo
- JESICACIRIOOOOOOO - yo.

- No, qué idiota.
- Es lo primero que me vino a la cabeza.
- Pero Claudia te va a cagar a trompadas.
- Así no sirve - dijo el Tano, categórico -, no tenés que pensarlo, no importa lo que digas, tenés que abrir la boca y dejar que salga. Si no, no tiene efecto terapéutico.
- Tal cual - dijo Daniel, que veía que el Tano le quería robar protagonismo con la idea de los gritos - No tiene que ser gracioso ni nada. Olvidate del mundo, dale.
- Pero yo quiero gritarle a Jesica Cirio, ¿por qué no me dejan? - ya medio enojado, yo, ya con ganas de pelear.
- ¡Porque estás pensando! ¡No lo pienses!
- LIS-TOOOOOOOOOOOOOO -como para demostrar, Daniel.
- Ah, pero no puede ser que siempre te salga "listo" - dije yo con impecable lucidez - ¿No estás pensando ahí? ¿No estás pensando que tenés que gritar "listo"?
- Má no grités nada, pelotudo. Jodéte.
- Che, parecemos pendejos, gritando como unos boludos - dijo Walter.

- Ay, él...
- ¿No podemos charlar en silencio, como gente grande?
- Walter, los que charlan en silencio no son grandes, son telépatas.
- TELEEEEPATAAAASSS -grité yo.
- Pará, tarado.
- Adem...ás - explicaba el Tano, que es médico alergista y habla muy bien, por lo menos cuando no está ebrio-, además que yo no creo que lo que uno grita sea totalmente inconexo. Además.
- ¿Además de qué?
- No, estaba pensando algo pero se me fue... Pero no creo que sea totalmente espontáneo, más bien tiene que ver con la asociación libre y esas cosas.
- Yo lo único que sé - dije yo compungido - es que no les gusta nada de lo que yo grito.
- Ahora no gritamos porque a Walter lo hace sentir mal. Vení a sentarte.
- No estés mal, Waltercito - emocionado, yo.
- Sentate o tratá de caer para este lado...
- Eso está interesante - dijo Walter. - ¿Vos decís que hasta lo supuestamente espontáneo, cuasi salvaje...
- ¿Cuasi?
- ..., incluso hasta algo que pretende ser gracioso tiene algo más meditado por debajo?
- Más meditado, no creo. Pero es algo que uno quiere transmitir. Como una declaración, sí.
- Todo lo que uno dice es porque lo quiere decir - Daniel.
- Y, sí - dije yo, que no estaba entendiendo mucho.
- Por ejemplo, el grito de Daniel - elaboraba el Tano -: Daniel quiere declararle al mundo que está listo. Listo para algo, no importa qué, pero él se siente listo. O el mío: yo debo querer un culo, o estoy declarando que tengo un culo. No importa mucho, pero se quiere transmitir un mensaje.
- Y, al contrario... - Daniel -. Yo creo que cuanto más supuestamente inocente la ocasión, cuanto más descolgado el mensaje, al contrario de lo que parece es tanto más fuerte el contenido.
- Exactamente, porque lo de la liberación no es verso. Como justamente te sentís liberado podés expresar lo que querés.
- Y aunque te olvides del mundo, en realidad le estás gritando al mundo.
- Le estás diciendo exactamente lo que querés decirle.
- Para que todo el mundo se entere.
- Qué lindo - dijo Walter - qué lindo que ahora salió ésto, porque yo estuve a punto de gritar PAZ, no lo hice porque me dio cosa, pero me salía PAZ, entonces eran unas ganas enormes de gritarle PAZ al mundo.
- Tal cual, y deberías haberlo hecho.
- LIS-TOOOOOOOOOOOOOOOOO
- PAAAAAAAAAAAAAAAAZZZ
- TELEEEEEPATAAAAS

- ¡CORNUUUDOS! - gritaron las 4 chicas desde adentro, a coro.

Y ése fue el final de las reflexiones serias de esa noche. Por lo menos en voz alta.


viernes, septiembre 09, 2011

La felicidad es una calco pedorra


La última tontería para arruinar autos (y otras cosas) son unas calcos que deben llamarse "Esta es mi familia" o "Mi familia está re-feliz como siempre" o tal vez "Así me gustaría que fuera mi familia si no fuera la porquería que es". Son unos dibujitos de tipo infantil que se adquieren por separado para que uno arme el grupo familiar primario (o sea), y no solamente viene la figura de un papá sonriente sino que muchos dibujitos sugieren alguna actividad, casi siempre papá con caña de pescar, nene con pelota de fútbol, etc.
Una basura de lugares comunes y felicidad de propaganda de Cepita que hasta hace que ahora mire con cierto cariño las de "Gauchito Gil en vos confío" o las de Robert Powell haciendo de Jesús, que por lo menos están serios y sufriendo.

En este punto tengo que aclarar que (seguramente) mi disgusto tiene que ver con no haber sabido formar una familia como las de las calcos (seguramente) producto de mi maldad intrínseca, mi proverbial estupidez, mi odio hacia la sociedad, mi nulo atractivo sexual y mi falta de aseo personal.
Todo lo que quieras, pero igual las calcos son una mierda.

Alejandro Dolina decía (y sugería) desconfiar de los pasacalles que prometían amores grandilocuentes. Decía que le daban mala espina esos amores a los gritos y sobre todo indiscretos, a la vista de todo el mundo. Decía que le parecía que querían impresionar al resto más a que a la persona supuestamente amada. "Miren cómo nos amamos la Gladys y yo, giles" era lo que realmente se quería proclamar.
Y decía también que ciertos mensajes era preferible transmitirlos en voz baja, si es posible al oído, y en la intimidad más cuidada. Para que lleguen mejor y para preservarlos de miradas indiscretas y tal vez envidiosas.
Exactamente al revés de los pasacalles y las calcos pedorras.

Reconozco también (si quieren) que debo ser un asco de persona para que me molesten estas cosas, un ser solitario y triste, envidioso como el de Pecados Capitales y con menos sexo que Gollum. Pero la verdad es que no, la verdad es que me encanta el amor y que la gente se quiera y las familias numerosas y los afectos y los amigos y mis sobrinitos y los hijos de mis amigos, y también me encanta retozar con mi negrita, ambos en pelotas.
Todas esas cosas me encantan.

Es la hipocresía y la banalidad lo que me jode, es el casette demasiado casette de la familia feliz para mostrar, es la moda, es el adivinar cierto aire de superioridad en el que pega esas calcos para mostrárselas a los que ellos imaginan que son Gollums disfuncionales como yo. Es la indignación de no haber visto un sólo viejo en esas calcos, pero sí perros y gatos y hasta canarios y hasta skates y baterías, pero ni un puto abuelo con su chata correspondiente.

Es la comprobación de que aparecieron los matrimonios y las familias "distintas" (y las enormes posibilidades que eso trae) y como contrapartida aparecen por todos lados las calcos de las familias "tradicionales", las verdadera y justicieramente felices, con el skate y el canario y la puta que te reparió.

Es el no poder controlar mi propia imaginación, y ver como en una película a papá Cepita tapando las calcos antes de llevarse a la amante a un telo en el auto de la familia Ingalls. O imaginar el desconcierto de la nona cuando ve las calcos sonrientes y no reconoce a ninguno de los que van a visitarla al geriátrico 10 minutos y con cara de orto y sólo para Navidad.
"¿Quiénes serán los de los dibujitos?", debe pensar la vieja.

Obviamente, ya sé que son solamente cosas para pegar en la parte de atrás del auto, cosas que quieren ser simpáticas porque justamente son para mostrarle al que viene en al auto de atrás, y que a nadie se le ocurriría (porque no es simpático) pegar una calco donde está golpeando a la esposa o a los hijos, o colgándose del cable o espiando a la vecina, y por eso tampoco aparece el abuelo con la insulina aunque lo amen desmesuradamente. Ya sé que no son ni pretenden ser la imagen real y única de esa familia, que son solamente una moda boludita para decorar el auto.

La pregunta es: ¿lo saben ellos?
¿Saben ellos que lo sabemos...?