/// (fragmento)
Me complace asistir a los velorios. Entiéndase bien: no es que me guste que se muera la gente y mucho menos la querida. Quiero decir, voy a velorios de perfectos desconocidos.
Tampoco se debe a una cuestión morbosa de mi parte o a intereses espurios, ni es por masoquismo.
La razón es otra.
Selecciono cuidadosamente de los diarios el velatorio al que voy a concurrir. Antes elegía cualquiera, a lo sumo por la dirección o el horario. Pero pronto me sentí decepcionado y cambié por el método actual. Alguna vez leí que García Márquez obtenía los nombres de sus personajes de los cementerios, incluso combinando lápidas cercanas, buscando hasta que el nombre le parecía el indicado para lo que quería escribir. De ahí me vino la idea: elijo los velorios por el nombre del difunto.
Creo firmemente en la determinación de los nombres. No me parece posible reemplazar Cleopatra por otro nombre, así como Adolfo era necesario (no puedo imaginar un tímido Fritz en la situación) y Alejandro y Judas y Mata Hari...
De la misma forma creo que las acciones realizadas (o por realizar, eso es lo fantástico) transforman la fisonomía de quien las realiza y les impone su sello. Fue la tremenda belleza de Cleopatra lo que decidió a Marco Antonio a declararle la guerra a Roma, y tal vez sólo para eso fue bella la reina.
Deben saber que soy pintor. Tuve mi período impresionista y pasé también por el cubismo. Pero mi inspiración y el origen de mi vocación han sido los grandes maestros renacentistas. La pasión por exaltar las formas reales, el culto al cuerpo humano, esas cosas han calado hondo en mi estética. Y no son muy perspicaces los que adivinen que una de mis obras preferidas es La lección de anatomía de Rembrandt. En esa soberbia pintura se ve a un grupo de estudiantes de medicina observando atentamente un cadáver. El profesor que dicta la clase está indicando algo en el cuerpo extendido y abierto sobre una camilla. Es una hermosa obra, cruda y valiente. Ha rescatado la belleza de la muerte, que sólo señala que una vida ha sido vivida. Si a esa obra se le sacara, pensé un día, el entorno de ser una cátedra llena de gente viva y se dejara solo el cuerpo del hombre muerto para que cuente su historia, seguiría siendo hermosa. Quizás más, incluso.
Ese día decidí retratar muertos. ///
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