sábado, julio 01, 2006
El hombre de cristal (*)
El hombrecito de cristal representa al Discóbolo de Mirón, el atleta a punto de lanzar el disco. Es una figura bastante bien lograda, con detalles y gran fidelidad para con la obra de Mirón. Hace mucho que lo tengo sobre mi escritorio: tiene una base rectangular que lo hace ideal para pisapapeles.
Desde hace un tiempo, el hombrecito de cristal opina sobre lo que escribo.
Estoy seguro de que no siempre pudo hacerlo; antes era una estatua igual a tantas otras, aunque es mi preferida desde que la compré y le di un sitio acorde entre mis papeles, a la izquierda del monitor, de frente a mí. Incluso desde antes de que empezara a opinar, yo solía mirarlo cuando encontraba dificultades para escribir. Claro que en esa época mas que mirarlo debería decir que perdía mi vista en el hombrecito, que me dejaba atrapar por los reflejos iridiscentes hasta que la idea aparecía o hasta que yo abandonaba por un rato para ir a buscar los cigarrillos o un trago, o para estirar las piernas y hacer morisquetas frente al espejo, esos recursos baratos y a veces tan efectivos. A veces sí me dedicaba exclusivamente a admirarlo; lo examinaba amorosamente, recorría con un dedo la tensa gracia de su cuerpo transparente y hasta podía imaginar el momento siguiente, podía ver el brazo por fin disparado, el disco en el aire y el alarido de la multitud en la clara mañana de la competencia. Mis propios músculos se crispaban a veces y luego volvía a mi escritura con la respiración agitada.
La noche que comenzó esto yo finalizaba Lluvia en Alchagualasto. Después de varios intentos fallidos en los que el personaje se quedaba con la chica y yo lo festejaba terminando mi copa, tuve que permitir que no fuera así. Algo no cerraba en ese final; si el espeleólogo se quedaba con Beatriz, no hubiera cambiado casi nada de su historia. Y ni siquiera se había hablado de amor. Por eso lo dejé ir o, mejor dicho, por eso se fue sin hacerme caso. Aparentemente pateó el tablero conmigo adentro y todo. A medida que el personaje se alejaba inexorablemente del pueblo, yo me sentía alegre por él y por mí; así estaba mejor. En ese juego fantástico de seres reales e imaginarios, que mi discóbolo comenzara a brillar no me pareció tan extraño. Lo tomé como una confirmación de que liberar al pobre espeleólogo era lo correcto y supuse que entre ellos se entendían. Acabé otra vez mi vino y volví a llenar la copa para el brindis definitivo. El cuento estaba terminado y al día siguiente había que trabajar. Me fui a dormir contento y me olvidé del asunto.
Poco tiempo después me encontré en una situación similar. Los protagonistas de un cuento no se decidían sobre quién mataba a quién. Esta vez no había copas de por medio cuando encontré el final apropiado y la cabeza del hombrecito de cristal se iluminó suavemente. Todavía no lo había escrito, pero la estatua me estaba dando la razón. A propósito escribí algo diferente de lo que había pensado y de inmediato cesó el resplandor. Me quedé meditando un rato y casi dudando de mis propias percepciones. Estaba cansado, me dolía el cuello y no había comido nada en todo el día. Decidí continuar después de la cena.
(*) Esto es un cuento escrito al garete. Empezado por calentura y publicado por caradurez. Obviamente, va a ir en partes. Seguramente sufrirá algunos cambios, y son bienvenidas las sugerencias, aunque todo depende de que le agraden al griego maldito.
...Y para cuándo viene la parte II?
ResponderBorrarPensando en el relato,digo, qué injusta que es la vida! Cuando tengo que escribir ( no buenos cuentos como usted,sino estudios literarios) y no se me ocurre nada sólo tengo una cachorra boxer que haría las veces del hombrecito de cristal,que me respira cerca buscando jugar y me mira con sus ojos chuecos...muy inspiradora, no es...
GABY: No lo sé! Usted comprenderá que lo del hombrecito es ficticio...y además sólo juzga, no aporta nada. Andaba buscando insipiración en msn pero no funca. Beso!
ResponderBorrarme extraña! que no le funcione el msm a usted es cosa grave! Digo, a un analista de sistemas...que no me funcione a mi, ya es cosa corriente. Besazo!
ResponderBorrarYo ya le golpié el costado bien fuerte y moví la antena. Pero tengo dudas con el horizontal. Si sabe algo mas, desdúdeme...
ResponderBorrarY no lo puedo desdudar...no sé nada más. (Guiño de ojos cordobeses verdes medio grisáceos)
ResponderBorrarTenga cuidado, que no le pase como a Unamuno que los personajes se le retobaban y lo carteaban indignados cuando los hacía morir.
ResponderBorrarUna buena técnica era la de Bioy, que hacía morir a los protagonistas de sus narraciones para quedarse con sus viudas.
GABY: Ojazos. Besazo.
ResponderBorrarYAYA: (No me deschave: no sabe lo buena que está la mina del Discóbolo)
CHIRI: Hmmm...Me gusta la idea y algo de eso ya dice el cuento. Veremos, veremos...
ResponderBorrarp.d.: Ninguna novedad de Fray, voy a tratar de averiguar hoy!
Estoy ansioso por leer la parte en que Borges te dice que los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres... Mientras Parrilla, afuera, corta el pasto de la quinta de Bioy Casares por $3,50- la hora.
ResponderBorrarJM: El Viejo dice que él se la afanó a Bioy, así que corte el pasto y callesé.
ResponderBorrarp.d.: Lo que voy a contar es que le pedí a Guti que grabe el programa de Dolina (le llevé el libro) y el pelotúúúdo se quedó dormido.