La timidez y otras cosas
domingo, mayo 17, 2015
Fuera de juego
jueves, diciembre 15, 2011
La artista del lavadero o Diferencias con la gente de Ballester
El lavadero de Matheu y Guemes, en San Martín, ofrece, sin ofrecerlo, un invalorable servicio a sus clientes: le cambia la ropa con la de otros clientes, de acuerdo al infalible criterio de la dueña del lavadero. En efecto: no debe extrañarse uno si lo que recibe difiere sustancialmente de lo que llevó a lavar, y si lo mira con atención, llegará a la conclusión de que el cambio es altamente positivo.
Yo lo noté, al principio, con las medias. Si hay una prenda a la que le resto importancia es a las medias y los zoquetes, y las que llevaba al lavadero (a veces ni siquiera en dúos correctos, a veces apareada una gris oscura con rayitas con otra gris más clara y sin rayas) seguramente eran lo peor de mi bolsa. Con innegable sapiencia, por ahí comenzó su trabajo mi silenciosa asesora de vestuario, a la que yo ingenuamente llamaba la chica del lavadero. Comencé a notar que recibía no sólo pares correctos, sino hermosas medias que por primera vez coincidían con el color de mis trajes, y además no estaban agujereadas como las que yo habías llevado. La primera vez hasta pensé que tal vez sí eran mías y yo no las registraba; la segunda pensé que se trataba de un error comprensible; después entendí.
Fue al notar que me faltaba una remera roja hermosa, pero que a mí me quedaba un poco chica. Me di cuenta como al mes, cuando me crucé con una vecina que llevaba mi remera roja. Y le quedaba mucho mejor que a mí.
No sé si la gente se acuerda de toda su ropa siempre, o si hacen una lista de lo que llevan al lavadero. Yo no, ni lo uno ni lo otro. Tengo cariño por algunas prendas, pero uso la ropa más bien impulsivamente, y nunca sé con exactitud qué llevé a lavar o cuándo desapareció una camisa, o si realmente desapareció o está en casa de mis hermanos o la tiré a la basura o la dejé en una bolsita aparte por si a alguien le sirviera.
Yo vivía, y le daba a mi indumentaria una pelota ínfima. Pero lo de la remera me sorprendió, y que le quedara tan bien a la vecinita, más. Lo relacioné con mis medias nuevas y descarté cualquier tipo de connivencia entre la dueña del lavadero y mi vecina. Supe que había una artista en el barrio de San Martín, una voluntariosa artista silenciosa que velaba por que todos sus clientes nos viéramos cada vez mejor vestidos. Y gratis, además, o casi. Tenemos una asesora de vestuario por el escueto pago de unas fichas de lavarropas. Eso no pasa en Villa Ballester, por ejemplo, que siempre nos miran a los de San Martín como a los primos pobres del campo. Gente abyecta y sin fantasías, que seguramente exige que le devuelvan exactamente lo mismo que entregaron para lavar.
Volviendo a nosotros: algunos crápulas, enterados de la movida, comenzaron a llevar al lavadero su peor ropa, en un intento ruin de sacar ventaja, de cambiar espejitos de colores por oro, digamos. Justicieramente, lo que retiran es la misma porquería que llevaron. Lo sé porque lo he intentado.
La chica del lavadero no solo mejora nuestra vestimenta, también nos mejora como personas.
Preparar la bolsa para el lavadero se ha convertido en una experiencia inédita para nosotros. Nos obligamos a enviar toda la ropa, aún sabiendo que alguna no volverá. Es una mezcla de tristeza y conciencia social, de renunciamiento histórico y de sabernos por una vez mejores a los de Ballester.
Pero en el fondo sabemos que no hay pérdida, que es todo ganancia. Sabemos que el ángel del lavadero obrará a conciencia y nos devolverá algo mejor de los que llevamos, más acorde a nuestras necesidades e idiosincrasia individual. Entonces vamos y venimos del lavadero contentos, y en algunas de nuestras casas humildes se organizan pucheros y reuniones de amigos, nos ponemos de acuerdo entre varios y vamos a retirar las bolsas todos juntos, y después de comer las abrimos y es como una Navidad textil, y mentalmente elegimos lo mejor para ir el sábado a pasear por Ballester, a lo de esos mierdas que jamás soportarían un lavadero como el nuestro.
A veces hay coincidencias, a veces en estas reuniones se da que la ropa que era de uno aparece en la bolsa de otro. Nunca, pero nunca, se ha producido una devolución. Nadie pidió nunca que por favor le permitan retener la chomba amarilla porque era un regalo de la tía, por ejemplo. Muy por el contrario, a lo sumo celebramos la previsión de la tía, que la compró demasiado grande para nosotros y exacta para el feliz nuevo poseedor.
Todas las tías lo entienden y ninguna se ha quejado de que nos desprendiéramos de un regalo. Salvo la tía de Enrique, una vez, pero porque es de Ballester.
jueves, octubre 06, 2011
Gordo de Dios
Mi obesidad es una cuestión de fe. De fe y de lógica pura, también.
Hace años entendí que, al igual que mi alma, mi cuerpo también era sagrado, por ser creación de Dios y guarida necesaria de aquella: razoné que (al menos durante mi estadía en estos valles) mi alma no podía vagar libremente, que imperiosamente necesitaba de un cuerpo que la albergara y protegiera. Y entendí que cada una de mis células, cada uno de los átomos que componen mis células, también son sagrados, y prolongación de Dios.
Esos gozosos descubrimientos me llevaron a inferir que, si cada célula de mi cuerpo es una prolongación de la obra de Dios (o mejor debería decir: prolongación de Dios mismo), a mayor cantidad de células le corresponde una mayor proporción de Dios en el individuo, y una casa mejor y más amplia para el alma.
De ahí a comenzar a engordar hubo apenas un paso.
Descarté de plano el pecado de gula, porque yo no comía para saciar mi apetito humano, sino para tener más Dios en mí, para satisfacer mi apetito insaciable de Dios. Me consagré devotamente a engrosar mi cuerpo, y con cada kilo me sentía más cerca de la Gloria (tan férrea e incontrastable era mi lógica, que ante algunas observaciones acerca de mis ingestas, simplemente respondía “Ah, ¿y quién creéis que puso este lechón sobre la Tierra?” o “Las papas y el aceite de freír también son del Señor”. Todo me llevaba a Dios, todo era un beatífico círculo sagrado, y yo engordaba feliz)
Llegar a los 200 kilos fue para mí el equivalente de 10 peregrinaciones a Luján. En efecto, creí haber encontrado la correspondencia exacta entre el sacrificio del cuerpo y la exaltación del mismo, entre las ampollas en los pies y los centímetros en las caderas, digamos.
Solo que mientras los maratonistas, sin saberlo, dejaban escapar de sí una parte importantísima de Dios (la parte tangible) en forma de sudor, yo la aumentaba ex profeso, la retenía celosamente y la incrementaba en forma de lípidos e hidratos de carbono. Cada Mc Nífica que engullía, era como maná sagrado que el Señor me enviaba, y que yo aceptaba con regocijo. Algunos se sorprendían de que (a veces) me persignara ante una hamburguesa, de modo que en general oraba en silencio, y agrandaba el combo por 3 pesos, siempre.
Las gentes de mi feligresía estaban al tanto del motivo de mi nueva gordura, y me apoyaban fraternalmente, y cuando llegué a los 300 kilos se hizo una pequeña celebración en la iglesia. Incluso comulgué con 7 hostias unidas entre sí por dulce de leche Chimbote, que el Padre Mario en persona se ocupó de untar y pegar.
El sermón de ese día alertaba sobre los peligros de la anorexia diabólica, y yo me sentí cabalmente reivindicado, y en la senda correcta.
Luego empezaron los problemas coronarios, las advertencias de los médicos y las dudas de la comunidad en general, hasta esta última internación que será la definitiva.
Nada me importa ya, porque me he dedicado en cuerpo y alma y he triunfado. Y a propósito: si algunos calculan el peso del alma en 21 gramos, la mía debe andar en el kilo y medio.
Alabado sea el Señor.
lunes, septiembre 12, 2011
Otro Oblogo
Gritos en la oscuridad
viernes, septiembre 09, 2011
La felicidad es una calco pedorra
miércoles, agosto 17, 2011
sábado, agosto 13, 2011
Basta de campañas
viernes, julio 29, 2011
Antiphotoshop
(Bueno, la maldad también. Un poco. Y el humor)
(Bueno, no: rescatamos sobre todo la maldad. Y un poco de justicia: ¿No están podridos de los retoques, de que en las fotos Mirtha Legrand parezca la hija de Luisana Lopilato?)
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martes, julio 26, 2011
Oblogo 61
Salió la Oblogo nueva, número 61, y ahí, en el último artículo , parece que tuvieron un error de imprenta o algo, y apareció un artículo mío...
(Muchas gracias, Oblogo!)
viernes, julio 15, 2011
"Gerin Oil"
Traducción de Santiago Bilinkis
La intoxicación con aceite de Gerin puede conducir a personas anteriormente sanas a huir de la vida humana habitualmente plena y recluirse en comunidades cerradas de adictos confirmados. Estas comunidades suelen limitarse a un sólo sexo, y enérgicamente, a menudo obsesivamente, prohiben la actividad sexual. En efecto, una tendencia hacia la extrema prohibición sexual aparece como un tema recurrente en medio de todas las coloridas variaciones de sintomatología del aceite de Gerin . El aceite de Gerin no parece reducir la libido en sí, sino que con frecuencia lleva a una preocupación para reducir el placer sexual de los demás. Un ejemplo actual es la lasciva manera en que muchos ‘Aceiteros’ habituales condenan la homosexualidad.
Al igual que ocurre con otras drogas, el aceite de Gerin refinado en dosis bajas es mayormente inofensivo, y puede incluso servir como ‘lubricante social’ en ocasiones como matrimonios, funerales y ceremonias de Estado. Los expertos difieren sobre si ese tipo de tropiezos, aunque inofensivos en sí mismos, son un factor de riesgo para recaer en formas más adictivas de la droga.
Dosis medianas de aceite de Gerin, aunque no peligrosas en sí mismas, pueden distorsionar la percepción de la realidad. Creencias sin ninguna base cierta se vuelven inmunes, por los efectos directos de la droga sobre el sistema nervioso, contra las pruebas del mundo real. A los ‘Cabezas de aceite’ se los puede escuchar hablar con el aire o murmurarse a sí mismos, aparentemente en la creencia de que los deseos privados así expresados se harán realidad, incluso a costa del bienestar de otras personas o de una leve violación de las leyes de la física. Este trastorno de ‘autolocución’ es a menudo acompañado de extraños tics y gestos de manos, estereotipos maníacos como mover rítmicamente la cabeza hacia una pared o el Síndrome Obsesivo-Compulsivo de Orientación (SOCO: mirar hacia el este de cinco veces al día).
El aceite de Gerin en fuertes dosis es alucinógeno. Quienes consumen mucho pueden llegar a oír voces en su cabeza, o experimentar ilusiones visuales que les parecen tan reales que hasta suelen tener éxito persuadiendo a otros de que lo son. Una persona que describe convincentemente alucinaciones de alto grado puede ser venerada, e incluso seguida como una especie de líder, por otros que se consideran a sí mismos menos afortunados. Esa patología del seguidor puede perdurar mucho después de la muerte del líder, y puede llegar a convertirse en una suerte de psicodelia bizarra, como la fantasía caníbal de beber la sangre y comer la carne del líder.
El abuso crónico de Geriniol puede producir “malos viajes”, en los que el usuario sufre terribles delirios, incluyendo el temor de ser torturado, no en el mundo real, sino en un mundo de fantasía post-mortem. Malos viajes de este tipo están vinculados con un mórbido sentimiento de culpa que es tan característico de esta droga como el miedo obsesivo a la sexualidad, que ya se señaló. La cultura del castigo fomentada por el aceite de Gerin oscila del ‘golpe’ al ‘latigazo’, al ‘apedreamiento’ (especialmente de adúlteras y víctimas de violación), y también la ‘demanifestación ‘ (amputación de una mano), hasta la siniestra fantasía del “alo-castigo”, o sea, la ejecución de un individuo para expiar los pecados de los demás.
Usted podría pensar que una droga potencialmente tan peligrosa y adictiva encabeza la lista de estupefacientes prohibidos, con penas ejemplares por impulsarla. Pero no, es fácilmente obtenible en cualquier parte del mundo y ni siquiera se necesita una receta. Los traficantes profesionales son numerosos y, organizados en cárteles jerárquicos, comercian abiertamente en las esquinas y en edificios hechos para tal propósito. Algunos de estos cárteles son expertos en engañar a pobres desesperados por alimentar su hábito. Algunos “Padrinos” (“Godfathers”) ocupan posiciones influyentes en las altas esferas, y susurran al oído de la realeza, de presidentes y primeros ministros. Los gobiernos no sólo hacen la vista gorda al comercio, sino que le otorgan exención de impuestos. Peor aún, subvencionan las escuelas creadas con la precisa intención de lograr enganchar a los niños.
Fui impulsado a escribir este artículo por el rostro sonriente de un hombre feliz en Bali. Él estaba celebrando extáticamente su sentencia de muerte por el brutal asesinato de un gran número de turistas inocentes a los que nunca había conocido, y contra quienes no tenía ningún rencor personal. Algunas personas en el tribunal se sorprendieron por su falta de remordimiento. Lejos del remordimiento, su respuesta fue de un evidente regocijo. Golpeó el aire, con delirante alegría porque iba a ser ‘martirizado’, para usar la jerga de su grupo de abusadores. No nos equivoquemos, la sonrisa beatífica, mirando hacia adelante con un placer incontaminado a su pelotón de fusilamiento, es la sonrisa de un drogadicto. Aquí tenemos el arquetipo del usuario sin límites, dopado con puro aceite de Gerin, pesado y de alto octanaje.
Sea cual sea su punto de vista sobre las teorías de la venganza y la disuasión de la pena capital, debería ser obvio para usted que este caso es especial. El martirio es una extraña venganza contra aquellos que anhelan morir, y, lejos de disuadir, siempre recluta más mártires de los que mata. El punto importante es que este problema no existiría desde un principio si los niños estuvieran protegidos de engancharse con una droga con tal mal pronóstico para sus mentes adultas.
jueves, julio 14, 2011
Casi decidido
Te imaginarás que no voy a estar solo en mayo que es mi cumpleaños, ni me parece correcto en junio, que es el tuyo. Julio son las vacaciones de los chicos, mejor hacerlo cuando estén entretenidos con la escuela. También está el casamiento de tu hermana, y realmente tu familia no merece que le demos semejante disgusto. Además, sé que te querés estrenar el vestido. No es que dilate la cuestión con boludeces, sé lo mucho que esperaste estrenar ese vestido en el casamiento de tu hermana , y realmente te merecés una gratificación: a fin de cuentas ya tengo decidido dejarte.
Para agosto ya pedimos el tiempo compartido y no es cuestión de quedar mal con esa gente; después de todo, cuando nos separemos alguno puede seguir con eso, ¿para qué sentar un mal precedente?
En septiembre es nuestro aniversario, y seamos coherentes: no tengo tanto morbo como para pedirte la separación el mes de nuestro aniversario. Y septiembre siempre es complicado en mi trabajo, voy a estar con la cabeza en otro lado.
Me parece que en Octubre podría ser. Si surje otra cosa lo veo de nuevo, pero me parece que está casi decidido.
¿Cuándo era la operación de tu abuelo?