Suena medio increíble pero el mismo día, el 30 de abril, me quedé sin novia, sin celular y sin conexión a Internet.
Lo de Internet por una vieja factura impaga, lo del celular porque ya venía fallando, y lo de la novia seguramente por alguna de las dos razones anteriores.
Miré por la ventana y no había ningún cometa a punto de estrellarse, de manera que no eran signos apocalípticos. Apenas de desconexión.
Un poco demasiado juntos, para mi gusto. Eso hace que uno no sepa bien a quién putear primero, por empezar.
Y lo segundo es con qué, con qué aparato y con qué argumento. Todavía funcionaba el teléfono fijo (casi me sorprendió que así fuera), pero la situación era medio confusa y era probable que terminara diciéndole a la pobre gente de Arnet: “¿Cómo que no me querés más?” o algo así.
De manera que me la pasé desconectado un tiempo y, si bien a priori puede parecer saludable, también puede volverse un proceso creciente, y acabar desconectado de uno mismo, aunque sea por períodos breves. Uno, por ejemplo, no sabe muy bien si hace frío o calor, si iba para el norte o para el sur.
Es un período bastante confuso y uno (sin hacer todavía ningún trámite, sin que siquiera se le ocurra hacer un trámite) enciende de a ratos el celular para ver si no se trata de un error. O intenta conectarse a Internet y hasta se enoja de que sigan diciéndole que no puede.
La desconexión principal estriba en descreer de la desconexión.
No puede ser, piensa uno. Si recién andaba fenómeno.
En esas boludeces se pierde un tiempo precioso, que justamente debe emplearse en hacer los trámites pertinentes. Cosas como pagar la deuda y bañarse, o comprar otro celular y acordarse de comer. Esos trámites que hacen que los teléfonos funcionen de nuevo y que uno se abrigue si hace quince bajo cero.
La conexión vuelve, si uno hace los trámites. Un día aparece el celular nuevo (aunque, claro, con la ceremonia de la agenda de la que se habla en el post anterior), otro día vuelve a funcionar Internet y se supone que así sucesivamente, si uno hace los trámites.
Un día vas a un cumpleaños y saludás al que no corresponde, pero es que algunos trámites llevan más tiempo.
Sin embargo, estoy seguro de era JMSlayer el que cumplió el otro día y fui y lo saludé a él con seguridad, y hasta lo reconocí a Seis (aunque es mucho más joven de lo que yo creía) y, por supuesto, a La Luna, y había algunos que, increíblemente, me reconocieron a mí porque habían estado en la presentación de La timidez... hace casi un año. Amigos de JM, claro, pero gente que labura en eso de las conexiones con una eficiencia muy parecida al afecto.
Yo sigo haciendo los trámites. Todavía le pifio de ventanilla de vez en cuando, pero ya me sellaron varias papeletas y eso da cierta confianza de que andamos, por lo menos, por la repartición correcta.
Hoy, por ejemplo, hace muchísimo frío, y uno ya se da cuenta y se abriga y hasta lo puede escribir.
Lo de Internet por una vieja factura impaga, lo del celular porque ya venía fallando, y lo de la novia seguramente por alguna de las dos razones anteriores.
Miré por la ventana y no había ningún cometa a punto de estrellarse, de manera que no eran signos apocalípticos. Apenas de desconexión.
Un poco demasiado juntos, para mi gusto. Eso hace que uno no sepa bien a quién putear primero, por empezar.
Y lo segundo es con qué, con qué aparato y con qué argumento. Todavía funcionaba el teléfono fijo (casi me sorprendió que así fuera), pero la situación era medio confusa y era probable que terminara diciéndole a la pobre gente de Arnet: “¿Cómo que no me querés más?” o algo así.
De manera que me la pasé desconectado un tiempo y, si bien a priori puede parecer saludable, también puede volverse un proceso creciente, y acabar desconectado de uno mismo, aunque sea por períodos breves. Uno, por ejemplo, no sabe muy bien si hace frío o calor, si iba para el norte o para el sur.
Es un período bastante confuso y uno (sin hacer todavía ningún trámite, sin que siquiera se le ocurra hacer un trámite) enciende de a ratos el celular para ver si no se trata de un error. O intenta conectarse a Internet y hasta se enoja de que sigan diciéndole que no puede.
La desconexión principal estriba en descreer de la desconexión.
No puede ser, piensa uno. Si recién andaba fenómeno.
En esas boludeces se pierde un tiempo precioso, que justamente debe emplearse en hacer los trámites pertinentes. Cosas como pagar la deuda y bañarse, o comprar otro celular y acordarse de comer. Esos trámites que hacen que los teléfonos funcionen de nuevo y que uno se abrigue si hace quince bajo cero.
La conexión vuelve, si uno hace los trámites. Un día aparece el celular nuevo (aunque, claro, con la ceremonia de la agenda de la que se habla en el post anterior), otro día vuelve a funcionar Internet y se supone que así sucesivamente, si uno hace los trámites.
Un día vas a un cumpleaños y saludás al que no corresponde, pero es que algunos trámites llevan más tiempo.
Sin embargo, estoy seguro de era JMSlayer el que cumplió el otro día y fui y lo saludé a él con seguridad, y hasta lo reconocí a Seis (aunque es mucho más joven de lo que yo creía) y, por supuesto, a La Luna, y había algunos que, increíblemente, me reconocieron a mí porque habían estado en la presentación de La timidez... hace casi un año. Amigos de JM, claro, pero gente que labura en eso de las conexiones con una eficiencia muy parecida al afecto.
Yo sigo haciendo los trámites. Todavía le pifio de ventanilla de vez en cuando, pero ya me sellaron varias papeletas y eso da cierta confianza de que andamos, por lo menos, por la repartición correcta.
Hoy, por ejemplo, hace muchísimo frío, y uno ya se da cuenta y se abriga y hasta lo puede escribir.