Juan entra rengueando a la casa. Todavía tiene el ojo derecho inflamado y comienza a amarillear en la zona un hematoma negro y violeta. También tiene dos delgados tajos en la mejilla del mismo lado que no sangran pero que tienen un aspecto húmedo de recién hechos, sin nada de costra.
Antes de buscar a su mujer pasa por el baño, se lava la cara y se peina. Retira del peine un gran mechón entrecano y lo tira a la pasada en el tacho de la basura de la cocina. Después va hasta el patiecito de atrás y la encuentra a Paula colgando ropa. Ella lo besa en la mejilla derecha y le pregunta qué tal le fue en el trabajo. Juan dice que bien y cuenta algo gracioso que lo tiene como protagonista, y juntos vuelven a entrar a la cocina y se reparten sin decirlo las tareas del mate. Al rato llegan los chicos de la escuela: un pequeño terremoto de besos pegajosos y gritos con asalto de heladera que hace sonreír a Juan y enojar a Paula, que los manda sin excusas a cambiarse y a lavarse las manos. Él aprovecha para ir a cambiarse también y cuando vuelve uno de los tajos ya ha cicatrizado y casi no renguea. Paula le mira amorosamente el abundante cabello gris y le dice tomá el mate, Marty Cósens.
A mitad de la cena a Juan le entra sueño y Paula lo disculpa del arreglo del ventilador que estaba programado desde el día anterior, pero como esa noche no hace tanto calor queda automáticamente pospuesto para la tarde siguiente.
- Sin excusas – dice Paula -. Mirá que para mañana anuncian 37 grados.
- Mañana en cuanto llego.
- ¿Y el botón del baño, Juan?
- También.
Cuando Paula llega a la cama Juan está dormido de costado con la luz encendida, aunque todavía no ronca. A pesar de la noche fresca Paula ve que él está transpirando, y lo destapa hasta la cintura, justo hasta la mancha púrpura encima de las nalgas. Ella dice buenas noches y él suspira y empieza a roncar.
Al otro día Juan llega con el labio inferior partido y un diente menos. Tiene el pelo blanco, revuelto, y un dedo quebrado en la mano izquierda. Antes de entrar a la casa se alisa el pelo hacia atrás y se pone una pastilla de menta en la boca.
Paula está limpiando el piso de la cocina y cuando lo oye entrar corre a pararse sonriendo al lado del ventilador que está al lado de la heladera. Tiene el ventilador abrazado cuando él entra a la cocina.
- ¿Vos me querés decir algo? – dice Juan también sonriendo.
- ¡Hola, mi amor!
- Hola, ¿habrá mate?
- Enseguida.
Mientras Paula le cuenta cómo se ha salvado por un pelo del robo al almacén, Juan va componiendo como puede el ventilador. El dedo quebrado lo entorpece bastante pero para cuando ella termina el relato él le dice que ya está, y que todavía no ha visto un mate. Paula dice:
- Falta el baño.
Así que Juan se va a arreglarlo y para cuando llegan los chicos hay mate, leche chocolatada y funcionaba el botón y Juan tiene todos los dientes.
Esa noche hace calor de veras y en la oscuridad y desnudez de la cama a Juan igual se le notan de tan negros los latigazos de la espalda.
El día siguiente es sábado y se levantan muy tarde, y el domingo también y Juan arregla las bicicletas sin ninguna molestia en la mano, y se toma unos vinos. A la tarde viene la suegra con escones y después a Juan le da mucho sueño y se va a dormir la siesta.
El lunes Juan llega de su trabajo muy flaco, unos 25 kilos menos: se le caean los pantalones y con el saco puesto parece un espantapájaros. Tiene caspa y algo le palpita entre los nudos del cuello.
El martes llega con un puñal en la espalda y el miércoles mide 70 centímetros si se para muy estirado.
Por las mañanas se siente casi bien, y se va a trabajar.
Pero el viernes pide médico, porque hace mucho que no pide, y siempre, mientras llega el facultativo, aprovecha para hacerle el amor a Paula y entonces dicen qué bueno es esto de tener obra social.
Antes de buscar a su mujer pasa por el baño, se lava la cara y se peina. Retira del peine un gran mechón entrecano y lo tira a la pasada en el tacho de la basura de la cocina. Después va hasta el patiecito de atrás y la encuentra a Paula colgando ropa. Ella lo besa en la mejilla derecha y le pregunta qué tal le fue en el trabajo. Juan dice que bien y cuenta algo gracioso que lo tiene como protagonista, y juntos vuelven a entrar a la cocina y se reparten sin decirlo las tareas del mate. Al rato llegan los chicos de la escuela: un pequeño terremoto de besos pegajosos y gritos con asalto de heladera que hace sonreír a Juan y enojar a Paula, que los manda sin excusas a cambiarse y a lavarse las manos. Él aprovecha para ir a cambiarse también y cuando vuelve uno de los tajos ya ha cicatrizado y casi no renguea. Paula le mira amorosamente el abundante cabello gris y le dice tomá el mate, Marty Cósens.
A mitad de la cena a Juan le entra sueño y Paula lo disculpa del arreglo del ventilador que estaba programado desde el día anterior, pero como esa noche no hace tanto calor queda automáticamente pospuesto para la tarde siguiente.
- Sin excusas – dice Paula -. Mirá que para mañana anuncian 37 grados.
- Mañana en cuanto llego.
- ¿Y el botón del baño, Juan?
- También.
Cuando Paula llega a la cama Juan está dormido de costado con la luz encendida, aunque todavía no ronca. A pesar de la noche fresca Paula ve que él está transpirando, y lo destapa hasta la cintura, justo hasta la mancha púrpura encima de las nalgas. Ella dice buenas noches y él suspira y empieza a roncar.
Al otro día Juan llega con el labio inferior partido y un diente menos. Tiene el pelo blanco, revuelto, y un dedo quebrado en la mano izquierda. Antes de entrar a la casa se alisa el pelo hacia atrás y se pone una pastilla de menta en la boca.
Paula está limpiando el piso de la cocina y cuando lo oye entrar corre a pararse sonriendo al lado del ventilador que está al lado de la heladera. Tiene el ventilador abrazado cuando él entra a la cocina.
- ¿Vos me querés decir algo? – dice Juan también sonriendo.
- ¡Hola, mi amor!
- Hola, ¿habrá mate?
- Enseguida.
Mientras Paula le cuenta cómo se ha salvado por un pelo del robo al almacén, Juan va componiendo como puede el ventilador. El dedo quebrado lo entorpece bastante pero para cuando ella termina el relato él le dice que ya está, y que todavía no ha visto un mate. Paula dice:
- Falta el baño.
Así que Juan se va a arreglarlo y para cuando llegan los chicos hay mate, leche chocolatada y funcionaba el botón y Juan tiene todos los dientes.
Esa noche hace calor de veras y en la oscuridad y desnudez de la cama a Juan igual se le notan de tan negros los latigazos de la espalda.
El día siguiente es sábado y se levantan muy tarde, y el domingo también y Juan arregla las bicicletas sin ninguna molestia en la mano, y se toma unos vinos. A la tarde viene la suegra con escones y después a Juan le da mucho sueño y se va a dormir la siesta.
El lunes Juan llega de su trabajo muy flaco, unos 25 kilos menos: se le caean los pantalones y con el saco puesto parece un espantapájaros. Tiene caspa y algo le palpita entre los nudos del cuello.
El martes llega con un puñal en la espalda y el miércoles mide 70 centímetros si se para muy estirado.
Por las mañanas se siente casi bien, y se va a trabajar.
Pero el viernes pide médico, porque hace mucho que no pide, y siempre, mientras llega el facultativo, aprovecha para hacerle el amor a Paula y entonces dicen qué bueno es esto de tener obra social.
14 comentarios:
Excelente cuento humorístico, lástima que el trasfondo realista me pone de malhumor; es que yo tengo OSDOP.
¿Quiere que le diga la verdad? A mí me deprimió bastante: iba a ser más largo y lo dejé ahí, con categoría borrador y en cualquier momento a la papelera sin más ni más.
Pues entonces es un lindo borrador, como para algo de misterio y ficción...algo con una especie de "secuestros alienígenas" que ya abdujeron anteriormente a la esposa y por eso ella no dice mayor cosa del estado calamitoso en que vuelve Juan,pero...hhhmmmmnosé..
Lástima que cuando tenés el alma con curitas, estos médicos no saben diagnosticar bien...
Besos medicinales.
Profe: Hm, no creo. Al contrario: lo de las heridas está demasiado explícito para mi gusto. Cabe (me parece) enderezarlo para el lado del iceberg de Hemingway y nombrarlas como al pasar mientras ven Telenoche segunda edición o algo así.
Dudita: Es que estos no diagnostican nada, vienen para ver si no te fuiste a mar del plata o algo así.
Besos!
ES triste pero lo escribiste muy bien .Saludos.
Ja! Yo que trabajé para esa gente le aseguro que su cuento es muuuuuuuuuuuy piadoso con ellos.
Ah, y por cierto me gusto bastante.
Besos
APA y ANA: Muchas gracias!
Muy bueno...
Para mi q Juan es escoses y en vez de ir al trabajo sale con espada a cortar cabezas...
una simple opinion , je...
Saludos Don sergiouu!!
Atte.
Nada que ver, Peturra: lo que lleva es un "sable láser" que andá a saber a quién le copió...
Atttte.
No voy a preguntar de qué trabaja Juan...aunque me muero por hacerlo.
Estas elipsis me incomodan un poco, aunque tienen que ver con el estilo.
No me parecieron explícitas las heridas.
Stephen King a veces ocupa una o dos carillas nada más que para describir a la pobre víctima de turno sin ahorrar detalles escabrosos.
Adhiero a esas formas.
Saludos.
No, me parece que el problema no es en qué trabaja, sino que trabaja, nomás. Y yo con lo de los latigazos ya estoy hecho, qué quiere que le diga...
Saludos!
Creo que la foto perfecta de la devaluación humana es a las 6 de la matina cuando suena el despertador para ir a laburar...
Lo dijo hmanlkch (el de la verificación de palabra).
Daniel: El blues de las seis y treinta me desespera (eso es de la Menphis, por las dudas)
Publicar un comentario