Ejercicio de Taller.
Antes de la cena
- Debo decirte algo importante - dijo la chica.
- ¿Ahora? – preguntó el viejo
- Sí, ahora.
- Pues dilo.
- Me marcho de esta casa.
El viejo la miró y la chica vio dolor auténtico en sus ojos. Y a ella también se le quebró algo dentro y a su pesar se le humedecieron los ojos.
- De modo que era eso – dijo el viejo, tratando de recuperarse -. Sabía que algo planeabas. Si quieres un poco de efectivo…
- No te preocupes que no voy a pedirte dinero.
- ¿Cuándo piensas irte?
- Todavía no lo he decidido, estoy un poco confundida.
- Podrías subir más tarde, un rato, para que charlemos.
- No, gracias, no necesito esa clase de ayuda – dijo la muchacha.
- Me refiero a hablar como amigos, ya sabes.
- ¿Amigos? Tú no eres mi amigo, tú eres sólo basura.
- ¿Ahora? – preguntó el viejo
- Sí, ahora.
- Pues dilo.
- Me marcho de esta casa.
El viejo la miró y la chica vio dolor auténtico en sus ojos. Y a ella también se le quebró algo dentro y a su pesar se le humedecieron los ojos.
- De modo que era eso – dijo el viejo, tratando de recuperarse -. Sabía que algo planeabas. Si quieres un poco de efectivo…
- No te preocupes que no voy a pedirte dinero.
- ¿Cuándo piensas irte?
- Todavía no lo he decidido, estoy un poco confundida.
- Podrías subir más tarde, un rato, para que charlemos.
- No, gracias, no necesito esa clase de ayuda – dijo la muchacha.
- Me refiero a hablar como amigos, ya sabes.
- ¿Amigos? Tú no eres mi amigo, tú eres sólo basura.
- Escucha, no digas eso…
- No creas que me voy por miedo. Es sólo que ya no aguanto esta casa.
- ¿Y adónde vas?
- Eso no voy a decírtelo. No voy a decírselo a nadie…
- Tu madre…
- Ella no sabe nada, no me dejaría hacerlo, tú la conoces.
- Sí – el viejo se quedó un momento pensativo - ¿Y por qué te has molestado en avisarme a mí?
- No lo sé. Supongo que para que sufras.
- Me hará mucho daño no tenerte.
- Cierra esa boca sucia. No te atrevas a decir cosas así.
- Pero es cierto. – dijo el viejo con voz ronca y bajó la cabeza. Al instante ella pudo oír un débil sollozo.
- Deja eso, viejo. No me conmueven tus lamentos, sé muy bien la clase de basura que eres.
- Amy, por favor, no digas eso.
- Basura, eso es lo que eres.
Desde la cocina les llegaron los ruidos que hacía la madre de la muchacha. Destapaba ollas y estaba golpeando en una tabla mientras tarareaba la música de la radio. Casi anochecía.
- Ella debería saberlo – dijo el viejo.
- No, es mejor así. Mis cosas no le importan, de todos modos.
- Tu madre te quiere, Amy.
- Pues se ha cuidado muy bien de no demostrarlo. Te ha preferido a ti, que eres una basura.
- No, no…
- ¿Ahora dirás que tú también me quieres? Es el colmo…
La madre entró a la pequeña sala secándose las manos en el delantal. Sonreía distraídamente y no pareció darse cuenta de la seriedad de ellos dos.
- Ya falta poco – dijo y se sentó en el apoyabrazos al lado del viejo. - ¿De qué hablaban?
- De béisbol – dijo la muchacha y se dirigió a la cocina. Temblaba sin control y cuando quiso tomar un vaso estuvo a punto de dejarlo caer al suelo. Aspiró profundamente y llenó el vaso con agua de la canilla. Las ollas hervían armoniosamente y las fragancias de la cena la hicieron sentir peor. Las lágrimas corrieron incontenibles y ella sintió deseos de gritar. Él debería irse y no ella. El monstruo era quien debía irse, aprovechar que no había sido delatado, dar gracias por eso e irse. Debería haberle contado todo a mi madre, pensó. Pero lo había intentado y ella nunca quiso escucharla o eso creía Amy. Su madre parecía desviar la conversación o incluso era francamente acusadora cuando ella…
- Debería haberlo intentado mucho más, muchas veces más, ahora mismo…
- Amy, ven aquí inmediatamente – dijo su madre desde la sala. Era extraño, pero la orden tenía un tono de buen humor incomprensible. Se secó los ojos y fue al encuentro de los viejos.
- Amy, ¿por qué no me lo dijiste? – su madre parecía encantada.
- ¿Decir qué?
- Que piensas mudarte, John acaba de contármelo.
- Bueno, eso…
- Es magnífico, te hará muy bien – dijo la madre.
- Mamá, aún no lo decido…
- Oh…Bien… - su madre miró al viejo y éste se encogió de hombros. Amy sintió deseos de golpear a ambos. No entendía ese simulacro de charla de familia, esa mala parodia de padres que aconsejan y sobre todo no entendía por qué su madre parecía tan dispuesta a dejarla ir. Más que eso: la estaba empujando para que se fuera. ¿Ella le estorbaba, entonces?
- Creí que te disgustaría – dijo Amy.
- Querida, es lo más natural – dijo su madre.
- Te pedí que no se lo dijeras – Amy miró al viejo muy seriamente
- Creo que sería un error que te marcharas ahora – dijo él y su mirada tenía un brillo de complicidad.
- Tú no decides en mis cosas – dijo la chica. Pero por lo menos él parecía desear que se quedara, no como su madre…
- Amy, tarde o temprano deberás seguir tu camino – siguió diciendo la vieja.
- Aún me faltan dos años para la universidad, madre.
- Es cierto… -dijo el viejo.
- Y tal vez ni siquiera quiera ir a la universidad.
- Bueno, como sea – dijo la madre levantándose – En un rato estará lista la cena.
- Pareces muy interesada en que me vaya.
- Amy, por favor.
- Nadie quiere que te vayas – dijo el viejo.
- Claro, claro – dijo la madre.
- Ustedes me enferman - dijo Amy, saliendo para ir al baño. –Me iré pronto.
- No lo harás - escuchó que decía el viejo a sus espaldas. Y su madre, riendo:
- Déjala en paz, John.
Las ollas hervían y seguían hirviendo, como siempre a esa hora en casa de Amy.
- No creas que me voy por miedo. Es sólo que ya no aguanto esta casa.
- ¿Y adónde vas?
- Eso no voy a decírtelo. No voy a decírselo a nadie…
- Tu madre…
- Ella no sabe nada, no me dejaría hacerlo, tú la conoces.
- Sí – el viejo se quedó un momento pensativo - ¿Y por qué te has molestado en avisarme a mí?
- No lo sé. Supongo que para que sufras.
- Me hará mucho daño no tenerte.
- Cierra esa boca sucia. No te atrevas a decir cosas así.
- Pero es cierto. – dijo el viejo con voz ronca y bajó la cabeza. Al instante ella pudo oír un débil sollozo.
- Deja eso, viejo. No me conmueven tus lamentos, sé muy bien la clase de basura que eres.
- Amy, por favor, no digas eso.
- Basura, eso es lo que eres.
Desde la cocina les llegaron los ruidos que hacía la madre de la muchacha. Destapaba ollas y estaba golpeando en una tabla mientras tarareaba la música de la radio. Casi anochecía.
- Ella debería saberlo – dijo el viejo.
- No, es mejor así. Mis cosas no le importan, de todos modos.
- Tu madre te quiere, Amy.
- Pues se ha cuidado muy bien de no demostrarlo. Te ha preferido a ti, que eres una basura.
- No, no…
- ¿Ahora dirás que tú también me quieres? Es el colmo…
La madre entró a la pequeña sala secándose las manos en el delantal. Sonreía distraídamente y no pareció darse cuenta de la seriedad de ellos dos.
- Ya falta poco – dijo y se sentó en el apoyabrazos al lado del viejo. - ¿De qué hablaban?
- De béisbol – dijo la muchacha y se dirigió a la cocina. Temblaba sin control y cuando quiso tomar un vaso estuvo a punto de dejarlo caer al suelo. Aspiró profundamente y llenó el vaso con agua de la canilla. Las ollas hervían armoniosamente y las fragancias de la cena la hicieron sentir peor. Las lágrimas corrieron incontenibles y ella sintió deseos de gritar. Él debería irse y no ella. El monstruo era quien debía irse, aprovechar que no había sido delatado, dar gracias por eso e irse. Debería haberle contado todo a mi madre, pensó. Pero lo había intentado y ella nunca quiso escucharla o eso creía Amy. Su madre parecía desviar la conversación o incluso era francamente acusadora cuando ella…
- Debería haberlo intentado mucho más, muchas veces más, ahora mismo…
- Amy, ven aquí inmediatamente – dijo su madre desde la sala. Era extraño, pero la orden tenía un tono de buen humor incomprensible. Se secó los ojos y fue al encuentro de los viejos.
- Amy, ¿por qué no me lo dijiste? – su madre parecía encantada.
- ¿Decir qué?
- Que piensas mudarte, John acaba de contármelo.
- Bueno, eso…
- Es magnífico, te hará muy bien – dijo la madre.
- Mamá, aún no lo decido…
- Oh…Bien… - su madre miró al viejo y éste se encogió de hombros. Amy sintió deseos de golpear a ambos. No entendía ese simulacro de charla de familia, esa mala parodia de padres que aconsejan y sobre todo no entendía por qué su madre parecía tan dispuesta a dejarla ir. Más que eso: la estaba empujando para que se fuera. ¿Ella le estorbaba, entonces?
- Creí que te disgustaría – dijo Amy.
- Querida, es lo más natural – dijo su madre.
- Te pedí que no se lo dijeras – Amy miró al viejo muy seriamente
- Creo que sería un error que te marcharas ahora – dijo él y su mirada tenía un brillo de complicidad.
- Tú no decides en mis cosas – dijo la chica. Pero por lo menos él parecía desear que se quedara, no como su madre…
- Amy, tarde o temprano deberás seguir tu camino – siguió diciendo la vieja.
- Aún me faltan dos años para la universidad, madre.
- Es cierto… -dijo el viejo.
- Y tal vez ni siquiera quiera ir a la universidad.
- Bueno, como sea – dijo la madre levantándose – En un rato estará lista la cena.
- Pareces muy interesada en que me vaya.
- Amy, por favor.
- Nadie quiere que te vayas – dijo el viejo.
- Claro, claro – dijo la madre.
- Ustedes me enferman - dijo Amy, saliendo para ir al baño. –Me iré pronto.
- No lo harás - escuchó que decía el viejo a sus espaldas. Y su madre, riendo:
- Déjala en paz, John.
Las ollas hervían y seguían hirviendo, como siempre a esa hora en casa de Amy.
17/10/2006 Durante la cena (*)
Se habían sentado como siempre, su madre en la cabecera y ellos enfrentados. El viejo le dirigía de vez en cuando una rápida mirada y cuando ella se la sostenía él bajaba la vista al plato inmediatamente.
- Deja de mirarme – le dijo Amy al viejo.
- Amy, compórtate en la mesa – dijo su madre.
- Díselo a él. Me molesta como me mira.
- No te he mirado en absoluto – dijo el viejo.
- No discutiremos durante la cena – dijo la madre y enseguida sonrió - ¿Han oído quién vendrá pronto?
Seguramente, pensó Amy, su madre hablaba de algún cantante que haría su pasada por el pueblo. Intentó cerrar los oídos a lo que vendría a continuación.
- Billy White vendrá en junio, y con toda su banda. No como hizo en Denver, que se presentó solo y cantó sobre una grabación. Creo que timaron a los de Denver, eso es lo que pienso.
- Billy White es un timo con o sin banda. Jesús, yo canto más afinado cuando me baño…
- Oh, no hablas en serio, John. Es muy dulce, y tiene esas hermosas canciones, ya sabes, tan románticas… Amy, ¿te gustaría acompañarnos a verlo?
- No – dijo Amy - . Tal vez ni esté aquí en Junio, de todos modos.
- ¿Vuelves con eso? ¿Entonces sí piensas irte?
- Siempre pienso en eso. Desde hace mucho tiempo.
- Niña – dijo la madre - , no seas insolente. Si quieres irte, adelante. Pero no intentes aparecer como una víctima, como si…
- Cálmate. – dijo el viejo.
- Pero es que todo tiene un límite, ¿verdad? – su madre se veía exaltada por demás. Tenía la cara roja y hablaba casi gritando. Le dijo a Amy: - Si lo piensas desde hace mucho ya deberías haberte ido, entonces. Aquí nadie te retiene, ¿me oyes?
- Rose, por favor… -pidió el viejo.
- Es que no voy a soportar esto, John.
- Debí haberme ido hace mucho tiempo, en eso tienes razón. Debí haberme escapado corriendo cuando…
- Guarda silencio, niña – dijo su madre con los dientes apretados. Acercó el rostro al de Amy y algunas gotas de saliva mojaron a la muchacha cuando le espetó: – Todos tenemos cosas que es mejor callar, ¿no es cierto?
Era un comportamiento extraño en su madre. En general rehuía cualquier tipo de enfrentamiento directo, y aunque ahora parecía querer dar por terminado el tema, la violencia del tono le permitía a Amy dejarse ir también, si quisiera, salirse por un rato de los esquemas impuestos y dejar que aflore todo. Sintió que el viejo la pateaba por debajo de la mesa y eso la desconcentró por un momento.
- El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra, dice el Evangelio. Y no creo que ese sea tu caso precisamente, Amy.
- No tienes idea de lo que hablas – dijo Amy conmovida. – Eres tan horrible… - Ahora el pie del viejo había dejado de patearla y jugaba a pisarla suavemente. Por un instante se subía a su pie y salía de ahí enseguida, y volvía a subirse al momento siguiente. Era enloquecedor.
- Todos somos pecadores – dijo el viejo mirando a la madre. No dejaba de tocar el pie de Amy y ella parecía no poder moverlo.
- Así es, querido.
- Ahora cálmate, Rose.
- Lo haré, sí…
- Amy no pretendía desafiarte.
- Lo sé, tal vez fui muy brusca. Pero sabes que no me he sentido bien últimamente.
- Debes descansar más, ya te lo he dicho.
- Me siento muy cansada a veces.
- Es por tu problema, deberías ver al médico.
- Iré la próxima semana.
- Eso estará muy bien. – El viejo pisó a Amy con fuerza y ella tuvo que contener un grito. La miró directo a los ojos. – Amy se ocupará de todos tus quehaceres.
- No lo haré – dijo la chica al borde del llanto.
- Será sólo hasta que el doctor diga que tu madre se encuentra mejor, Amy.
- ¡Ella no tiene nada, y lo sabes!
- Por supuesto que tengo, qué clase de locura…
- Amy, estás siendo impertinente y mentirosa.
- Es una bruja, John… - dijo la madre.
- Cerdos – dijo Amy con suavidad, y comenzó a llorar silenciosamente.
- ¿Qué es lo que has dicho? – su madre se levantó con el brazo en alto.
- Rose, siéntate – dijo el viejo tomando la mano de la mujer -. Por favor, querida. Siéntate.
- John…- la madre también sollozaba.
- Ya cálmense. Todos estamos un poco nerviosos hoy. Y se me ha enfriado la cena, ¿alguien escuchará mi queja? – el viejo le sonrió a la mujer y ella se levantó de inmediato tomando el plato de él. Miró a la hija por un instante, pero luego tomó su propio plato y se fue hacia la cocina.
- Amy, ¿qué intentas hacer?
- Voy a decirle todo lo que se me ocurra, todo es cierto y ella no está enferma. Está loca, y tú también. Ambos están locos y ya no sé quién es peor.
- Pero sí está enferma.
- No, lo hace para darte lástima. Se hace la enferma cuando no quiere escuchar o para que le tengan lástima. El médico no le encuentra nada, ¿verdad?
- Hay enfermedades así, Amy…
- Ella no está enferma, tal vez esté loca pero no tiene nada en su maldito cuerpo.
- Escucha, debemos cuidar de ella, los dos.
- Eres tan bondadoso, John – dijo Amy con ironía -. Eres un encanto, en serio.
- Amy, no sigas diciendo que te irás.
- Pero lo haré, John – Amy pronunció el nombre imitando a su madre -. He estado pensando que buscaré a mi padre, ¿qué te parece eso, John?
- Tu padre. Estaría muy mal eso, Amy.
- ¿Según quién, John? ¿El Evangelio de mi madre?
- Tu padre las abandonó a ambas, Amy. Ya lo sabes.
- No me extraña que abandonara a mi madre. Yo lo haré también.
- Voy a suicidarme si lo haces.
- Me gustaría ver eso. Procura matar antes a mi madre, ¿quieres?
- Lo digo en serio.
- Sí que eres desagradable, John. Me gustaría que Rose escuchara las cosas que dices cuando estamos solos.
- Podría matarla, si me lo pidieras en serio.
- Hazlo - dijo Amy, y ambos quedaron callados. Al cabo de un rato, ella se levantó –. Maldito seas.
Se habían sentado como siempre, su madre en la cabecera y ellos enfrentados. El viejo le dirigía de vez en cuando una rápida mirada y cuando ella se la sostenía él bajaba la vista al plato inmediatamente.
- Deja de mirarme – le dijo Amy al viejo.
- Amy, compórtate en la mesa – dijo su madre.
- Díselo a él. Me molesta como me mira.
- No te he mirado en absoluto – dijo el viejo.
- No discutiremos durante la cena – dijo la madre y enseguida sonrió - ¿Han oído quién vendrá pronto?
Seguramente, pensó Amy, su madre hablaba de algún cantante que haría su pasada por el pueblo. Intentó cerrar los oídos a lo que vendría a continuación.
- Billy White vendrá en junio, y con toda su banda. No como hizo en Denver, que se presentó solo y cantó sobre una grabación. Creo que timaron a los de Denver, eso es lo que pienso.
- Billy White es un timo con o sin banda. Jesús, yo canto más afinado cuando me baño…
- Oh, no hablas en serio, John. Es muy dulce, y tiene esas hermosas canciones, ya sabes, tan románticas… Amy, ¿te gustaría acompañarnos a verlo?
- No – dijo Amy - . Tal vez ni esté aquí en Junio, de todos modos.
- ¿Vuelves con eso? ¿Entonces sí piensas irte?
- Siempre pienso en eso. Desde hace mucho tiempo.
- Niña – dijo la madre - , no seas insolente. Si quieres irte, adelante. Pero no intentes aparecer como una víctima, como si…
- Cálmate. – dijo el viejo.
- Pero es que todo tiene un límite, ¿verdad? – su madre se veía exaltada por demás. Tenía la cara roja y hablaba casi gritando. Le dijo a Amy: - Si lo piensas desde hace mucho ya deberías haberte ido, entonces. Aquí nadie te retiene, ¿me oyes?
- Rose, por favor… -pidió el viejo.
- Es que no voy a soportar esto, John.
- Debí haberme ido hace mucho tiempo, en eso tienes razón. Debí haberme escapado corriendo cuando…
- Guarda silencio, niña – dijo su madre con los dientes apretados. Acercó el rostro al de Amy y algunas gotas de saliva mojaron a la muchacha cuando le espetó: – Todos tenemos cosas que es mejor callar, ¿no es cierto?
Era un comportamiento extraño en su madre. En general rehuía cualquier tipo de enfrentamiento directo, y aunque ahora parecía querer dar por terminado el tema, la violencia del tono le permitía a Amy dejarse ir también, si quisiera, salirse por un rato de los esquemas impuestos y dejar que aflore todo. Sintió que el viejo la pateaba por debajo de la mesa y eso la desconcentró por un momento.
- El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra, dice el Evangelio. Y no creo que ese sea tu caso precisamente, Amy.
- No tienes idea de lo que hablas – dijo Amy conmovida. – Eres tan horrible… - Ahora el pie del viejo había dejado de patearla y jugaba a pisarla suavemente. Por un instante se subía a su pie y salía de ahí enseguida, y volvía a subirse al momento siguiente. Era enloquecedor.
- Todos somos pecadores – dijo el viejo mirando a la madre. No dejaba de tocar el pie de Amy y ella parecía no poder moverlo.
- Así es, querido.
- Ahora cálmate, Rose.
- Lo haré, sí…
- Amy no pretendía desafiarte.
- Lo sé, tal vez fui muy brusca. Pero sabes que no me he sentido bien últimamente.
- Debes descansar más, ya te lo he dicho.
- Me siento muy cansada a veces.
- Es por tu problema, deberías ver al médico.
- Iré la próxima semana.
- Eso estará muy bien. – El viejo pisó a Amy con fuerza y ella tuvo que contener un grito. La miró directo a los ojos. – Amy se ocupará de todos tus quehaceres.
- No lo haré – dijo la chica al borde del llanto.
- Será sólo hasta que el doctor diga que tu madre se encuentra mejor, Amy.
- ¡Ella no tiene nada, y lo sabes!
- Por supuesto que tengo, qué clase de locura…
- Amy, estás siendo impertinente y mentirosa.
- Es una bruja, John… - dijo la madre.
- Cerdos – dijo Amy con suavidad, y comenzó a llorar silenciosamente.
- ¿Qué es lo que has dicho? – su madre se levantó con el brazo en alto.
- Rose, siéntate – dijo el viejo tomando la mano de la mujer -. Por favor, querida. Siéntate.
- John…- la madre también sollozaba.
- Ya cálmense. Todos estamos un poco nerviosos hoy. Y se me ha enfriado la cena, ¿alguien escuchará mi queja? – el viejo le sonrió a la mujer y ella se levantó de inmediato tomando el plato de él. Miró a la hija por un instante, pero luego tomó su propio plato y se fue hacia la cocina.
- Amy, ¿qué intentas hacer?
- Voy a decirle todo lo que se me ocurra, todo es cierto y ella no está enferma. Está loca, y tú también. Ambos están locos y ya no sé quién es peor.
- Pero sí está enferma.
- No, lo hace para darte lástima. Se hace la enferma cuando no quiere escuchar o para que le tengan lástima. El médico no le encuentra nada, ¿verdad?
- Hay enfermedades así, Amy…
- Ella no está enferma, tal vez esté loca pero no tiene nada en su maldito cuerpo.
- Escucha, debemos cuidar de ella, los dos.
- Eres tan bondadoso, John – dijo Amy con ironía -. Eres un encanto, en serio.
- Amy, no sigas diciendo que te irás.
- Pero lo haré, John – Amy pronunció el nombre imitando a su madre -. He estado pensando que buscaré a mi padre, ¿qué te parece eso, John?
- Tu padre. Estaría muy mal eso, Amy.
- ¿Según quién, John? ¿El Evangelio de mi madre?
- Tu padre las abandonó a ambas, Amy. Ya lo sabes.
- No me extraña que abandonara a mi madre. Yo lo haré también.
- Voy a suicidarme si lo haces.
- Me gustaría ver eso. Procura matar antes a mi madre, ¿quieres?
- Lo digo en serio.
- Sí que eres desagradable, John. Me gustaría que Rose escuchara las cosas que dices cuando estamos solos.
- Podría matarla, si me lo pidieras en serio.
- Hazlo - dijo Amy, y ambos quedaron callados. Al cabo de un rato, ella se levantó –. Maldito seas.
(*) Agarrada definitivamente la canaleta, esto puede continuar con Después de la cena, A los postres, Con el cafecito, etc.
13 comentarios:
Me hace acordar a Lolita, por la historia y por el contexto, ¿cómo era el ejercicio?
Atrapante ejercicio
FROG: Bueno, leímos 'El cambio radical', un cuento de Hemingway como ejemplo, y la idea era no hacer diálogos al pedo, sino que definan los personajes y 'lleven' la historia. Tenía las primeras cinco líneas de lo que dice la chica, sin las respuestas del otro.
ANA: Muchas gracias, me han dicho por ahí que parece 'el inicio' de un cuento, así que tal vez continúe, nada más que por llevarme la contra a mí mismo.
Estaría bueno que siga, es un muy buen comienzo y por lo que cuenta del ejercicio me parece que cumple con las condiciones requeridas.
ANA: Bueno.
Gracias!
Vio que valìa la pena?
a ud le gustó?
ANA: Le advierto que ya está escrito "Después de la cena" y todavía no termina, pero lo voy a pasar todo a "argentino". Gracias por el incentivo!
wow! wow! esta requetebuenaza! ji. Para cuando el final? Porque esto se tronó por demás emocionante.
tt: jaja "Requetebuenaza" suena lindo!!! Me imagino que con el cantito debe ser espectacular...(¿tenés cantito?) Muchas gracias.
neo: Por consejos de mi profesora y de mi terapeuta, voy a terminarlo en ese estilo (que no sé de dónde salió) y después lo escribo bien, en argentino.
Pero me parece que ya es tarde para ponerlo acá, avise y se lo mando a su casa.
Hey, me gustó!
Sergio, lo leí porque lo escribiste vos y porque para opinar...ni modo; pienso primero que, como en toda actividad de estudios, en tu carrera hay cosas que es necesario hacer y aprender, pero este capítulo que podría calificarse de "libretista de teleteatro" me gustaría saltarlo.. (espero que comprendas que opino desde la posición del que no hace los estudios para esta apreciada labor de escribir) porque no hay cosa que me repugne más que el espectáculo de la miseria humana (por causa de mis propias miserias) y no entiendo como hay alguien que pueda deleitarse "contemplándose" en ese vil espejo. Sin embargo como ejercicio es convincente.Saludos amigo.
Profe: Hmm...tá complicado.
No es que me regodee con cosas así, y es cierto que puede causar repulsión. Pero en este caso no hay que olvidar el componente "Poder" que se está manejando.
Como no creo que nadie venga a espiar tan atrás, te cuento a vos solo que estoy comenzando un cuento con las mismas características, aunque un poco peor porque se trata del padre biológico. Y también estará muy presente el tema del poder (de todo el manejo del poder, el del padre, el que ejerce la "niña" con el viejo a través de favores sexuales, etc). Es más, el cuento se llamará "La colmena", y sacarás muy rápido tus propias conclusiones.
Saludos!
¡Ah, estimado Sergio! ese mal llamado "arte" de la manipulación que esclaviza y denigra no solo al manipulado sino también al manipulador...reitero, lo leeré pero con el estómago vacío.
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