(ojo. a lo mejor termina siendo un country o la mismísima buenos aires,…
en todo caso ejercicio muy libre, del estilo “escribí que algo sale”, pero bastante prometedor, si se me permite)
La gran cabeza de vidrio domina todo el área, que incluye a la pequeña ciudad y a la selva que comienza más allá. Está suspendida en el aire, veinte metros por encima del edificio más alto. Es blanca, traslúcida, con vetas azules y con hilos rojos que la surcan como una monstruosa red sanguínea. Tiene unos cuarenta metros de altura y no tiene rasgos muy definidos: podría ser una mujer de pelo corto. En la ciudad futurista llueve casi permanentemente y los rayos le dan a la cabeza un aspecto sobrecogedor. La boca de la esfinge es lo único que presenta detalles, aunque no tantos como para determinar su género . Es una boca grave, abierta, donde se advierten los caninos enormes y los colmillos agudos, la lengua, y la bóveda hendida del paladar. Los labios están ligeramente alargados hacia adelante: la boca forma una “O” gigantesca.
La gran cabeza mira hacia la selva, atravesando con la vista la ciudad de metal de este a oeste, y la nuca da sobre el río oscuro y caudaloso, donde las nubes sulfurosas cubren franjas de peces muertos. La figura tiene la apariencia de estar viendo algo que se acerca desde la jungla, y de espantarse con lo que ve.
Los incendios de la selva se ven primero en la cabeza. En esas ocasiones, las lenguas de fuego la encienden como si saliera el sol, y es un astro pavoroso e inmóvil que puede durar días enteros. A veces, cuando la gran cabeza de vidrio se llena de fuego, se oyen tambores. Pero los habitantes de la ciudad metálica no reconocen el sonido lejano ni saben nada del rencor de los parches, y lo atribuyen a la tormenta perpetua. De todas formas los haces de neón verde atraviesan la ciudad y las alarmas hacen que los peatones se refugien aterrados. Las puertas se cierran herméticamente mientras la cabeza arde, y no vuelven a abrirse hasta que el vidrio se calma.
Nadie se pregunta cómo se sostiene la cabeza mineral, ni qué significan los incendios. La aceptan como aceptan el dorado de sus calles y las fuentes de ambrosía, como parte de un orden divino que puede mantener esa luna de vidrio suspendida para siempre: un ídolo misterioso y un vigía para la barbarie circundante. Si la cabeza de los largos colmillos no estalla (y a veces parece temblar con los tambores) los de la ciudad estarán bien.
en todo caso ejercicio muy libre, del estilo “escribí que algo sale”, pero bastante prometedor, si se me permite)
La gran cabeza de vidrio domina todo el área, que incluye a la pequeña ciudad y a la selva que comienza más allá. Está suspendida en el aire, veinte metros por encima del edificio más alto. Es blanca, traslúcida, con vetas azules y con hilos rojos que la surcan como una monstruosa red sanguínea. Tiene unos cuarenta metros de altura y no tiene rasgos muy definidos: podría ser una mujer de pelo corto. En la ciudad futurista llueve casi permanentemente y los rayos le dan a la cabeza un aspecto sobrecogedor. La boca de la esfinge es lo único que presenta detalles, aunque no tantos como para determinar su género . Es una boca grave, abierta, donde se advierten los caninos enormes y los colmillos agudos, la lengua, y la bóveda hendida del paladar. Los labios están ligeramente alargados hacia adelante: la boca forma una “O” gigantesca.
La gran cabeza mira hacia la selva, atravesando con la vista la ciudad de metal de este a oeste, y la nuca da sobre el río oscuro y caudaloso, donde las nubes sulfurosas cubren franjas de peces muertos. La figura tiene la apariencia de estar viendo algo que se acerca desde la jungla, y de espantarse con lo que ve.
Los incendios de la selva se ven primero en la cabeza. En esas ocasiones, las lenguas de fuego la encienden como si saliera el sol, y es un astro pavoroso e inmóvil que puede durar días enteros. A veces, cuando la gran cabeza de vidrio se llena de fuego, se oyen tambores. Pero los habitantes de la ciudad metálica no reconocen el sonido lejano ni saben nada del rencor de los parches, y lo atribuyen a la tormenta perpetua. De todas formas los haces de neón verde atraviesan la ciudad y las alarmas hacen que los peatones se refugien aterrados. Las puertas se cierran herméticamente mientras la cabeza arde, y no vuelven a abrirse hasta que el vidrio se calma.
Nadie se pregunta cómo se sostiene la cabeza mineral, ni qué significan los incendios. La aceptan como aceptan el dorado de sus calles y las fuentes de ambrosía, como parte de un orden divino que puede mantener esa luna de vidrio suspendida para siempre: un ídolo misterioso y un vigía para la barbarie circundante. Si la cabeza de los largos colmillos no estalla (y a veces parece temblar con los tambores) los de la ciudad estarán bien.
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Fe de erratas: Caninos y colmillos son lo mismo.
8 comentarios:
Sergio, el último párrafo es tan bueno, que valoriza todo lo demás.
Me encantó.
Saluditos.
¿Usted dice el párrafo de la Luna? (Muchas gracias!)
Sí, la luna de vidrio suspendida.
Lo merece su párrafo.
muy bien también, por su fe (de erratas).
LA LUNA: Oiga, hasta hay un cuento completo con ese título. Búsquelo en el índice, si quiere.
Yo pensaba que esos eran dos tipos de dientes, pero me estaba acordando de "La hora del vampiro" de King y los usa indistintamente, así que yo estaba equivocado.
Si, si, lo leí. El de los perros.
Ud. escribe bien, para mi gusto.
Es de mañana, buenos días.
Buenos días. Imagínelo doblado por gallegos...No, mejor no...
Besos!
Cierto que promete...me atrae ese río oscuro y caudaloso, sobre el que flotan sulfurosas nubes ya que puede ser un acceso a la ciudad ¡y por detrás de la mirada de la cabeza!...fuera de lo de los colmillos (te felicito por no tener reparo en revisar y corregir)tal vez el calificativo de "esfinge" no le correspondería a "la cabeza" puesto que al parecer carece de cuerpo ¿verdad? Te saludo, amigo.
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