Yo no participé de las actividades de la villa nunca. Mis ahorros estaban debidamente protegidos y aunque deben haberles despertado fantasías a más de uno, yo sabía que no corrían ningún riesgo. Esporádicamente emergía un tanto para ver cómo seguían las cosas y volvía a enterrarme en mi agujero. Durante los primeros días temí que el asunto nunca se olvidara, pero de a poco todo se fue calmando.
Hasta que vino el perro.
Si me pidieran elegir un sonido que represente la villa, me inclinaría por el de los perros. No sólo los ladridos, sino las peleas, los apareamientos, los aullidos nocturnos.
De vez en cuando alguno de los villeros empezaba a los tiros, cuando los perros estaban molestando demasiado. No ocurría muy a menudo, porque los horarios de descanso de la villa no son exactamente los mismos que en un barrio. Las noches tienen su movimiento también y nadie se preocupa por ser un vecino modelo. Pero a veces los animales se ponían insoportables y eran tantos que de alguna forma había que amedrentarlos. Alguna vez disparé yo también.
Una de esas noches, apareció el Negro.
Yo estaba leyendo el diario (había una nota que hablaba de mí) y comenzaba a ganarme el sueño por sobre el batifondo del perrerío. Alguien disparó un par de veces y se produjo el desbande general. Por un hueco de la casilla se metió el perro. No parecía asustado sino más bien enojado
lunes, abril 24, 2006
El perro
/// (fragmento)
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1 comentario:
"Yo estaba leyendo el diario (había una nota que hablaba de mí)..."
qué habrá hecho ese hdp !?
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