martes, abril 18, 2006
Lluvia en Alchagualasto
///(fragmento)
Una gota. Otra. Ahora un trueno, pero todavía no se decide a llover. Me dicen los paisanos que no me haga muchas ilusiones, de todas formas. En Alchagualasto la lluvia es más bien un deseo permanente, que pocas veces llega a concretarse. Y la tierra partida y reseca les da toda la razón a los que dudan. Los escasos animales son puros huesos pegados a cuero tirante. En los tres meses que llevo aquí, es la primera vez que cae una gota. Me siento culpable por irme en unos días a lo que ya se me representa como el Paraíso. Vuelvo a Tucumán, para una revisión en Los Menhires.
Pero ahora es Alchagualasto y su aridez acobardante. Y los preparativos de una lluvia que acaso nunca se produzca. Si lloviera, sería una despedida ideal. Me iría dejando a Beatriz Montes un poco más contenta. A esa valiente Beatriz, vendedora de pan casero y flores secas, que me ha querido a su modo silvestre y asombrado. Vaya uno a saber qué fue lo que pensó cuando le dije que era espeleólogo. Beatriz toda ojos negros y sonrisa por las dudas. Beatriz tímida al principio y después Beatriz estrenando amores furtivos con espeleólogo viejo y cansado. ///
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2 comentarios:
Me gusta mucho cómo lograste la gravitación de la lluvia en la sequía, ese peso propio ganado por la ausencia, por la atroz necesidad de la tierra de un poco de humedad.
Tamara: Bienvenida! He andado un poco por "La calesita...", pero no me animé todavía a dejarte comentarios. Tomo tu visita como una invitación. Nos vemos!
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