Mi mejor amigo se llama Claudio. Por razones obvias no puedo mencionar las correrías que hemos compartido; básteme decir que la vida ha sido demasiado generosa al ponerlo en mi camino. Y sóbreme con agregar: es una de las personas más inteligentes que conozco, y seguramente el que más me hace reír.
Como hacen los buenos amigos, Claudito estuvo el sábado 17 de Mayo en mi cumpleaños, a pesar de estar con fiebre, dolor de garganta, creo que gases, etc.
Estuvo ahí, hecho una porquería pero estuvo.
El regalo fue su presencia, pero además, en un gesto muy propio de él, me regaló una hermosa petaquita con mis iniciales que yo deseaba mucho, y una cajita de habanos.
El viernes 23 de Mayo (apenas unos días después) fue el cumpleaños de Claudio.
Y es la segunda vez que se me olvida por completo.
La primera (por lo menos) llamé para ver si salíamos con un par de atorrantas que yo conocía (Claudio estaba separado, y yo soltero) y ahí me puso al tanto de la situación:
- Es mi cumpleaños, hijo de mil putas – dijo Claudio.
- Ah…Ya voy…Aguantá…
Pero esta vez…una laguna inconmensurable.
El otro día le comentaba al Yaya por mail que soy un poco despistado. No sé si me creyó. ¿Sabe qué día se lo escribí, Yaya? El 23 de Mayo. El día que cumplió años mi mejor amigo.
Para colmo de males, el viernes me fui a la casa de mi novia sin el cargador del celular, y tronó enseguida (eso ya no es despiste, podemos hablar sin temor a equivocarnos de una pelotudez importante).
El sábado bien, gracias, un poco fresquito.
El domingo a la tarde volvimos a casa. Cargué el celular. Entraron 5 mensajes de Claudio, no demasiado explícitos (para mí).
Respondí displicentemente: "Puto" y me dispuse a preparar el mate.
Entonces llegó uno nuevo que decía algo así como "Te estuve esperando, reverendo hij…"
Me corrió un frío por la espalda.
Mandé mensajes urgentes, llamé, hice promesas ridículas…
Lo peor de todo es que Claudio no se enojó.
Pero boludeces así terminan jodiendo las relaciones, por más genial que sea el agraviado.
Se me ocurrió que hacer público este pedido de disculpas tal vez sirva, no para arreglar la cagada con mi amigo, sino para que se me vaya haciendo carne que no se puede ser tan desbolado, que un poco está bien y hasta queda lindo, pero no en todos los rubros. Uno tiene todo el derecho (la obligación, diría) a olvidarse del aniversario de casado, eso hace que las mujeres reasuman su papel y hasta se sienten revalorizadas en su rol…pero ¿el cumpleaños de un amigo? Las reuniones con mis amigos, sobre todo con Claudio, son de las cosas que más disfruto en la vida.
Entonces, ¿por qué, Dios, por qué? ¿Por qué no me lo anoté en un huevo, Dios?
Le dije a Claudio que iba a escribir algo sobre ésto en el blog. Y me dijo que lo iba a leer…el año que viene.
Eso sería muy justo, pero yo creo que no va a aguantar tanto.
Le va a picar la curiosidad por saber si me olvidé de hacerlo.
Perdón, Claudito.
Te quiero mucho.