lunes, marzo 29, 2010

Oblogo nº 31


Los chicos de Oblogo han tenido la gentileza de invitarnos a participar del número 31.
Aquí el link a la revista en cuestión, y aquí el post original.

Como siempre, muchísimas gracias.

lunes, marzo 22, 2010

Post reciclado

No legalicen la infidelidad
Enero de 2007

Ahora, que teníamos el proyecto abrochado, que finalmente habíamos redondeado la idea y habíamos podido transmitirla con la claridad necesaria; ahora que por fin lo había aceptado mi pareja actual, justo ahora, ya no sé si quiero que me dejen ser infiel.

Después de años de juntar argumentos en contra de la fidelidad, de hablar hasta por los codos de la utopía de la monogamia, de proclamar que ir en contra de la naturaleza es suicida, después de todo eso me agarran las dudas.

Después de convencer: a los cultos con historias de Grecia, a los formales con la posibilidad de diversión, a los conservadores con la promesa de que no sería obligatorio, y a los creyentes con los ejemplos nefastos de la abstinencia, ahora comprendo que estábamos equivocados.

Desempolvamos esa vieja teoría que se llamó “la nueva fidelidad” y cuyos principios básicos eran Libertad y Sinceridad, y que tenía bastante que ver con lo que nosotros impulsábamos hasta ayer mismo, aunque esa palabra, Sinceridad, expuesta así, en forma tan impúdica, nos hacía imaginar a los integrantes de la pareja contándose qué habían hecho y con quién, y no nos cerraba. Lo nuestro era otra cosa: enaltecíamos el respeto por el otro, pero más bien desde el “ojos que no ven, pero saben”.

Lo que prometíamos era vedarnos las aventuras con gente conocida y en lugares conocidos; garantizábamos la prohibición de usar el lecho conyugal para los encuentros, jurábamos inmunidad para los familiares y por sobre todo abolíamos cualquier tipo de interrogatorio.

Queríamos dar rienda suelta a nuestros instintos, pero aspirábamos a la comprensión y aprobación de la sociedad toda, y en nuestro fuero íntimo soñábamos con que el ejemplo cundiera y suponíamos que el incremento de actividad sexual nos beneficiaría a todos. Y, al haber más gente probando nuevas experiencias, sería más fácil evitar los casos que mencionábamos antes: nada de mirar con ganas a la cuñada, para qué, si el río abundaría en peces. Queríamos descriminalizar la infidelidad.
Estábamos tan equivocados.

Ahora, que el Proyecto cuenta con media sanción en la Cámara Baja, que los diarios hablan de esta verdadera revolución cultural, ahora que había ajustado mi agenda para festejar con todas mis amantes, me doy cuenta de que hemos aniquilado el componente principal: el sabor de lo prohibido.

Ya no será peligroso quedarse después de hora con la secretaria nueva, ya será legal que salgamos con otras mujeres, ya no necesitaremos inventar partiditos de fútbol y ellas de paddle. Ya nunca nos provocará vértigo percibir en nuestra ropa un perfume delator.
Habremos por fin reconocido nuestra naturaleza juguetona y sensual, nuestra imperiosa necesidad de seducir y ser seducidos constantemente, nuestras urgencias hormonales y nuestros deseos de probar todo lo que se pueda antes del fin.

Habremos reconocido todo eso, pero también habremos clausurado definitivamente nuestra producción de adrenalina, de sudor frío y de saliva espesa, habremos sepultado nuestra capacidad inventiva y de asombro, habremos perdido el miedo en definitiva, y con él nuestras mejores posibilidades de supervivencia.

viernes, marzo 19, 2010

Con respecto a la encuesta

  1. Agregué unos días para el cierre, porque me parece un tema interesante y porque yo no tuve tiempo de escribir nada...aún
  2. Para los hombres (sobre todo): hay un ítem insidioso que menciona prostitutas. Digo, por si no lo leyeron.
  3. El/la que votó "Soy infiel y me la banco"...¿podría explayarse, aunque sea en forma anónima? Aquí tiene un post pertinente donde comentar, por si le hacía falta. Y si no, ¿no me lo mandaría por mail?

Como siempre, muchas gracias por participar.

jueves, marzo 18, 2010

LIliana Varela

La verdad es que no la conozco a Liliana Varela, ni recuerdo haber recibido mail ni nada de eso, pero desde ya le agradezco lo que hizo con uno de los microcuentos que escribimos "para leer en la escalera mecánica".

Lo encontré de pedo, eso sí.

Linda sorpresa.




El resto de los micros está acá

viernes, marzo 05, 2010

Cibersex



Los profesionales de la salud debemos mantenernos permanentemente actualizados. Obviamente, nosotros los sexólogos también. Pero mi especialidad, a mis casi 65 años, ha tomado ribetes francamente bizarros. Una cosa es que me actualice y otra muy distinta es tener que estar al tanto de todas las porquerías que hace la gente por la Internet. Antes era más sencillo, dejame de joder.

Antes era yo, como experto en el tema, el que desinhibía a los pacientes, el que destrababa tabúes, el que indicaba la forma correcta de hacer las cosas. Ahora digamos que la piloteo, pero a veces me da mucha vergüenza, o no tengo la menor idea de lo que me están hablando. ¿Inconvenientes con el sexo virtual? ¿Me corresponde a mí o mejor llaman a UolSinectis?

Yo supongo que los médicos más jóvenes lo habrán tomado mucho mejor. Al fin y al cabo crecieron con estas tecnologías y estos degeneramientos modernos.
Pero a mí todavía me resulta extraño, qué querés que te diga. Que venga un tipo de 50 y me diga que está teniendo problemas de erección porque la novia no maneja bien la camarita, me da ganas de reírme.
Que me diga que la mina no es una veterana de Barracas, sino una pendejita de Estambul, ya me hace sentir desubicado.

Ojo que mejoré muchísimo. Investigué, etc.
Hoy te puedo decir que no me asombra casi nada, pero igual me sigo planteando si voy a seguir con esta especialidad o me voy a dedicar a algo más tranquilo.

Porque ponete un poco en mi lugar: yo a veces tengo que darle indicaciones a la pareja del que consulta, esto no es una cosa de uno solo como podría ser un juanete: acá a veces necesitamos congeniar ambas partes, o resulta que solamente a la mina, y uno tiene que ser un profesional. ¿Cómo le explico yo a la pendejita de Estambul lo de la camarita, eh? La tengo que contactar por el MSN, hacerle probar la iluminación, a ver correte un poquito para allá, levantá la patita, etc.

Me va a dar una coronaria a mí, voy a reventar como un sapo en cualquier momento.

miércoles, marzo 03, 2010

La aventura del conocimiento y el aprendizaje


Por Alejandro Dolina

La velocidad nos ayuda a apurar los tragos amargos. Pero esto no significa que siempre debamos ser veloces. En los buenos momentos de la vida, más bien conviene demorarse. Tal parece que para vivir sabiamente hay que tener más de una velocidad. Premura en lo que molesta, lentitud en lo que es placentero. Entre las cosas que parece que conviene acelerar figura -inexplicablemente- la adquisición de conocimientos.
En los últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez: "...haga el bachillerato en 6 meses, vuélvase perito mercantil en 3 semanas, avívese de golpe en 5 días, alcance el doctorado en 10 minutos..."

Quizá se supriman algunos... detalles. ¿Qué detalles? Desconfío. Yo he pasado 7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y 4 en la universidad. Y a pesar de que he malgastado algunas horas tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios.

¿Por qué florecen estos apurones educativos? Quizá por el ansia de recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar. Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado. Es una lamentable característica que viene acompañando a los hombres desde hace milenios.

A causa de este sentimiento algunos se hacen chorros. Otros abandonan la ingeniería para levantar quiniela. Otros se resisten a leer las historietas que continúan en el próximo número. Por esta misma ansiedad es que tienen éxito las novelas cortas, los teleteatros unitarios, los copetines al paso, las "señoritas livianas", los concursos de cantores, los libros condensados, las máquinas de tejer, las licuadoras y en general, todo aquello que no ahorre la espera y nos permita recibir mucho entregando poco.

Todos nosotros habremos conocido un número prodigioso de sujetos que quisieran ser ingenieros, pero no soportan las funciones trigonométricas. O que se mueren por tocar la guitarra, pero no están dispuestos a perder un segundo en el solfeo. O que le hubiera encantado leer a Dostoievsky, pero les parecen muy extensos sus libros.
Lo que en realidad quieren estos sujetos es disfrutar de los beneficios de cada una de esas actividades, sin pagar nada a cambio.
Quieren el prestigio y la guita que ganan los ingenieros, sin pasar por las fatigas del estudio. Quieren sorprender a sus amigos tocando "Desde el Alma" sin conocer la escala de si menor. Quieren darse aires de conocedores de literatura rusa sin haber abierto jamás un libro.

Tales actitudes no deben ser alentadas, me parece. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen los anuncios de los cursos acelerados de cualquier cosa.
Emprenda una carrera corta. Triunfe rápidamente. Gane mucho vento sin esfuerzo ninguno.
No me gusta. No me gusta que se fomente el deseo de obtener mucho entregando poco. Y menos me gusta que se deje caer la idea de que el conocimiento es algo tedioso y poco deseable.

No señores: aprender es hermoso y lleva la vida entera.
El que verdaderamente tiene vocación de guitarrista jamás preguntará en cuanto tiempo alcanzará a acompañar la zamba de Vargas. "Nunca termina uno de aprender" reza un viejo y amable lugar común. Y es cierto, caballeros, es cierto.

Los cursos que no se dictan: aquí conviene puntualizar algunas excepciones. No todas las disciplinas son de aprendizaje grato, y en alguna de ellas valdría la pena una aceleración. Hay cosas que deberían aprenderse en un instante. El olvido, sin ir más lejos. He conocido señores que han penado durante largos años tratando de olvidar a damas de poca monta (es un decir). Y he visto a muchos doctos varones darse a la bebida por culpa de señoritas que no valían ni el precio del primer Campari.
Para esta gente sería bueno dictar cursos de olvido. "Olvide hoy, pague mañana". Así terminaríamos con tanta canalla inolvidable que anda dando vueltas por el alma de la buena gente.

Otro curso muy indicado sería el de humildad. Habitualmente se necesitan largas décadas de desengaños, frustraciones y fracasos para que un señor soberbio entienda que no es tan pícaro como él supone. Todos -el soberbio y sus víctimas- podrían ahorrarse centenares de episodios insoportables con un buen sistema de humillación instantánea.

Hay -además- cursos acelerados que tienen una efectividad probada a lo largo de los siglos. Tal es el caso de los "Sistemas para enseñar lo que es bueno", a respetar, quién es uno, etc.
Todos estos cursos comienzan con la frase "Yo te voy a enseñar" y terminan con un castañazo. Son rápidos, efectivos y terminantes.

Elogio de la ignorancia: las carreras cortas y los cursillos que hemos venido denostando a lo largo de este opúsculo tienen su utilidad, no lo niego. Todos sabemos que hay muchos que han perdido el tren de la ilustración y no por negligencia. Todos tienen derecho a recuperar el tiempo perdido. Y la ignorancia es demasiado castigo para quienes tenían que laburar mientras uno estudiaba. Pero los otros, los buscadores de éxito fácil y rápido, no merecen la preocupación de nadie. Todo tiene su costo y el que no quiere afrontarlo es un garronero de la vida. De manera que aquel que no se sienta con ánimo de vivir la maravillosa aventura de aprender, es mejor que no aprenda.

Yo propongo a todos los amantes sinceros del conocimiento el establecimiento de cursos prolongadísimos, con anuncios en todos los periódicos y en las estaciones del subterráneo. "Aprenda a tocar la flauta en 100 años". "Aprenda a vivir durante toda la vida". "
Aprenda.
No le prometemos nada, ni el éxito, ni la felicidad, ni el dinero. Ni siquiera la sabiduría.
Tan solo los deliciosos sobresaltos del aprendizaje".