lunes, mayo 28, 2007

Desconectado


Suena medio increíble pero el mismo día, el 30 de abril, me quedé sin novia, sin celular y sin conexión a Internet.
Lo de Internet por una vieja factura impaga, lo del celular porque ya venía fallando, y lo de la novia seguramente por alguna de las dos razones anteriores.

Miré por la ventana y no había ningún cometa a punto de estrellarse, de manera que no eran signos apocalípticos. Apenas de desconexión.
Un poco demasiado juntos, para mi gusto. Eso hace que uno no sepa bien a quién putear primero, por empezar.
Y lo segundo es con qué, con qué aparato y con qué argumento. Todavía funcionaba el teléfono fijo (casi me sorprendió que así fuera), pero la situación era medio confusa y era probable que terminara diciéndole a la pobre gente de Arnet: “¿Cómo que no me querés más?” o algo así.

De manera que me la pasé desconectado un tiempo y, si bien a priori puede parecer saludable, también puede volverse un proceso creciente, y acabar desconectado de uno mismo, aunque sea por períodos breves. Uno, por ejemplo, no sabe muy bien si hace frío o calor, si iba para el norte o para el sur.
Es un período bastante confuso y uno (sin hacer todavía ningún trámite, sin que siquiera se le ocurra hacer un trámite) enciende de a ratos el celular para ver si no se trata de un error. O intenta conectarse a Internet y hasta se enoja de que sigan diciéndole que no puede.
La desconexión principal estriba en descreer de la desconexión.

No puede ser, piensa uno. Si recién andaba fenómeno.
En esas boludeces se pierde un tiempo precioso, que justamente debe emplearse en hacer los trámites pertinentes. Cosas como pagar la deuda y bañarse, o comprar otro celular y acordarse de comer. Esos trámites que hacen que los teléfonos funcionen de nuevo y que uno se abrigue si hace quince bajo cero.
La conexión vuelve, si uno hace los trámites. Un día aparece el celular nuevo (aunque, claro, con la ceremonia de la agenda de la que se habla en el post anterior), otro día vuelve a funcionar Internet y se supone que así sucesivamente, si uno hace los trámites.
Un día vas a un cumpleaños y saludás al que no corresponde, pero es que algunos trámites llevan más tiempo.

Sin embargo, estoy seguro de era JMSlayer el que cumplió el otro día y fui y lo saludé a él con seguridad, y hasta lo reconocí a Seis (aunque es mucho más joven de lo que yo creía) y, por supuesto, a La Luna, y había algunos que, increíblemente, me reconocieron a mí porque habían estado en la presentación de La timidez... hace casi un año. Amigos de JM, claro, pero gente que labura en eso de las conexiones con una eficiencia muy parecida al afecto.

Yo sigo haciendo los trámites. Todavía le pifio de ventanilla de vez en cuando, pero ya me sellaron varias papeletas y eso da cierta confianza de que andamos, por lo menos, por la repartición correcta.
Hoy, por ejemplo, hace muchísimo frío, y uno ya se da cuenta y se abriga y hasta lo puede escribir.

martes, mayo 22, 2007

Sunscreen

Agendas

Antes era más común, pero con el advenimiento de los celulares y otros artilugios electrónicos se perdió bastante la costumbre de mantener actualizada una agenda de papel.
Pero los celulares pueden romperse o perderse o caerse al inodoro (como en mi caso) y dejar de funcionar, y entonces, ya munidos de un aparato nuevo, hay que recomponer los contactos a partir de la propia memoria y de una agenda que puede tener varios años.
El resultado es una experiencia casi sadomasoquista.

Claro que depende bastante del estado personal, pero uno suele meterse con papeles viejos en los peores momentos. O lo que es casi lo mismo, en momentos medio embromados todo se hace un poco más arduo y el caso de la agenda no es ninguna excepción.
Muy por el contrario, la necesaria selección que debe efectuarse tiene momentos de venganza exquisita y otros en los que dan ganas de empezar a armar la hoguera como el pibe de la propaganda del auto.
Armarte una agenda nueva te puede hacer replantear muchas cosas, diría el flaco antes de tirar el calzón por la ventanilla.

Algunos casos más o menos clasificados

La gente de siempre
Aparecen en todas las agendas de, por lo menos, los últimos 10 años y la mayoría de los números los sabés de memoria y los llamás a cada rato. Acá la única duda es si realmente hace falta anotarlos, porque estás seguro de que no vas a olvidarte nunca del número y además es probable que se conozcan entre sí y uno tenga el del otro y puedas hacer la cadena, etc.
Cada número de éstos que se agrega va con una sonrisa y una promesa de llamado para anunciar que ya todo está en orden, por lo menos en cuanto a celulares.

Los desconocidos
Es gente que figura solamente con el nombre o sólo con el apellido o un sobrenombre. Debieron tener alguna importancia en el año de la agenda pero ahora son absolutamente ignotos. Puede suceder también que estén los datos completos, nombre y apellido y hasta dirección, y así y todo no significar absolutamente nada.
Uno se pregunta cómo pudo olvidar tan completamente a alguien, pero pasa.
La primera intención es hacerle un llamado de cortesía y ver qué pasa, pero el buen sentido indica que si pasaron tan olímpicamente al olvido lo mejor es que permanezcan ahí, aunque apodos como “La Loba” tienten a la digitación casi espontáneamente.

Los que no ves ni llamás hace mucho
Aparecen enseguida, casi en el orden que se viene escribiendo esto, o sea en tercer lugar. Primero apareció un hermano tuyo, después “La Loba” que no sabés quién es y ahora…la tía Azucena!
¿Qué hacer con la tía? La última vez que la viste fue en el velorio de un pariente, y de eso hace como 5 años. Nunca hubo demasiada onda con la tía, ni te va a dejar ninguna herencia. Pero es un pariente y ya la última vez se la veía desmejorada y uno siente que si no la anota es como si la diera por muerta y eso genera cierta culpa. Así que a la tía la anotamos, pensando que en la próxima revisión ya sí la sacaremos definitivamente.

Distinto pasa con gente a la que no llamás por resentimiento de alguna de las partes o porque realmente no te interesan.

Con los que tuviste problemas, puede suceder que te replantees por un segundo si sigue existiendo el resentimiento y lo más probable es que te respondas que no, que ya pasó. De todas formas no sabés qué pasa del otro lado, ni dan ganas de llamar para averiguarlo. Pero anotás el número, y dejás que el tema, en todo caso, se resuelva más adelante.

Los que no te interesan y ni siquiera te enojan, directamente no los anotás.

Y he aquí la primera satisfacción.
Gente que sabés perfectamente quién es, pero que ya no te interesa, y la eliminás olímpicamente y sin nada de culpa.

Los que te parece que alguna vez cagaste
Por supuesto es un subgrupo del anterior, pero merece un párrafo. La relación se cortó, y te parece recordar que el otro estaba ofendido, pero no podés precisar por qué.
En general los eliminás igual, porque si no llamaron es probable que les dure y en todo caso que llamen ellos cuando se les pase.

Los que estás seguro de haber lastimado
También podría considerarse un subgrupo, pero éste es mucho más específico. Acá no importa si en realidad los cagaste o no, la cuestión es que sabés perfectamente que los lastimaste.
Con estos empieza el martirio.

Anotarlos sin más en la agenda nueva implicaría que uno da por terminado el asunto unilateralmente, y que piensa reanudar el contacto en algún momento. Eso genera cierto remordimiento y uno quisiera, antes de anotarlos nuevamente, llamarlos y limpiar la conciencia. Pero, por supuesto, hay que estar preparado para eso.
Sin embargo, al primero de estos que aparezca, es probable que los llamemos.
Y que nos vaya muy mal.

Cualquiera de las categorías que siguen, y que podrían ser muchas más, deberían considerarse a la luz de que ya estamos un poco sensibles, y de que es probable que hayamos tenido un despelote con alguno de estos que lastimamos y quisimos curar con un llamado de morondanga y apurados por seguir pasando la agenda.

La que te quiso un poco
Puede ser más de una también, pero con una alcanza y sobra. Es esa chica con la que tuviste algo que no fue exactamente un noviazgo, y que siempre estuvo claro, y la pasaron bien y todo fue lindo. Hasta que la dejaste, justo cuando ella empezaba a sentir algo más.

Hace mucho de esto y además estaba todo claro, y ambos siguieron con sus vidas, pero volver a ver el número te trae buenos recuerdos y hasta dan ganas de llamarla.
Pero el fantasma del mal momento que tuviste recién con el otro llamado hace que dudes, y lo más probable es que ni siquiera la anotes en la agenda nueva.

Hay, por supuesto, suicidas que llamarán de una y hasta se sorprenderán cuando no les reconozcan la voz, o cuando conteste un hombre (probablemente el marido), un niño o que sea número equivocado.

Las opciones que se abren son muchas, pero si de casualidad contesta ella y se acuerda bien de vos y de ese llamado surge algo bueno…habrá que creer en los milagros, definitivamente.

Creo que me inclino por que sea número equivocado.

El resto
Como a toda clasificación, a esta le faltarán muchísimas categorías (Los que te cagaron a vos, La que te encantaría volver a ver, Los que te quedaron debiendo guita, etc) , pero ya se hizo larga y además intentar abarcarlas implicaría entrar, tal vez, en opiniones demasiado personales.

Hay una casi infinita gama de sensaciones que aparecen cuando uno recuerda gente y se ve en la necesidad de decidir, aunque sea simbólicamente, si continúa cargándola o la abandona a lo mejor para siempre.

Tal vez haya que elegir un momento oportuno para rearmar la agenda; tal vez no convenga hacerlo en momentos complicados o con al ánimo un poco cínico.
De todas formas (y probablemente me contradigo con algo de lo que dije antes), creo que ante la duda hay que seguir anotando a la gente, y si te lastimó, pensar que tal vez algún día llame para disculparse o quizás vos mismo un día sientas ganas de llamar y decirle que ya está.
Y si fuiste el que lastimó al otro, a lo mejor un día (y sabiendo a lo que te exponés) tengas ganas de hacer el intento de arrimarle algo de alivio, tardío, pero alivio al fin.
Todo puede pasar con la gente (incluso con uno mismo, por supuesto), y después de todo siempre habrá un celular que se rompa y te obligue a hacer todo el proceso de vuelta, y más vale que te sobren números y no que te falten.