viernes, abril 27, 2007

Convocatoria de otro Blog


El señor Daniel gentilmente nos convoca a participar de su idea de escribir algo que tenga como tema el siguiente:

Tema: La increible historia de un perro Gran Danés que quería ser Concejal.

y que utilice en lo posible todos estos términos:

Términos: Pochoclos, éter, dominado, estupefacientes, pechugona, nervioso, triciclo, psicodélico, globo aerostático, esternocleidomastoideo, percudido, sintetizar, arpón, alegato, bomba de hidrógeno y fatuo.


La idea es que los interesados publiquen el material el dia 9 de mayo en sus respectivos blogs, dejando ANTES constancia en el blog de Daniel.

Bueno, en su blog Daniel lo explica mejor, en todo caso dénse una vuelta por allá. Lo que es yo, siempre quise escribir algo sobre un perro concejal que tuviera en el texto la palabra esternocleidomastoideo.
Gracias, Dany.


sábado, abril 21, 2007

El problema del tránsito en Argentina

Otra investigación (otra más) del Profesor Ramírez
Emmanuel Ramírez es bioquímico y recitador de frases de la escuela de Pichón Riviere, y a veces le sale la nacional- gauchesca.

Los argentinos conducimos nuestros autos de acuerdo a nuestra idiosincrasia. Manejamos con valentía, con imaginación, con un saludable y natural desprecio por el Statu Quo que incluye a las leyes de tránsito, con anhelos de innovación permanente, con el deseo de superarnos y de ser los primeros siempre, con una habilidad innata para despegar de las culpas (1).
Todo argentino frente al volante, tiene como único Manual del conductor válido, a nuestro inmortal Martín Fierro:
Más ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar


Fieles al estilo que nos ha hecho famosos en el mundo entero, salimos a manejar como quien da cátedra, que eso es lo que se espera de un argentino siempre y en toda actividad que emprenda, desde el fútbol inventado por los ingleses hasta el “T” del americano Ford.
El automóvil es una extensión de nuestro sentir, es nuestro Urbi et Orbi a pedales. Uno reconoce a un compatriota en un aeropuerto por la forma de caminar, y también es factible hacerlo en el tránsito de Nueva York; decir con orgullo y nostalgia:

- Ese que dobló sin poner el giro…ese…seguro que es argentino…

Y tras la emoción inicial, es probable que aflore el mencionado espíritu de superación y ahí nomás doblemos en “U” por Fifth Avenue, ante la admiración de los nativos, que nos llenarán de elogios que no entenderemos por estar proferidos en inglés: ni falta que nos hace, ya sabemos que somos los mejores.

Pero el interés de este informe no está centrado en nuestras reconocidas virtudes como automovilistas, sino en algo que de un tiempo a esta parte se ha convertido en un verdadero problema, y que amenaza con disminuir el largo de los laureles tan justicieramente obtenidos. A saber: los peatones.

Esta especie en extinción, estos resabios de otros tiempos que insisten en el desplazamiento bípedo y obstaculizan nuestro camino a la fama, hoy por hoy parecieran competir con perros y sapos en eso de reventar bajo los vulcanizados neumáticos.

Hombres y mujeres desaprensivos que con su descuidado accionar quieren echar por tierra con toda una tradición de manejo a la criolla.

Seres retrógrados que hasta forman pueriles asociaciones con la pretensión de limitarnos en el arte autóctono de la pirueta automotriz.

Censores de mentalidad extranjerizante, que nos refriegan por el inmaculado parabrisas (ya que nunca, pero nunca, llegarán hasta nuestros ojos) las estadísticas de otras naciones.
¿Qué nos importa?, les respondemos.
Allá Suecia con sus aburridos bulevares; allá Norteamérica con sus puritanas autopistas; allá Inglaterra y sus decimonónicas calles.

Lo que transita por el asfalto nacional es el grito telúrico de la raza, el alarido desafiante de Moreira, el indómito corazón de Segundo David Peralta, alias Mate Cocido.
Es el galope pertinaz de Santos Vega, que se ríe de las vizcacheras.

Salir arando es reivindicar las labores del hombre de campo.
Cada picada en Panamericana es la montonera de Guemes y los Infernales.
Cada frenada con marcas representa las represiones que sufrimos.
Cada pérdida de aceite, las invasiones inglesas.

El problema del tránsito son los peatones sin conciencia nacional, los que priorizan su seguridad y la de sus niños por sobre el honor de la Patria y las sagradas tradiciones.
Que sepan de una buena vez que fierreros viene de Martín Fierro, y que guarden respetuoso silencio.
Y que dejen de esconderse en esas patéticas asociaciones, que eso no es de gaucho bien nacido.




(1) Valgan estas coplas de Les Luthiers en su “Covadonga de los colectiveros”, tal vez el ejemplo más cabal de argentinidad sobre ruedas:
Corro siempre nunca aflojo, con coraje y con valor
Si el semáforo esta en rojo, acelero sin temor

viernes, abril 20, 2007

Ofrenda


Dentro de escasos minutos ocupará con elegancia su lugar ante el piano. Va a recibir con una inclinación casi imperceptible el ruidoso homenaje del público. Su vestido, cubierto de lentejuelas, brillará como si la luz reflejara sobre él, el acerado aplauso de las ciento diecisiete personas que llenan esta pequeña y exclusiva sala, en la que mis amigos aprobarán o rechazarán – no lo sabré nunca – sus intentos de reproducir la más bella música, según creo, del mundo.

Tal vez yo debería estar con ella, ahora. Sé que en estos momentos es cuando más me necesita; sé que es capaz de olvidar hasta el camafeo de alcanfor que la devuelve de los ahogos y le estimula el corazón, y sé con seguridad que ha preguntado por mí. Y por supuesto, sé que le han dicho que nadie me vio.
En un rato se apagarán las luces y entonces ya no le quedará ni un minúsculo hueco para pensar en mí: serán solamente ella y la música, y este salto al vacío que nunca debió dar. Que no va a dar.
Mis amigos, desde las primeras filas, advertirán enseguida su rostro demacrado y el leve temblor de sus manos. Y sentirán como propio el vértigo horrible de la pianista, la estrechez de la cornisa por la que camina sola, sin que yo la acompañe. Quisiera poder decirles que no teman, que a pesar de su honda terquedad yo estoy velando por ella, como siempre.
Dentro de apenas unos momentos, madame volverá a dar función después de muchos años, convencida por el peor de sus muchos defectos. Con su arrogancia, manchará para siempre de compasión los sentimientos de todos los que la aprecian. Mis amigos también la quieren, y hasta la veneran como yo misma, y sé que quedarían desolados si la piedad se transformara inexorablemente en asco y volvieran las manos del aplauso convertidas en puños impotentes.
Pero mi propia mano estará ahí, un segundo antes de que las de Madame la Necia tropiecen demasiado con las teclas y nos arrastren a todos en su caída de cisne viejo.
Por eso, nadie debe verme hasta entonces.
Por eso aguardo en la alta sombra de las tramoyas desde la solitaria tarde, y alivio y justifico la espera recordando mejores tiempos.
Recordé, por ejemplo, cuando ella era la mejor concertista de Berlín y yo su joven asistente y su admiradora más cabal. Recuerdo cómo le imploré que no diera por terminada su carrera luego de Boston, y también recuerdo cómo le supliqué que no volviera ahora.
Porque yo soy la dolorida testigo de su ocaso, aunque lo he aceptado hace mucho y con mejor ánimo. Yo la he visto muchas veces quedarse alelada y también le he visto los temblores, y la amnesia. Pero no me escuchó: un nieto ambicioso y un empresario sin escrúpulos acabaron con la poca cordura y dignidad que le quedaba. Y abandonamos Londres y vinimos a París, justamente.
Justamente a París, que no debería verla jamás de esta forma y que no perdona los retornos extorsivos. Hice todo el vía crucis tratando de que recapacitara y me quedé sin argumentos, hasta esta noche.
Ahora, que las luces comienzan a descender como en la antesala del sueño, yo me acomodo en mi atalaya y compruebo otra vez que la pistola está lista.
Debajo de mí refulge el piano negro en el haz blanco, y percibo el rumor del terciopelo de las butacas mientras las ovejas que podrían convertirse en lobos vuelven a acomodarse.
Ella aún no está a la vista, pero ya resuenan los pasos en las tablas como resonaron los míos anoche, luego de la discusión, por las escaleras de la casona.
La abandoné, supone ella. No creí en su persistencia de Fénix o de pájaro espino, piensa.
La desamparé como una hija desagradecida y acaso envidiosa, tal vez imagina mientras saluda.
Y sin embargo aquí estoy, siete metros arriba de su adorada cabeza y absolutamente lista.
Cuando ella desgaja los primeros acordes, yo extraigo mi arma y espero.
Convenientemente he despachado cartas a mi médico en Londres y a mi padre: ellos obtendrán las conclusiones necesarias si todo ocurre como imagino que ocurrirá.
Sobre todo ahora, que ella ha fallado por tercera vez y algunos ya han tosido.

Con el primer murmullo apagado, apoyo el caño aceitoso en mi sien: si algún dedo de ella vuelve a fallar, el mío será preciso.



Ejercicio de taller.
El inicio, la parte en cursiva, corresponde al cuento "El concierto" de Augusto Monterroso. Lo elegí entre varios comienzos por ciertas cuestiones, por ejemplo:
¿Por qué no sabrá nunca lo que opinen los amigos? ¿Por qué lo de la pianista son "intentos", lo que sugiere que no es demasiado buena?
Me dio curiosidad saber cómo lo había resuelto el autor y, después de finalizar debidamente el ejercicio, lo busqué.
Puede leerse acá .

sábado, abril 14, 2007

El amor en tiempos de osecac

Juan entra rengueando a la casa. Todavía tiene el ojo derecho inflamado y comienza a amarillear en la zona un hematoma negro y violeta. También tiene dos delgados tajos en la mejilla del mismo lado que no sangran pero que tienen un aspecto húmedo de recién hechos, sin nada de costra.
Antes de buscar a su mujer pasa por el baño, se lava la cara y se peina. Retira del peine un gran mechón entrecano y lo tira a la pasada en el tacho de la basura de la cocina. Después va hasta el patiecito de atrás y la encuentra a Paula colgando ropa. Ella lo besa en la mejilla derecha y le pregunta qué tal le fue en el trabajo. Juan dice que bien y cuenta algo gracioso que lo tiene como protagonista, y juntos vuelven a entrar a la cocina y se reparten sin decirlo las tareas del mate. Al rato llegan los chicos de la escuela: un pequeño terremoto de besos pegajosos y gritos con asalto de heladera que hace sonreír a Juan y enojar a Paula, que los manda sin excusas a cambiarse y a lavarse las manos. Él aprovecha para ir a cambiarse también y cuando vuelve uno de los tajos ya ha cicatrizado y casi no renguea. Paula le mira amorosamente el abundante cabello gris y le dice tomá el mate, Marty Cósens.
A mitad de la cena a Juan le entra sueño y Paula lo disculpa del arreglo del ventilador que estaba programado desde el día anterior, pero como esa noche no hace tanto calor queda automáticamente pospuesto para la tarde siguiente.
- Sin excusas – dice Paula -. Mirá que para mañana anuncian 37 grados.
- Mañana en cuanto llego.
- ¿Y el botón del baño, Juan?
- También.
Cuando Paula llega a la cama Juan está dormido de costado con la luz encendida, aunque todavía no ronca. A pesar de la noche fresca Paula ve que él está transpirando, y lo destapa hasta la cintura, justo hasta la mancha púrpura encima de las nalgas. Ella dice buenas noches y él suspira y empieza a roncar.
Al otro día Juan llega con el labio inferior partido y un diente menos. Tiene el pelo blanco, revuelto, y un dedo quebrado en la mano izquierda. Antes de entrar a la casa se alisa el pelo hacia atrás y se pone una pastilla de menta en la boca.
Paula está limpiando el piso de la cocina y cuando lo oye entrar corre a pararse sonriendo al lado del ventilador que está al lado de la heladera. Tiene el ventilador abrazado cuando él entra a la cocina.
- ¿Vos me querés decir algo? – dice Juan también sonriendo.
- ¡Hola, mi amor!
- Hola, ¿habrá mate?
- Enseguida.
Mientras Paula le cuenta cómo se ha salvado por un pelo del robo al almacén, Juan va componiendo como puede el ventilador. El dedo quebrado lo entorpece bastante pero para cuando ella termina el relato él le dice que ya está, y que todavía no ha visto un mate. Paula dice:
- Falta el baño.
Así que Juan se va a arreglarlo y para cuando llegan los chicos hay mate, leche chocolatada y funcionaba el botón y Juan tiene todos los dientes.
Esa noche hace calor de veras y en la oscuridad y desnudez de la cama a Juan igual se le notan de tan negros los latigazos de la espalda.
El día siguiente es sábado y se levantan muy tarde, y el domingo también y Juan arregla las bicicletas sin ninguna molestia en la mano, y se toma unos vinos. A la tarde viene la suegra con escones y después a Juan le da mucho sueño y se va a dormir la siesta.
El lunes Juan llega de su trabajo muy flaco, unos 25 kilos menos: se le caean los pantalones y con el saco puesto parece un espantapájaros. Tiene caspa y algo le palpita entre los nudos del cuello.
El martes llega con un puñal en la espalda y el miércoles mide 70 centímetros si se para muy estirado.
Por las mañanas se siente casi bien, y se va a trabajar.
Pero el viernes pide médico, porque hace mucho que no pide, y siempre, mientras llega el facultativo, aprovecha para hacerle el amor a Paula y entonces dicen qué bueno es esto de tener obra social.

martes, abril 10, 2007

Despistado

De puro despistado y prejuicioso vengo a enterarme recién de la existencia de este canal. Seguramente debo ser de los pocos que no lo conocen, pero nunca se sabe, así que aviso, porque como dice mi hermano Tati haciéndose el que sabe portugués: "Quem avisa amigo é".
Una cosa rara, ese canal. Recién, en un ratito, pasó un programa excelente sobre la evolución humana, un texto de Eduardo Galeano leído por él mismo y un programa que, básicamente, eran reflexiones y canciones de Atahualpa Yupanqui. Todo tan bueno que no parecía televisión.
Hasta las propagandas son buenas, por ejemplo la de los ex-chicos de la calle hablando de su reinserción escolar.
El otro día vi apenas un pedacito de "El monitor" y lo conduce Lalo Mir y dan ganas de seguir viéndolo.
Ya sé que depende del Ministerio de Educación, y que se les debe caer la ficha de vez en cuando, pero yo no vi nada de eso y, en todo caso, supongo que debe ser soportable. Me mantendré alerta, porque pienso seguir investigándolo.
Ampliaremos (espero).

A propósito, el texto que leyó Galeano era éste:


¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas.
La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar; se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega.
En ningún país irán presos los muchachos que se niegan a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas; la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo; la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero.
Nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra.
La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle; los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda; una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú; en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
La Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo; la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: "Amarás a la naturaleza, de la que formas parte"; serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar; seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo; la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.