lunes, junio 20, 2011

Cenizas

Uno



Es casi imposible encontrar el tono adecuado para contar ésto, así que lo mejor será hacer de cuenta que se trata simplemente de otro relato, que bien puede comenzar así: cuando murió mi madre, hace casi tres años, decidimos cremarla con la idea de llevar en algún momento sus cenizas a Córdoba, porque mi madre amaba profundamente esa provincia. El plural nos implica a mí y a mi hermano, y como él vive en Brasil, el viaje a Córdoba siempre se postergó para un mejor momento, cuando ambos dispusiéramos del tiempo necesario.
La urna con las cenizas quedó provisoriamente en la casa de mi madre y, cuando se vendió esa casa, me la llevé a la mía.

Puede parecer medio raro. A mí ya no me lo parece, y además la idea sigue siendo hacer ese viaje, hacer alguna especie de ceremonia íntima y respetuosa, algo entre mi hermano, mi madre y yo. De manera que tener las cenizas en casa es solamente algo lógico y temporal, y privado.
Sobre todo, privado.
La urna, por supuesto, no está a la vista, y no le cuento estas cosas a nadie.

Si lo cuento ahora acá es porque nadie de mi familia me lee, y porque las cosas cambiaron, las cenizas volvieron a cambiar de ubicación y ahora puede parecer un relato si uno lo cuenta.


Hace unos meses mi hermano decidió que vendría con su familia a pasar sus vacaciones de invierno en Buenos Aires. Arreglamos que se quedaran en casa y que yo me mudara por una semana a casa de mi novia (mi departamento es muy chico, y ellos son tres, y sobre todo queremos que mi sobrinita de once años esté cómoda)

Justamente, en algún momento salió el tema de mi sobrinita y de las cenizas y de lo chiquito que es mi departamento, y mi hermano me pidió que las ocultara bien o, si fuera posible, las retirara por un tiempo.

Pensé que para una nena curiosa, de vacaciones y por primera vez en casa del tío, mis escasos metros cuadrados no ofrecían ninguna posibilidad de esconder nada. Y pensé que tampoco podía caerle a mi novia con el bolso en una mano y las cenizas en la otra. Por lo menos, no sin impresionarla un poco. Y tampoco podía intentar ingresarlas de contrabando en casa de mi novia, porque he leído mucho a Stephen King y sé que esas cosas terminan de manera horripilante.

De manera que las guardé en el único lugar que todavía me garantiza cierta privacidad: el baúl de mi auto.

Las cenizas están ahí desde el viernes, y todavía no he tenido que decírselo a nadie. No me ha parado la policía ni nadie quiso guardar un bolso por su cuenta, por lo que creo que fue una buena decisión.

Ayer fue un día feo, y mi hermano y su familia se la pasaron encerrados en Unicenter, de manera que hoy, en cuanto vimos que hacía buen tiempo, decidimos ir todos a Temaikén. En mi auto, por supuesto.

A la vuelta pasábamos cerca de la que fue la casa de mi madre y a mi cuñada se le ocurrió mostrársela a la nena. Los llevé, estuvimos unos minutos viendo la casa desde el auto, y comprobamos que le están haciendo muchas reformas.

Cuando nos íbamos, mi cuñada comentó en voz muy baja:
- Ah, cómo extraño a tu madre...

Yo no dije nada, pero mentalmente empecé a tomar notas parecidas a ésta.

Aguante Belgrano

En la semana de la Bandera, somos todos de Belgrano.

Viva la Patria.

La puta que vale la pena estar vivo.









viernes, junio 17, 2011

Devolvé la guita, Waters

Devolvé la guita, ladrón.
Es un engaño, una estafa, es aprovecharse de la buena fe de la gente hacer el concierto y no avisar que iba a aparecer Gilmour.
No se puede jugar así con el miocardio, Roger...

Londres, 12 de Mayo de 2011: