sábado, agosto 13, 2011

Basta de campañas

Harto y repodrido de las campañas. Así estoy.
Cansado de las propagandas y los afiches, de los grandes discursos llenos de promesas (siempre incumplidas), del fanatismo de unos y de otros, de las agresiones infinitas, de que me toquen el timbre para intentar convencerme de las bondades de tal o cual candidato; de que me quieran tomar por boludo, en definitiva.

Harto y repodrido, de que la mayoría elija por algún espurio interés personal, que el bienestar general o las condiciones del candidato no les importe nada, de que lo hagan para tratar de acomodarse. O por miedo, lo cual es mucho peor, porque entonces el candidato, ¿qué clase de malvado es...?

Harto de los que ni siquiera eligen, de los que obedecen ancestrales mandatos familiares o simplemente costumbres; los que jamás cuestionan nada ni son capaces de considerar otras alternativas.

Cansado, en fin, de escuchar siempre lo mismo, con sutiles variaciones: que los candidatos ofrecen supuestos paraísos pero a precios altísimos y con escasas garantías. Con ninguna garantía.
Los elegís o te los imponen, y después te los tenés que aguantar aunque sean deplorables, aunque nunca cumplan nada de lo que prometen, o mejor dicho, de lo que prometen otros en su nombre.

Porque eso es lo que más me pudre: que los candidatos nunca den la cara ellos mismos. Siempre hablan los intermediarios, jamás hay un debate público con Chiche Gelblung de moderador, por ejemplo.
Debería ser obligatorio un Gran Debate Público, con la presencia obligatoria de los principales candidatos.

Nada de que venga el Papa en representación de uno, y un Rabino en nombre de otro, un Dalai Lama y Tom Cruise (ponele) por el lado de los cienciólogos.
No.
Que vengan los candidatos en persona, y que pelen.
En persona o en lo que sean, se entiende.

En un banquito Jesús, en otro Buda, en otro más grande el elefantito Ganesha, y así sucesivamente.
Y que pelen, que se saquen los ojos adelante de todo el mundo, que aclaren bien sus plataformas (pero bien bien) y sobre todo a cuánto se nos van a ir los impuestos a la larga, porque estamos hartos de que al principio parece gratis y después nos rompen el culo.

Y demostración fehaciente de lo que alardean, y comprobada in situ por Chiche Gelblung o el que sea (yo creo que debería ser Chiche, o Anabela Ascar: más Chiche porque tiene el Detector de Mentiras)
Que yo te resucito un muerto. Okey, le traemos un muerto y que lo demuestre.
Que yo te reencarno como 10 veces. Lo hipnotizamos, le hacemos una regresión, y que lo demuestre.

Y nada de que resulten 9 las reencarnaciones o que el resucitado vuelva pero sordito, ponele, porque ahí ya vemos que hay mala leche, o que prometen más de lo que pueden.

No, que mirá que el Nirvana, que Visnú, que Víctor Sueiro, que después te lo hago... No, señor: demostración en el propio debate o estás nominado. A lo sumo un salvataje teléfonico de parte del público, pero la final es a muerte súbita: o demostrás o quedás eliminado.

Debate público obligatorio, como hacen en los países serios como Estados Unidos, así podemos elegir mejor al candidato, o no elegimos a nadie, votamos en blanco y que ninguno se haga nunca más el pistola si durante el debate Chiche le prendió la luz roja esa de la mentira.

Y, sobre todo, nos salvamos de las malditas campañas, de los militantes que gritan en las plazas, y de los que tocan el timbre los sábados a la mañana.