domingo, diciembre 31, 2006

Gerez

o El íncreible poder de la palabra (de Kirchner)

Detesto coincidir en cualquier cosa con el PRO, pero ¡qué raro lo de Gerez!
Y para peor, algunas explicaciones que quieren darle contribuyen a aumentar las dudas. No pudieron mantener la bocota cerrada y dar gracias al cielo por la aparición con vida de Gerez (mientras López sigue desaparecido hace 100 días y cada vez parece más lejano que lo encuentren alguna vez): en lugar de eso, desde el gobierno salieron a decir que fue el discurso de NeKi el que hizo que lo soltaran. Mirá vos, reíte de los gallos de NeKi cuando habla: te convence a un salmón de que mejor vaya para el otro lado.
Todo raro, todo burdo, todos interpretando lo que se les canta el orto. Como los que hablaron de simulacro de fusilamiento porque Gerez dijo que lo habían "matado 30.000 veces", y en realidad se refería a los desaparecidos.
El gobierno le apunta a Patti; Patti le apunta al gobierno, y se la hacen fácil. El jefe de gabinete Alberto Fernández se hace el Sherlock y manda: «Hay un principio rector de la novela policial que dice 'dime quién se beneficia con el crimen y te diré quién es el asesino'», supuestamente por Patti.
Pero como lo que pasa no es una historieta del pinguino NeKi (aunque parece, por lo simplón de algunos personajes), resulta que ese mismo "principio rector" se le puede aplicar al gobierno. ¿Quién se benefició, en definitiva? Hasta que no aparezcan los culpables del secuestro (entre paréntesis: si fue tan grosso el operativo en Escobar, ¿cómo mierda lo sacaron a Gerez y lo llevaron a Garín?) no me parece conveniente que ya lo estén acusando a Patti. Patti es un torturador, sí, y está siendo juzgado. Pero podrían esperar a tener agarrado a alguno para hablar, no me hacen sentir muy seguro haciéndose los pesados y jetoniando a lo matón de unidad básica.

En fin, si entre los inútiles de Arslanián, la bonaerense y los servicios, no agarran a nadie, ahora tenermos el recurso de que les hable Kirchner y los convenza de que se entreguen. Y eso no la hacía ni el pinguino de la historieta de mierda esa.

viernes, diciembre 29, 2006

Glíglico (*)

Querido herflico Raúl:
Soy un gaucho entonecido, hijo de esta tierra grala.
Me serelo ante la catricidad, pero no ando flegonando el mapuquete, que no es de garto enclero andar arsubiando la galemba. Nunca me han visto regelar el plonto ni ante las serticiones más deleras; antes bien, cualquiera puede nuciar las veces que he adelido por otros, y me he jugado las tarrecas en telembranzas guateras. Pero hay serticiones que me dejan yuvo, como la que usté me grimerea. Que mi reña me esté catriendo con un jurco nerbolado, me trica de renteza. Que me derme así, sin flasia, me concalena los esbiombos de tarleza.
Vaya nomás, desviolingue la pelca, y flúrese. Yo me he de empirtar solo, no me peñice la galta ni me bionga el terefleto. Que no es lomoro tibliar carrujas, y cubó menos olista en ferfo teñero, que piscata machungue en sersa trijonera.
Así jurbiamos los entonecidos, hijos de esta tierra grala.
Buenas tergas.


(*) Lenguaje creado por
Julio Cortázar y presente en su novela Rayuela.
Comienzo del capítulo 68 de Rayuela
"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. ..."

lunes, diciembre 25, 2006

La Guerra de un Día

por "Sultán"

Todavía hay escaramuzas en los alrededores, pero mi experiencia me indica que son solamente eso, escaramuzas: la Guerra de un Día ha finalizado.
Ahora que soy casi un anciano (cumplo 11 años en agosto) puedo reconocerla y hasta preverla con bastante exactitud. Sé que unos cuantos días antes de la Guerra se producirán algunos cambios en los humanos de la casa. Hay un nerviosismo patente, que se va incrementando ante la inminencia de la conflagración; hay muchos llamados telefónicos, hay acopio de comida, hay escondimiento de paquetes secretos que luego se entregan unos a otros en el momento en que la Guerra está en su apogeo.
Sobre este punto aún no he podido aclararme lo suficiente, porque no me explico cuál puede ser el sentido de tan incoherente accionar, salvo que sean órdenes importantes para el caso de que alguno fallezca, pero no veo por qué lo hacen en el preciso instante en que todos deberíamos ponernos a cubierto.

Supongo que es una más de las incoherencias que provoca la Guerra de un Día, como la de aceptar refugiados que en general no son bienvenidos. La madre de mi ama, por ejemplo, provoca siempre un pésimo humor en el amo (y ahora no es la excepción), y sin embargo la cobijan durante el conflicto a cambio de unas fuentes de comida y otros de los paquetes secretos.
Durante todo el episodio, creo que para darse valor, ingieren líquidos variados sin solución de continuidad, hasta que el paroxismo bélico los enloquece y empiezan a golpearse las copas unos a otros y a besarse como poseídos, además de entregarse por fin los paquetes. Supongo que todo es parte de una despedida ante la posibilidad de la muerte, pues toda esa ceremonia coincide con el Gran Ataque del enemigo y la munición gruesa.

Hemos tenido mucha suerte durante todos estos años, pues no han matado a nadie. El tío del amo intentó suicidarse cobardemente una vez, encajándose un corchazo en el ojo izquierdo. Fue severamente amonestado y no le permitieron acercarse a las botellas durante el resto de esa guerra. Salvo ese inconveniente, nunca hemos tenido que lamentar heridos, salvo los tradicionales vómitos de la nonna, que sólo en esa ocasión abandona la dieta de puré Cheff, y parece que le hace mal.

Luego del fuego a granel, y siempre que estemos todos ilesos, se produce el alivio general. A veces llegan algunos vecinos a comprobar que estemos bien y entonces vuelven a abrir botellas para los recién llegados y les ofrecen el Pan de la Tregua, que casi siempre es rechazado porque ya han venido aceptando treguas por otras casas. En ocasiones algún vecino que acepta el Pan, luego tiene que acompañar a la nonna en sus regurgitaciones, y eso no es bien visto porque la nonna merece cierta exclusividad y cada uno (dice el amo) debería hacer sus ofrendas de Paz en su propia casa, que joder.

Con el correr de los años he suavizado mis alertas para esta fecha. Antes me desgañitaba ladrando y corría hasta que se me acalambraban las cuatro patas. El cuñado del amo invariablemente me pateaba y la esposa intentaba sobornarme con una pata de pollo. Ahora apenas si chumbo un rato, pero más que nada para que sepa el enemigo que en esta casa no estamos indefensos. Evito de esta manera las patadas del cretino y de todas formas la mujer me sigue tirando algo del pollo que prepara mi ama: es evidente que detesta el pollo, porque jamás me ha revoleado el vittel toné, por ejemplo.

De modo que espero a que todo se calme mientras voy lamiendo del suelo todo el líquido que derraman, pues he comprobado que me ayuda a dormir, aunque a veces tengo sueños extraños. Necesito descansar bien, porque en una semana exacta sé que vendrá la contraofensiva, con la variante de que no habrá intercambio de paquetes y de que la nonna cambiará los vómitos por una diarrea impresionante.

jueves, diciembre 21, 2006

Encuestame que me gusta




Una que no quiero nombrar, pero que aparece sólo para ésto, me mandó otra de esas encuestas sobre muchas cosas, que te dejan con la sensación de haber aprobado un examen porque te dejaste tocar.

Porque las respuestas las sabés, y eso ya de movida es un alivio, pero invariablemente hay preguntas sobre sexo, amor, u otras cosas igualmente horribles. Y como venís entusiasmado contestando, sos capaz de confesar que debutaste a los 4 años con una muñequita que hiciste con Plastilina y que se parecía un poco al Hada Patricia.

Esa mezcla fatal de sordidez y de cosa trivial hace que inmediatamente a continuación de responder cuál es tu color favorito (¡Azul!, escribe el encuestado, y se pone de buen humor como un salame), te sientas en la obligación de ser sincero, para especificar en la siguiente respuesta que hace 7 meses que no tocás una teta.

Es que en el revoltijo temático apelan astutamente a desarmarte haciéndote nombrar cosas que te gustan, para después ensartarte como Chirino a Moreira.
A ver si nos entendemos: a nadie le importa cuál es tu comida predilecta, lo que nos interesa saber es si estás trincando con alguien de otro blog.

Y eso de que las encuestas fortalecen las amistades que se lo cuenten a otro. Mirá si Starsky iba a andar pensando qué puso Hutch en la encuesta para ver si le cubría la espalda o no. Hice como diez de esas encuestas y mis amigos se siguen equivocando con mi postre favorito, y está muy bien que así sea: quiere decir que les importan otras cosas de mí.

Vagos para leer como somos, hacemos votos para que las próximas encuestas vayan directamente al grano y pregunten lo que de verdad importa. Nada de andarse por las ramas para terminar averiguando por la frecuencia intestinal del vecino.

Apelando al sistema “Una de cal y una de arena”, podríamos aprovechar las encuestas para despertar algunas conciencias con preguntas intercaladas de este estilo:

1. ¿Pensás que los políticos son corruptos?
2. ¿Y los que se cuelgan del cable como vos?


Otro ejemplo:

17. ¿Darías la vida por un amigo?
18. ¿Y por qué no lo ayudaste con la mudanza, que era mucho menos, pedazo de hipócrita?

Y así sucesivamente, cuidando de no exagerar porque tampoco queremos que el encuestado se suicide, ni tampoco que nos olvide olímpicamente para las Navidades o para la próxima encuesta, cuando, con un poco de suerte, habremos enganchado algo y podremos por fin responder con orgullo que sí, que la hemos colocado recientemente.

lunes, diciembre 18, 2006

Una receta para Simón (Parte Final)

- Fue tan lindo, Simón.
- ¿Y que soñaste?
Pero ella se rió y arrancó con Aznavour la canción que seguía y él se le unió sin taparla para nada y ella pronunciaba muy bien el francés y era gracioso oírla con su voz menuda y su entonación perfecta.
El sol empezó a calentar temprano y Marta vio por la ventana a un casal de torcazas bañándose en el bebedero del jardín, y se lo mostró a Simón.
- ¿No tenés hambre, piba? – dijo él a su lado.
- Casi nada.
- Yo sí tengo. Anoche no tenía, qué sé yo.
- Estabas preocupado, amor.
- Sí, y estaba solo. No me gusta comer solo.
- Voy a empezar enseguida con el almuerzo.
- Estaría bueno.
Marta dijo que necesitaba hacer unas compras y que iría sola; Simón podía aprovechar para arreglar el buzón en lugar de querer acompañarla como a una nena. Dijo que se sentía bien, en serio, y que quería darle una sorpresa con la comida. Así que Simón tuvo que quedarse y ponerse a trabajar en el buzón desvencijado.
Se conformó pensando que comería algo más temprano que de costumbre, pero cuando pasó media hora larga desde que Marta volviera, Simón empezó a rondar la cocina y no reconoció ni el aroma ni los preparativos que hacía su esposa. Ella lo miraba de vez en cuando y advertía el aire interrogante de Simón, pero había códigos acerca de las sorpresas gastronómicas y los respetaban. En todo caso, luego de probar la comida, Simón podría hacer las preguntas que quisiera. Cuando pasó una hora, supo que en realidad iba a comer más tarde que nunca, pero decidió no hacer ningún reclamo; al fin y al cabo su mujer se veía mejor, y le estaba preparando algo especial. Lo que más le molestaba, en realidad, era no poder dilucidar qué se estaba gestando en su cocina, y la curiosidad lo hacía sentir directamente famélico. Era una mezcla de olores penetrantes, embriagadores por momentos; Simón reconoció el vino blanco y el comino, y le pareció que flotaba el perfume de algo dulce también, batatas o zapallo azucarado. Y no podía descifrar mucho más que eso: una mezcla nueva, algo denso pero que confundía el sentido con toques sutiles de apariencia inocente. Una especie de juego delicioso, sin duda. Sintió la boca llena de saliva y un extraño bienestar del cuerpo, una liviandad no exenta de cierta carga nerviosa, como si se hubiera desperezado largamente.
Por fin, Marta apagó las hornallas y dijo que en quince minutos estaría listo, luego de reposar. Simón dejó el grisín y el libro con los que estaba distrayéndose y fue a sentarse a la mesa como si Marta le hubiera indicado eso. Ella lo acompañó, divertida, y le preguntó si tenía apetito.
- Sí. - dijo él - Lleva su tiempo esa cosa, ¿no?
- Sí – dijo ella, y su sonrisa se amplió –. Querido, fuiste muy dulce con tus cuidados, no quise preocuparte. Pero el médico no era necesario, yo lo sabía.
- No puede saberse, Marta. Hay que hacer esos estudios…
- No me parece. En serio, Simón. Vas a ver que después de comer voy a sentirme muy bien. Y vos también…espero.
- Yo seguro que voy a sentirme bien, estoy muerto de hambre, piba.
- Pero vamos a comer livianito, pá.
- Bueno – dijo él, y se sintió invadido por una gran ternura. Ella volvió a tomarle las manos como en el desayuno y a él le pareció más linda que nunca. Tal vez fuera la luz, o la voz aniñada, o esos olores incitantes que venían envolviéndolo hacía dos horas. - ¿Y qué soñaste?
Pero ella volvió a reír al irse a la cocina, aunque dijo “ahora te cuento” mientras se alejaba.
El plato en cuestión no le despertaba mucha confianza a Simón, sobre todo cuando Marta le dijo el nombre larguísimo que tenía. Olía en forma extraña, y era una porción raquítica con un nombre pretencioso.
Pero en cuanto lo probó era delicioso, y sintió un calor reconfortante, más en el pecho que en el estómago. Y no se advertían picantes, de modo que el calor era de la pura cocción, de la carne que se le deshacía en la boca como un caramelo recio, de la mezcla de las hierbas amargas y de las dulces y del fondo profundo y rojo que todo eso tenía, una especie de fuego intrínseco que a Simón le hacía arder las orejas. Y al rato notó que tenía los pies calientes y que su porción había disminuido drásticamente. Y que ninguno de los dos había hablado.
- Es muy interesante – dijo Simón-. El nombre ese…
- “La pasión de tu pecho te encenderá los pies para que corras hacia mí”.
- Sí. Bueno, pareciera que el calor se me fue del pecho a los pies.
- ¿En serio? – dijo Marta con interés.
- ¿A vos no?
- A mí no…pero es lo correcto – dijo ella enigmáticamente. – Se supone que con las mujeres tiene un efecto distinto.
- Pero te sentís bien…
- Muy bien. El sueño de anoche… - Y antes de contarle el sueño le dijo que al principio no sabía por qué se había sentido triste y desganada, y sin apetito. Pero que la sensación era de pérdida, como acordarse de una fogata cuando se tiene frío, o mejor, como si se añorara la fogata desde una sala entibiada a gas, pero a la que le faltaran el crepitar de los leños y el perfume de las resinas. Simón iba comiendo muy lentamente lo que quedaba en su plato, y Marta le contaba cómo había recordado cosas, y no olvidó mencionar esa frase venenosa que habla de la comida y el sexo de los viejos, y luego sin dolor ni transición le hablaba de cosas de la juventud y él sentía que algunos de sus músculos vibraban. Ella probaba un bocado de vez en cuando, pero parecía que lo hacía más para incitarlo a que él comiera que por su propio apetito. Y finalmente ella le habló del sueño, y de cómo se habían amado en él después de comer muy poco, porque habían reemplazado las delicias de los platos por besos amarillos y después naranjas, y además el amor de ellos estaba intacto, sólo había que saber soplar el rescoldo para que se transformara otra vez en brasas. Y le contó de recetas que guardaba, como ésta del nombre larguísimo que era más largo aún de lo que ella le había dicho.

Y cuando a Simón finalmente el calor lo abrasó donde debía la hizo levantar de la silla dulcemente, pero con urgencia y el calor de él llegó hasta ella y casi completaron a dúo el nombre de la comida, que incluía la palabra sexo y no olvidaba la palabra amor.
Fin

sábado, diciembre 16, 2006

Monedas y papeles

Resulta que andaba preparando la ropa para mandar al lavadero, y era una pila grande porque hacía como tres semanas que no llevaba nada. Había ropa en el piso de la habitación, sobre las sillas, en el baño, por todos lados. Como hago siempre, empecé a separarla según la simpatía que le tenga a la prenda, y así las camisas de laburo fueron amontonándose sin ninguna gracia y las camisas de salir fueron dobladas con amor y apiladas en grupos de no más de tres, y estacionadas a 45º al lado de los pantalones que cumplen el mismo propósito y que ostentan pequeñas etiquetas de papel que dicen “Cena con Fulana”, “Primer beso a Sultana”, etc.
Al doblar una bermuda con un papelito azul que decía “Paseo por el Tigre con Aníbal”, noté un bultito en el bolsillo derecho que resultó ser un billete de 5 pesos arrugado y unas monedas chicas y pegoteadas (recuerdo que Aníbal compró helados, y que ese día el sol derretía la brea de las calles). Desarrugué el billete y lo puse sobre la mesita de luz, y seguí ordenando. En el bolsillo de una camisa encontré 20 pesos y en un short 35 doláres.
Y así sucesivamente, fui armando una pila grandecita sobre la mesa de luz, porque encontré ropa debajo de la cama con etiquetas de la época del 1 a 1, “Praia Dos Ingleses” y esas cosas.
Australes, Patacones serie B, Reales, Pesos Uruguayos, Dólares y, debajo de la toallita de un slip que decía “Ruta Hotel con Katsumi”, 200 yenes.
Decidí buscar en la ropa limpia también, por supuesto.

Así llegué a juntar casi 700.000 pesos y estaba pensando en llamar a mis amigos para ir a festejarlo, cuando llegué al vaquero Wado’s que tenía la etiqueta roja de las malas salidas.
Estaba en lo más profundo del cajón de abajo del placard y decía simplemente “BB”. No recordaba a nadie que tuviera un nombre con esas iniciales, ni un lugar, y con Brigitte Bardot nunca salí, así que metí la mano confiado y saqué un papel amarillo con olor a farmacia.

Ahora voy a ver qué hago con la guita. Si me compro algo, o invito a mis amigos o la vuelvo a meter en la ropa y hago de cuenta que nunca revisé nada y que las cuentas están saldadas, porque no me alcanza todo lo que junté para deshacer la letra retorcida del ginecólogo que decía que todo había salido bien cuando justamente todo había salido tan mal y yo no podía ni mirarte a la cara cuando te dije que ya estaba y que tus padres jamás iban a enterarse.

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* Esto es un borrador, y adolece terriblemente de tener un (proyecto de) final que no tiene nada que ver con el desarrollo suelto y casi fantástico, un abrupto cambio de rumbo a partir de que escribí "bebé". Pero eso es lo que pasa cuando uno escribe al garete o anda revisando bolsillos como si fuera inocente.

jueves, diciembre 14, 2006

El show de los Muppets

Cuatro de la tarde.
Pablito se apura con un laburo que hasta ese momento venía haciendo a media máquina. Nelly interrumpe sus excursiones al baño por lo menos por una hora. El señor Cañete le mete presión a una reunión y azuza a sus muchachos para que entreguen lo que les pueda quedar en el tintero.

A las cuatro de la tarde se produce un giro dramático, casi grotesco, en la trama oficinesca. Es demasiado tarde para dar vuelta el día por completo, pero demasiado temprano para darlo por terminado. Por espacio de más o menos una hora, hay un movimiento parecido al trabajo a conciencia. Los jefes vuelven a ejercer por un rato (se relajan después del menú ejecutivo y la copa de Valmont bautizado) y entonces las caretas deben reacomodarse y sostenerse un rato más.
En una oficina que trabaja hasta las seis, a las cuatro pasa eso, se realiza el Maratón de los sesenta minutos; a las cinco eso está terminado, y la inercia manda hasta las seis. Pero las cuatro de la tarde son milagrosas. Uno podría pararse a contemplar la hora camaleónica como si fuera el cambio de guardia en Buckingham, y no saldría defraudado.
Es la mejoría de la muerte, el último manotazo del ahogado, la recta final sin ganador visible todavía, cuando el pelotón entero cobra vida de pronto por lo menos hasta que uno saque cuatro cuerpos y todo esté definido.
A las cinco se les agota el aire, se cortan los piolines al unísono y las caretas empiezan a rodar y a entrechocarse en el suelo. Pablito manda a la bandeja más oculta lo que le queda pendiente y Nelly vuelve al baño aunque sea a mirarse las uñas. El señor Cañete, súbitamente tiene una visión de su flamante cuarta esposa y quiere terminar ya con una reunión lánguida y frustrante, donde ha comprobado una vez más que está rodeado de inútiles.

A las ocho del día siguiente volverán a intentarlo, renovarán el drama que irá haciéndose comedia hacia el mediodía, caerá en el absurdo en varios momentos y alcanzará su apogeo a las cuatro, cuando un mamarracho de cucú grandote como el de Carlos Paz les indique que es la hora del grotesco.

miércoles, diciembre 13, 2006

Échale la culpa a La Volpe

Lo siento.
Tenía un post buenísimo para festejar los 100, y pensaba engancharlo con el tricampeonato. Había fotos de Ramírez y un gran danés arlequín, otro poema de jmslayer al ventilador de Gutiérrez, en fin, cosas hermosas.
Pero lo de esta tarde acabó con cualquier ánimo festivo que existiera en mí por varias décadas.
Es de esperar que venga rápido el post 101, y que coincida con el anuncio de la violación alevosa, masiva y reiterada, de La Volpe.
Sean benévolos con los comentarios, porque el fútbol siempre da revancha, porque sé dónde viven y porque mi psiquiatra se rió mucho cuando le pregunté por el alta.

martes, diciembre 12, 2006

Post número 99

Una receta para Simón (Primera Parte)

Dicen que la comida es el sexo de los viejos; tomando eso en cuenta, podría afirmarse que la casa de los Martínez era como un templo consagrado al Kamasutra, aunque el libro de cabecera fuera el de Doña Petrona, edición de 1.962.
Tanto Marta al mediodía como Simón para la cena, solían consultar el voluminoso manual que ahora estaba lleno de anotaciones marginales y con señaladores de colores por todas partes. Y no oficiaba sólo como el Kamasutra: en ocasiones , sobre todo Simón con su voz de barítono, lo usaban como si fuera un tomo de poesía. Él a veces, con la excusa de confirmar un preparado con su mujer, le leía de pie cosas así:
Lengüitas de Cordero a la Rusa: Limpiar las lengüitas pasándolas por la llama, y cocinarlas con abundante agua con sal y verduras; dejar enfriar en su mismo jugo.
Y Marta, pícara, podía responder al rato y de memoria con otra receta:
Se cortan los pomelos por la mitad y se les extrae la pulpa, que se usará para rellenar las cáscaras mezclada con azúcar negra. Rociar con crema de leche cada mitad y colocar unos minutos en horno caliente.
Y así andaban, rehogados todo el día, almibarados, adobados, salpimentados, salteados, untados, eligiendo martinetas gordas para hacerlas a la “Bellavista”, atándoles las patas, cubriéndolas con tiras de tocino y mandándolas al horno que siempre estaba caliente. Se prodigaban toda clase de atenciones a través de las comidas, se enviaban caricias con aroma y sabor, y en ocasiones casi las corporizaban: a veces, después de un plato especialmente sabroso a Simón le daban ganas de besar a Marta. O era ella la que invitaba un licor con las mejillas arreboladas y a Simón le parecía que volvía a verla de 15 años, cuando él tenía 22 . Sobre todo con los licores, Simón sentía que volvía el tiempo atrás. Porque esa era la especialidad de Marta desde siempre. Los hacía casi desde niña, enseguida había superado a su propia madre, y eso no era un mérito menor. Preparaba un licor de duraznos al coñac que le demandaba más de 5 días, pero Simón caía a sus pies cada vez, invariablemente. La ventaja de ese licor era que también le servía para perfumar cremas y postres y Simón lo reconocía al instante y entonces la retribuía de forma similar. Él tenía muchas especialidades, pero cuando le ofrecía a Marta unos buñuelos de Viento los presentaba como “su especialidad”, y Marta creía que era porque le encantaba el nombre. Pero los buñuelos también llevaban coñac en el almíbar final y así quedaban empatados y había que desempatar , y eso les gustaba a los dos.
Todo se iba dorando armoniosamente, con toques de calor precisos y espolvoreos de coco no tan precisos a causa de la artrosis, hasta el día en que Marta perdió por completo el apetito.
Simón la vio venir del Banco preocupada y supuso que algo había andado mal con la jubilación. Siguió preparándole el café como a ella le gustaba, sin que hirviera el agua pero muy caliente, y esperó a que Marta le contara. Pero ella se demoró en el baño y al salir sólo rechazó el café y se puso a leer una revista cualquiera. No era común verla a Marta tan callada, y sobre todo verla rechazar el cafecito de la media mañana, que era apenas un dedal bien acompañado. Simón se tomó su café con roscas de maicena y estuvo pensando. La última vez que había visto así a su mujer había sido por un problema de salud, y algo más que eso. Porque el médico le había encontrado el colesterol alto y había pretendido ponerla a dieta. Fue tanta la impresión que a ella le produjo la idea de una vida escueta de milanesas de soja y verduras al vapor, que a la semana se había regularizado milagrosamente, y sin privarse ni siquiera del locro de Simón.
Le preguntó cautelosamente si se sentía bien, y ella dijo que le dolía un poco la cabeza y que iba a recostarse. Simón tuvo que prepararse el almuerzo, porque Marta le aseguró que era cansancio y que durmiendo se sentiría mejor. Así que después de mucho tiempo él había cocinado al mediodía, y la comida le pareció sosa y la mesa le pareció muy grande.
Al segundo día de ayuno de su esposa, él insistió en llamar al médico, y ella había acatado distraídamente, entre suspiros. Mientras lo esperaban, Simón apeló a los violines gitanos para ver si la música le despertaba el apetito, pero Marta apenas si aceptó un té cargado y los suspiros se incrementaron.
Por las dudas él dejó abierta la puerta de la cocina mientras repasaba los ingredientes para una bouillabaisse y se los comentaba entre el clamor de la música, allí donde a las cuerdas de los violines se le sumaban las de unas guitarras apasionadas y Simón se quejaba porque no había camarones y así la sopa no era lo mismo.
El doctor la revisó y no encontró nada significativo, y hasta alentó la idea de la dieta, pero recomendó descanso y análisis de sangre y uno espantoso que incluía la búsqueda de parásitos y que Marta intentó rechazar. Los líquidos se permitían en todas sus formas y Simón decidió interpretar que eso incluía a los licores. Por la noche volvió a comer solo, y ni siquiera la bouillabaisse con su merluza, su lenguado, su corvina y su brótola pudieron hacerlo sentir mejor. Ni los mejillones ni los langostinos le devolvieron el entusiasmo, y media cacerola fue a parar a la basura.
En el amanecer del tercer día Marta pareció más animada y se tomó una hora larga para arreglarse el cabello, pintarse las uñas, elegir la ropa y maquillarse. Preparó un desayuno liviano, pero se tomó una taza de café con leche y le volvieron los colores a la cara y le mejoró el pulso. Simón la acompañó con creces y puso muy alto un disco de Aznavour, y hasta cantaron juntos un rato. Sobre el final de una canción, ella cruzó un brazo a través de la mesa y lo tocó. Se tomaron de las manos y ella le dijo que se sentía mejor y que había soñado.
- Fue tan lindo, Simón.
- ¿Y que soñaste?
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(Continuará)

lunes, diciembre 11, 2006

Indioteces


El peyote

Casi tan importante como el de la taplán es nuestro vínculo con el peyote, aunque con él es un vínculo de amistad.
El peyote, peyazo o peyo grande, es una figura tradicional de nuestro acervo popular. Hasta tenemos un dicho: El peyo es el mejor amigo del indio.
Usted habrá visto la cantidad de peyos que andan por acá, coyeteando por todo el teyitorio; y habrá observado nuestra preferencia por los grandes. No encontrará aquí ni chihuahuas ni pequineses: sólo peyotes onda Yotgüáiler.
Como decía, el vínculo es amistoso: a diferencia de la taplán, no lo consideramos un guía. Salvo en el caso de los cieguitos...


Nota para turistas extranjeros: el presente escrito adquiere sentido y hasta cierta gracia si se lo lee en porteño, es decir pronunciando la “y” como “sh”.
Pero también habría que aclarar que se apela al conocimiento del regionalismo que pronuncia la “rr” como “y”, es decir como “sh”.
Es bastante complicado, así que, mejor, si usted no es porteño no lo lea.
Porque puede ser argentino y provinciano, y ne fregarse en porteñidades, y haber leído de entrada “peiote”, en cuyo caso habrá entendido casi tanto como un neozelandés.

Nota innecesaria pero nunca se sabe: la raza canina a que se alude es Rottwailler. Y acá sí me encantaría saber cómo la compilaron, pero eso es una cuestión de maldad mía, propia de la típica soberbia porteña que ejerzo con soberbia típica. (N. Del A.)

sábado, diciembre 09, 2006

Los taplanes


¿Alguien puede criticar a los esquimales por comer pescado? ¿Qué van a comer, camellos? ¿Se puede decir algo de los incas porque comían maíz? Si estaban rodeados de maíz, ¿qué iban a comer, señor?
Eso es lo que nos pasa a nosotros. Acá hay muchísima cannabis, que nuestros ancestros llamaron taplán. Se da solita, en toda la región. Y la comemos, claro. Y la usamos como medicina y hasta la fumamos.

La taplán forma parte de nuestras vidas por una inevitable cuestión de cercanía. El que nos conoce, sabe que nosotros no la iríamos a buscar ni la sembraríamos. Somos un pueblo tranquilo, de no salir mucho. Un poco vagos, también eso es cierto. ¿Para qué andar yendo de un lado para el otro, si acá estamos bien?
La naturaleza nos proveyó de la taplán en abundancia, y acá nos quedamos, y bien contentos. ¿Molestamos a alguien, señor? ¿A quién molestamos?

Sepa que para nosotros la taplán es sagrada. Eso se lo digo de entrada, no porque me quiera atajar, pero es así. Usted pregunte lo que quiera, pero la verdad es que es sagrada y tenemos nuestras razones secretas. Hay secretos, señor, y esos no se los voy a contar. Usted pregunte, y si la respuesta es una cosa secreta, yo se lo digo y me hace otra pregunta.

¿Usted la probó? Digo: ¿la comió? Porque ustedes los gringos son de fumársela y nada más. Con eso adquieren parte del secreto ese que le digo, pero una parte ínfima. A la taplán hay que ingerirla preparada, casi en un ritual. Una ensalada está bien para empezar. O mejor: un tecito de taplán a la mañana. Un sedante natural, y un laxante magnífico, señor. Usted empieza la mañana maravillosamente. Y le abre el apetito, señor; es buenísimo para los chicos que no quieren comer nada.
Después puede hacer unos buñuelos, o usarla en lugar del orégano, o unas empanadas de vigilia distintas y mucho más propiciatorias: capaz que ve a su Dios y todo, señor.

A nuestros animales también les encanta. Vacas, perros, quirquinchos, a todos les hace bien la taplán. Bueno, a los quirquinchos los altera un poco. Por lo general son bichitos tranquilos, pero si comieron brotes de taplán enseguida se les nota, por la velocidad. A veces organizamos carreras de quirquincho y, por supuesto, los entrenadores les dan brotes tiernitos antes de la carrera.

A las mujeres especialmente les cae bárbaro. Les deja la piel sedosa y el pelo brillante, y mejor predispuestas para el amor.
Pero ahí casi me estoy metiendo de lleno en el secreto, así que pregunte otra cosa.

¿Venderla? No, señor. Le dije que es sagrada, ¿ustedes venden sus cosas sagradas? A lo sumo si usted quiere un poco yo le puedo obsequiar, pero venderla no. Además hay como un equilibrio natural entre nosotros y la taplán. Si la vendiéramos nos veríamos obligados a cultivarla, a producirla. Alteraríamos el orden natural. Y además ya le dije que no somos muy afectos al trabajo, señor.

Cuando nos agarran ganas o nos viene la idea de trabajar, lo consultamos con la taplán. La fumamos un rato y oímos sus consejos. Hasta ahora a nadie la taplán le dijo que sí, que empezara a trabajar. Todos tuvimos revelaciones que más o menos decían que nos quedáramos en el molde y no jodiéramos.

¿Mi acento? Es porque vienen muchos turistas argentinos, son los que más vienen. Y están más abiertos espiritualmente: enseguida entienden la parte sagrada y se hacen devotos. La alaban como a su propio Dios, o más.

No me vuelva a preguntar por las mujeres porque ya le dije que eso no, eso es secreto. En todo caso después lo hablamos, ahora tómese el té que se le enfría. Si lo hubiera tomado al mismo tiempo que yo, ahora usted no estaría sentado en ese elefante celeste, señor.
¿Cómo llegó ese elefante hasta acá?

viernes, diciembre 08, 2006

Beta test

Estamos como "en construcción".
Migramos a la versión Beta (lo que permite publicar directamente, clasificar las entradas y agruparlas, etc y por eso al pie de cada post aparecen ETIQUETAS, aunque todavía no clasifiqué todo) pero vamos descubriendo errores con los acentos y con las eñes, y hay que corregirlos.
Seguramente habrá más errores, sepan disculpar y agradecemos si nos avisan de otras fallas. Como dice mi hermano brasilero "Quem avisa nao é traidor"
Obrigado.


miércoles, diciembre 06, 2006

(capaz que es un country)

(ojo. a lo mejor termina siendo un country o la mismísima buenos aires,…
en todo caso ejercicio muy libre, del estilo “escribí que algo sale”, pero bastante prometedor, si se me permite)

La gran cabeza de vidrio domina todo el área, que incluye a la pequeña ciudad y a la selva que comienza más allá. Está suspendida en el aire, veinte metros por encima del edificio más alto. Es blanca, traslúcida, con vetas azules y con hilos rojos que la surcan como una monstruosa red sanguínea. Tiene unos cuarenta metros de altura y no tiene rasgos muy definidos: podría ser una mujer de pelo corto. En la ciudad futurista llueve casi permanentemente y los rayos le dan a la cabeza un aspecto sobrecogedor. La boca de la esfinge es lo único que presenta detalles, aunque no tantos como para determinar su género . Es una boca grave, abierta, donde se advierten los caninos enormes y los colmillos agudos, la lengua, y la bóveda hendida del paladar. Los labios están ligeramente alargados hacia adelante: la boca forma una “O” gigantesca.
La gran cabeza mira hacia la selva, atravesando con la vista la ciudad de metal de este a oeste, y la nuca da sobre el río oscuro y caudaloso, donde las nubes sulfurosas cubren franjas de peces muertos. La figura tiene la apariencia de estar viendo algo que se acerca desde la jungla, y de espantarse con lo que ve.
Los incendios de la selva se ven primero en la cabeza. En esas ocasiones, las lenguas de fuego la encienden como si saliera el sol, y es un astro pavoroso e inmóvil que puede durar días enteros. A veces, cuando la gran cabeza de vidrio se llena de fuego, se oyen tambores. Pero los habitantes de la ciudad metálica no reconocen el sonido lejano ni saben nada del rencor de los parches, y lo atribuyen a la tormenta perpetua. De todas formas los haces de neón verde atraviesan la ciudad y las alarmas hacen que los peatones se refugien aterrados. Las puertas se cierran herméticamente mientras la cabeza arde, y no vuelven a abrirse hasta que el vidrio se calma.
Nadie se pregunta cómo se sostiene la cabeza mineral, ni qué significan los incendios. La aceptan como aceptan el dorado de sus calles y las fuentes de ambrosía, como parte de un orden divino que puede mantener esa luna de vidrio suspendida para siempre: un ídolo misterioso y un vigía para la barbarie circundante. Si la cabeza de los largos colmillos no estalla (y a veces parece temblar con los tambores) los de la ciudad estarán bien.

Fe de erratas: Caninos y colmillos son lo mismo.


lunes, diciembre 04, 2006

Una rascada


Cuando tengo insomnio (como ahora) me da por rascarme. Bueno: cuando tengo insomnio, me da comezón y eso hace que me rasque. Pero lo importante no es el insomnio, ni la comezón, sino la rascada. Parece que rascarme facilita la elaboración de pensamientos y hasta de teorías, como ésta de que rascarse facilita la elaboración etcétera. Algunos detractores dirán inmediatamente que es el insomnio lo que etcétera, pero estarán equivocados, porque si no me rasco no me viene nada a la cabeza por más insomnio que tenga. Y eso lo sé porque he intentado no rascarme cuando me empieza la picazón y en esos casos sólo pude pensar "no me pica, no me pica" o en su defecto "me pica", o una combinación sucesiva y de alto conflicto interno de "no me pica, ¿ah, no?" . Y al rascarme, esos pensamientos se van y dejan lugar a otros mucho más interesantes. O no tanto, pero por lo menos más variados, porque a la media hora de pensar cómo me pica ya estoy aburrido y aburrirse de los propios pensamientos es de lo más deprimente para alguien que la juega de creativo. Y de lo antedicho se deduce fácilmente que tampoco es la comezón porque el único pensamiento que ésta genera ya se mencionó, y no voy a repetirlo. El que no me siga deberá releer porque no voy a cortar la línea de pensamiento ni a dejar de rascarme, porque o somos consecuentes con las propias teorías o nos vamos a dormir, y como dormir no da, ya se sabe.
La rascada, a los efectos de promover ideas, puede comenzar en cualquier parte, siendo conveniente o más piola, iniciar en algún punto donde pique: enseguida aparecerán otros, porque rascarse es sólo cuestión de empezar, y ésta verdad que hasta ahora se tomó como algo menor y sin importancia, algo casi chabacano, a la luz de mi propia teoría adquiere un potencial nuevo y enorme, porque equivale a decir que la formulación de nuevas teorías que tal vez beneficien a la humanidad, es sólo cuestión de empezar. Yo, por ejemplo, empecé con una pierna, y miren adónde he llegado.
Imagino que la fricción de zonas genitales conducirá inevitablemente a cambios beneficiosos y placenteros para la comunidad, pero hay que acordarse de ir a escribirlos, porque en esos casos a mí me gustó más seguir con lo que estaba y ahora me es imposible recuperar esas teorías que seguramente eran buenísimas. Me parece recordar algo que involucraba a Araceli González, pero hoy por hoy, si me apuran, no le veo la relación.
Seguramente todo tiene que ver con la activación del flujo sanguíneo y la captación de endorfinas. Si me rasco con la suficiente vehemencia capaz que largo la explicación científica completa, pero se los dejo como tarea a ustedes porque ahora se me está ocurriendo otra teoría que tiene que ver con que escribir da sueñito, y que los blogs, aunque ésto ya se sabe, son el opio de los pueblos.
Sobre todo el propio.
No hagan ruido.

sábado, diciembre 02, 2006

"Manténganse hambrientos, manténganse descabellados"

En general no pongo cosas de otros, pero acabo de recomendarle ésto a alguien y, releyéndolo, me pareció que valía la pena. Gracias a César por habérmelo hecho llegar a mí.


Discurso que Steve Jobs, CEO de Apple Computer y de Pixar Animation Studios, dictó el 12 de Junio de 2005 en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford que es una universidad tecnologica y que nunca habia permitido que un no-universitario diera el discurso de despedida a una promocion de alumnos.
“Tienen que encontrar eso que aman”
Me siento honrado de estar con ustedes hoy en su ceremonia de graduación en una de las mejores universidades del mundo. Yo nunca me gradué de una universidad. La verdad sea dicha, esto es lo más cerca que he estado de una graduación. Hoy deseo contarles tres historias de mi vida. Eso es. No es gran cosa. Sólo tres historias.

La primera historia se trata de conectar los puntos
Me retiré del Reed College después de los primeros 6 meses y seguí yendo de modo intermitente otros 18 meses o más antes de renunciar de verdad. Entonces ¿por qué me retiré?.
Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era joven, estudiante de universidad graduada, soltera, y decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací, decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: “Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?”. Ellos dijeron “Por supuesto”. Posteriormente, mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado de una universidad y que mi padre nunca se había graduado de la enseñanza media. Se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.
Luego a los 17 años fui a la universidad. Sin embargo, ingenuamente elegí una universidad casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres de clase obrera fueron gastados en mí matrícula. Después de 6 meses yo no era capaz de apreciar el valor de lo anterior. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y no tenía idea de la manera en que la universidad me iba a ayudar a deducirlo. Y aquí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. Fue bastante aterrador en ese momento, pero mirando hacia atrás fue una de las mejores decisiones que tomé. Apenas me retiré, pude dejar de asistir a las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a las que se veían interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos en la noche para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayor parte de las cosas con que tropecé siguiendo mi curiosidad e intuición resultaron ser inestimables posteriormente. Les doy un ejemplo: en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Debido a que me había retirado y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación de la cantidad de espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Fue hermoso, histórico, artísticamente sutil de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
Nada de esto tenía incluso una esperanza de aplicación práctica en mi vida. No obstante, diez años después, cuando estaba diseñando la primera computadora Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en la Mac. Fue la primera computadora con una bella tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, la Mac nunca habría tenido tipos múltiples o fuentes proporcionalmente espaciadas. Además, puesto que Windows sólo copió la Mac, es probable que ninguna computadora personal la tendría. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y las computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen. Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.
Reitero, no pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; solamente pueden conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de alguna manera se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo – su instinto, su destino, su vida, su karma, lo que sea. Esta perspectiva nunca me ha decepcionado, y ha hecho la diferencia en mi vida.

La segunda historia es sobre amor y pérdida
Yo fui afortunado – descubrí lo que amaba hacer temprano en la vida. Woz y yo comenzamos Apple en el garage de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garage, transformándose en una compañía de US$2 mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más grandiosa creación – la Macintosh – un año antes y yo recién había cumplido los 30. Y luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que comenzaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para dirigir la compañía conmigo, los primeros años las cosas marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un tropiezo. Cuando ocurrió, la Junta del Directorio lo respaldó a él. De ese modo a los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda mi vida adulta, fue devastador.
Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a la generación anterior de empresarios – que había dejado caer el testimonio cuando me lo estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo echado a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle. No obstante, lentamente comencé a entender algo – Yo todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y así decidí comenzar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero sucedió que ser despedido de Apple fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de ser exitoso fue reemplazada por la liviandad de ser un principiante otra vez, menos seguro de todo. Me liberó para entrar en uno de las etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes cinco años, comencé una compañía llamada NeXT, otra compañía llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por computadora, Toy Story, y ahora es el estudio de animación más exitoso a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple. Además, con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No pierdan la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como para sus amores. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran trabajo es amando lo que hacen. Si todavía no lo han encontrado, sigan buscando. No se detengan. Al igual que con los asuntos del corazón, sabrán cuando lo encuentren. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se detengan.

La tercera historia es sobre la muerte
Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo parecido a “Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto”. A mí me impresionó y desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: “Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?” Y cada vez que la respuesta ha sido “No” por varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo – todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso – todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para no seguir a su corazón.
Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un scanner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. Yo ni sabía lo que era el páncreas. Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los tres a seis meses. Mi doctor me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para la muerte. Significa intentar decirle a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, decirlo en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego al atardecer me hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja mi páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien.
Fue lo más cercano que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas cuantas décadas más. Al haber vivido esa experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era un útil pero puramente intelectual concepto:
Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, ustedes son lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, gradualmente ustedes serán viejos y serán eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es muy cierto.
Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona. No se dejen atrapar por dogmas – es decir, vivir con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencien su propia voz interior. Y más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog, que era una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no muy lejos de aquí en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a fines de los 60, antes de las computadoras personales y de la edición mediante microcomputadoras, por lo tanto, en su totalidad estaba editada usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras polaroid. Era un tipo de Google en formato de edición económica, 35 años antes de que apareciera Google: era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes conceptos.
Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog, y luego cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía la edad de ustedes. En la tapa trasera de la última edición, había una fotografía de una carretera en el campo temprano en la mañana, similar a una en que estarían haciendo dedo si fueran así de aventureros. Debajo de la foto decía: “Manténganse hambrientos. Manténganse descabellados”. Fue su mensaje de despedida al finalizar. Manténganse hambrientos. Manténganse descabellados. Siempre he deseado eso para mí. Y ahora, cuando se gradúan para empezar de nuevo, es lo que deseo para ustedes.

Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados.
Muchas gracias.

viernes, diciembre 01, 2006

Semblanzas

- Acá vengo a rendir yo, y viva Perón – dijo el alumno Casas sentándose, al tiempo que sacaba y dejaba sobre el pupitre una 45 reluciente.
- Y acá – dijo el profesor López Echandía poniendo un 38 recortado sobre su escritorio –, tomo examen yo. Y viva el cáncer.

La escena tenía lugar en un aula del colegio “General Paz” del barrio carenciado “Virgencita de Itatí”. La materia era Historia Argentina.

006

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Soy el agente 006.
Black. Tom Black.
Antes, cuando me presentaba así, era como mi marca personal, causaba impacto. Después la gente creía que estaba imitando a Bond, y a veces me lo comentaban sonriendo: “Ah, como…”. La voz y la risa se les esfumaban al ver mi cara.
Pero no podía culparlos, así que dejé de usar esa forma de saludar. Y al cabo de un tiempo hasta supe apreciar las virtudes de Sean Connery.
Ignoro si Fleming se inspiró en mí (nunca nos vimos, aunque es cierto que perteneció al Servicio), o si la casualidad hizo que su famoso personaje usara mi forma de presentación. Lo cierto es que Connery patentó lo de “Bond, James Bond” y no tuve nada más que hacer.
Buen actor, por otra parte. Me sentí íntimamente halagado durante mucho tiempo. Incluso, algunos compañeros notaron el latiguillo y me apodaron inmediatamente “James”.
Con el tiempo, algo de simbiosis fue inevitable.
Luego apareció Roger Moore, y no fue lo mismo.
Al tiempo vino Pierce Brosnan, y fue peor.
Tal vez no haya sido peor, pero yo ya era grande y me molestaban los cambios. Cada vez molestan más.

Estoy en el final de mi carrera, que ha sido brillante. Pero he envejecido, y la gente se ha ido renovando. Los novatos siempre preguntan por mí, y me hablan del Bond de Hollywood. Soy como una leyenda.
Ayer una agente muy joven se presentó ante mí diciendo que quería conocer al auténtico Daniel Craig. (*)
¿A quién?
Daniel Craig, el último “Bond”. El que actuó en…
¿Quién???
Me despedí distraídamente de la muchacha, cogí mi impermeable y salí a la calle. La lluvia siempre es una aliada del que quiere cavilar sin distracciones, y anduve durante horas sin detenerme.
Cuando entré en un pub hice algunos llamados: no fue difícil establecer el patrón de Craig.

Me asigno una misión final, y me autorizo (me ordeno) que antes de disparar me presente como Bond, James Bond.


(*) "Craig luce últimamente como el hermano menor de Gollum" (dicen acá)




miércoles, noviembre 29, 2006

Campaña al cuete

Ya estamos cerca de las fiestas; lo sé porque niñitos pequeños que secretamente admiran al Subcomandante Marcos ya han comenzado a romper los huevos con los cohetes. Vienen y me los tiran abajo del balcón de la oficina, y salen rajando. Me intriga saber a cuántas cuadras estarán de su casa, porque no son del barrio: los he observado en varias de sus incursiones (he llegado a gritarles) y no reconozco a ninguno de los que suelen entretenerme mientras los miro jugar a la pelota desde el balcón. Pero éstos no son de por acá y las razones son obvias: las madres los mandan lejos para poder escuchar tranquilas a Santo Biassatti. “Má, ¿puedo tirar cuetes?”, “Sí, pero andá abajo de la oficina de Muzzio….” Los dirigen hacia mí, que no tengo niños, y que si tuviera jamás les compraría pirotecnia, y si les comprara los supervisaría como corresponde. Los pibes vienen y ensayan para la próxima Guerra del Golfo: meten los cohetes en botellas, ponen mechas extras y juntan petardos en un latita de duraznos La Campagnola para que suene más fuerte: todo debajo de mi balcón.

A veces los cohetes fallan, para mi regocijo. Pero a veces parece que fallan, y después explotan. Los chicos espían, dudan en acercarse, a veces están a medio metro cuando los cohetes revientan. ¿A fuer de qué, señores míos, dejan que sus hijos jueguen con explosivos?
Cada año tenemos cientos de quemados, tuertos, con dedos de menos: todo por la pirotecnia. Sin contar los perros infartados, los gatos escapados y los canarios despeinados.
A mí me gustan bastante los fuegos artificiales (no las bombas), y cada vez los hacen más bonitos. Y me parecen menos peligrosos, y de última es casi seguro que esos sí los manejan los adultos (porque salen caros, porque son más lindos y ni en pedo se los van a dar a los pibes) y si se queman, que se jodan.

Por lo tanto desde este blog hacemos campaña para que se prohiba el uso de pirotecnia ruidosa y barata, y se fomente el de la visual, silenciosa y carísima.

Yo no pienso comprar nada: disfrutaré viendo, y pensando que por una vez los ricos me dan algo, y que en una de esas se queman un par de falanges y todo.

martes, noviembre 28, 2006

Hombre de la paz

Roma. El músico Peter Gabriel fue nombrado este viernes Hombre de la Paz 2006 por su “gran contribución y compromiso en favor de los derechos humanos y la paz”, en la apertura de la 7ª Cumbre de Premios Nobel de la Paz en Roma.

Tomo prestado el post de mi amiga Ross, celebro el premio de Gabriel y dejo un video de aquellos.


Peter Gabriel: Biko

viernes, noviembre 24, 2006

Tiempos difíciles

Más allá de la discusión casi filosófica de cuál es en verdad el tiempo presente, de la arbitrariedad de decidirle una duración de apenas unos segundos o cualquier otro valor según la escuela que se siga, me pregunto en qué tiempo vivimos en realidad, considerando también al pensamiento como parte si no esencial por lo menos importante de la vida, vaya con la novedad. Me lo pregunto ahora, que son las 11 y 25 del viernes aunque yo no viva plenamente este tiempo porque estoy pensando tal vez en el que lea ésto en un inexorable futuro. La hora del viernes no es mi único tiempo, pero dentro de un rato volveré al presente, necesitaré un café o un cigarrillo, las cosas reales.
Aunque también es real que seguramente recordaré cosas antiguas, y mientras lo haga será como estar viviendo en el pasado. Releo lo escrito y veo que dije que dentro de un rato, en el futuro, volveré al presente. Mirá vos. Otra que Michael Fox.
Y sin embargo es cierto, voy y vengo sin parar, me distraen las cosas ya vividas o me fugo hacia adelante con un cartel que anuncia Roger Waters-Marzo 2007; me golpeo la misma rodilla de aquella vez hace tantos años, y quisiera saber que fue del médico, cosas así. Vivo más en el túnel del tiempo que en el presente. El momento actual parece definirse mejor por las necesidades físicas: el ahora es más bien una cuestión fisiológica, parece; más del cuerpo que de la mente. Y además el presente mismo es tan escurridizo, con su duración de unos milisegundos que no pienso malgastar, porque lo innegable es que el tiempo transcurre y que ya son las 11 y 53. (*)


(*) A Pedrito Ardiles le gustó cuando me preguntó “¿Dónde vivís?” y le contesté algo parecido. Pero eso fue hace mucho y no quisiera perderme este presente de segundo y pico, aunque ya está, ya me acordé de Pedro y de la facultad. Es complicado esto.

jueves, noviembre 23, 2006

Cómo vencer la timidez

Consejos del Profesor E. Ramírez

Según nuestras estadísticas , algunos llegan hasta este blog por temas relacionados con la timidez. Y lo leen, aunque, claro, nunca comentan. Como Ramírez ha padecido lo que denomina “el flagelo” lo dejamos que escriba él.
Emmanuel Ramírez es Bioquímico y Profesor de danzas folclóricas Focalizadas (sólo la parte de la paisana). Ha escrito varios libros, pero después los borró porque no le dejaba leer lo que estaba abajo.


La timidez no es buena, mi amor.
Es la hija boba de la humildad, la sobrina tonta de la mesura y la nieta pelotuda de la seriedad. Es la que te hace elegir siempre la pollera larga marrón y el saquito cerrado; la que te hace permanecer callada en las escasas reuniones a las que vas; la que te hace ocultar las manos bajo la mesa y ruborizarte si él te mira.
A la mierda con todo eso. Vamos a revisar algunos puntos para que la timidez deje de ser tu problema.
Antes que nada tenemos que saber por qué sos tímida. Muchas pacientes me dicen que es porque se sienten feas, o porque se comen las eses, porque se flatean o porque no saben bailar, o porque no les da la maraca y temen quedar mal si hablan solamente de Luis Miguel.
Y la enorme mayoría tiene razón, son unos bagartos insoportables, pero no importa: todos tienen derecho a una vida digna y a un poco de dunga-dunga de vez en cuando. Yo mismo era muy tímido en Santa Fe, así que sé de lo que hablo. Mi escasa habilidad para los deportes, mi físico esmirriado, mis mini-shorts rosados, todo contribuía para que fuera el blanco predilecto de las bromas. Los chicos me golpeaban en los recreos. Y ahora me adoran, así que prestá atención:

Para las feas
¿Muy fea sos? Digo, ¿no zafamos de arriba, de atrás? ¿Nada?
Okay, vas a hacer lo siguiente:
Me comprás, y te los estudiás de memoria, 3 cassettes de “Lo mejor de Jorge Corona”. Y a la primera de cambio, decís: “Eso me hace acordar…” y arrancás con los chistes. Vas a ser la mimada de los varones, te van a invitar incluso a las reuniones de hombres solos. No garantizo que alguno te quiera dar, pero por lo menos dejás de ser una momia.

Para las estúpidas
No queremos que permanezcas muda, pero ojo con lo que decís. Mejor dejá correr la conversación y poné caritas. Usáme mucho “Puede ser”, “Hmm”, “Y…”, esas cosas que por lo menos dejan la duda de si sos misteriosa o te hicieron una lobotomía. Vos poné caritas y mechá esas frases todo lo que puedas. La gente no sólo va a creer que participaste lúcidamente en la charla sino que va a estar encantada de que siempre coincidan.
Y hasta vos podés creer que participaste, imbécil.


Para las aburridas
Usá siempre ropa interior Victoria’s Secrets. Lo que vas a hacer a partir de ahora es empedarte a conciencia y practicar el baile en el caño. Pero mucho alcohol, mamita, mucha ginebra Bols, mucho tetra antes del evento. Aunque sea una misa aniversario, vos te llevás una petaca llena de Legui y un walkman con la música de “Nueve semanas y media” y me la vas escuchando en el 41. Vas a llegar a la fiesta ya con calor, con ganas de revolear la ropa. Ojo: no te desates con los primeros temas, pero tampoco esperes mucho porque corrés el riesgo de terminar sola, en pedo y en bolas, abrazada a los mozos. A mí me ha pasado. Y éstos son consejos para la timidez, no para mejorar tu récord de penetraciones simultáneas.

Para las feas, estúpidas y aburridas
No, nada. Un 38 y a la mierda.

Para todas y todos en general (*)
El flagelo de la timidez se comporta como la maleza de tu jardín: si no la combates no permanecerá igual, sino que irá creciendo hasta invadir tu vida por completo. Atácala cuanto antes y de todas las formas posibles. Relájate: recuerda que todos tenemos miedos, debilidades y sobre todo espantosos secretos inconfesables. Disfruta y expande tu personalidad sensible y discreta, saca provecho de tu imagen desvalida, no dejes de divertirte aunque se te traben los pies al bailar. Intenta alumbrar con brillo propio: no copies modelos de personas audaces, ni te inventes un personaje que no eres y que no podrás sostener. Ríete de tus defectos, exagéralos. Devuelve las ironías siempre un grado más alto de lo que las recibes, pero procura hacerlo con buen humor. Ruborizarse es signo de que aún conservas la vergüenza; en ningún caso eso puede estar mal. Si no tienes nada que decir, no te sientas en la obligación de hacerlo. Pero si quieres dar tu opinión, hazlo en forma clara y nunca bajes la voz: si lo que dices les parece tonto o inapropiado, te lo harán saber aunque hables bajo. Si no te gustas en el espejo, haz algo para cambiar o cambia de espejo, pero sal a la calle con el testuz enhiesto. Y al que te ofrezca un 38 le dices que se lo pierda en el ojete.

Otras investigaciones del Profesor:
Termodinamia Asimétrica Nocturna
El agua para el mate, esa yegua indomable

(*) Ignoramos por qué Ramírez pasa abruptamente del coloquial al científico, del argentino al venezolano o lo que sea. Pero ignoramos tantas cosas de él, que no nos vamos a andar preocupando justamente por esa.
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La timidez y otras cosas
Este es el cuento que le dio nombre al libro y al blog, y la razón de que incautos timidones se ensartaran viniendo a pispear acá. Va, pues, en versión completa, y por el mismo precio.
Me parece que fue ahí cuando empezó a llover.
Usted todavía no había contestado. Tal vez no escuchó lo que le pregunté porque había mucho ruido en la calle y además a usted le preocupaba que lloviera. Yo me imagino que lo que la inquietaba era la posibilidad de que la lluvia la despeinara o le corriera el maquillaje. Es tan coqueta, usted. A mí no me importaba si llovía o no. En realidad me maltrataban los nervios porque tenía que hacer la pregunta. Lo que pasa es que entre la timidez y el ruido de la calle y como usted parece que no me escuchó, ahora hasta dudo si al final le hablé o no.
A mí me parece que también tengo un poco de mala suerte. Ojo: no digo que siempre, pero muchas veces me pasa algo a último momento y me arruina los asuntos. No es que tenga muchos asuntos, tampoco. Quiero decir, en general. Póngale que quiero organizar una reunión en casa y empiezo a invitar amigas, compañeros del trabajo y hasta familiares. Y siempre me pasa que todos están comprometidos o al final les pasa algo a los que me habían dicho que sí, un dolor de estómago y ese tipo de cosas.
Volviendo a ese día: yo le pregunté y justo se largó la lluvia, dígame si no es mala suerte, Alicia. Más vale, usted se preocupó por el mal tiempo y tuvo que apurarse, no se podía hacer otra cosa. O a lo mejor sí, pero no hubiera sido lo mismo. A lo mejor, justamente por la lluvia, usted hubiera aceptado ir a tomar algo, probablemente al café más cercano. Pero esa no era mi idea, Alicia.
A lo mejor usted no se dio cuenta todavía, pero yo le di algunas pistas. No digo algo muy concreto, pero pistas le di. Yo no sé disimular y entonces a usted tiene que haberle llamado la atención que tartamudee un poco cuando hablo y además me ruborizo tan fácil...
¿A usted no le sorprende que siempre nos encontremos en la puerta de salida? La verdad es que me le estoy insinuando, Alicia. Comprenda, no es fácil para alguien como yo encarar a alguien como usted. Es más: antes de llegar a invitarla, alguien podría analizar por qué me atrae alguien como usted. Usted es joven, tiene personalidad, tiene palabras. Y es tan linda, Alicia. Me duele el pecho cuando la veo, sin exagerarle. Ahora que lo pienso, no hay que analizar mucho por qué usted me atrae, en todo caso por qué me ilusiono inútilmente.
Yo no soy como usted. Pero siento que hay algo que nos une en su interior, Alicia, y a eso le apunto. Es decir, por supuesto que me gusta su melena rubia, y sus piernas son hermosas. Sus piernas son hermosas, Alicia, tuve que tomar aire para seguir pensando. Digo, usted me gusta mucho, no tiene sentido que lo neguemos. Y seguramente no tengo la exclusividad, deben sobrarle festejantes mejores que yo. Pero cómo evitarlo, Alicia, cómo evitarlo. Pienso constantemente en usted, su perfume me persigue, lo percibo hasta en mi café con leche de las mañanas. No que usted huela a café con leche, sino al revés, no sé si me comprende.
Sueño con usted, Alicia, y en mis sueños soy audaz y a usted le gusta.
Por eso ayer había decidido que iba a invitarla a tomar algo.
Lo tenía bastante bien planeado, Alicia. Usted, como siempre o casi siempre (porque a veces usted trabaja hasta muy tarde), iba a tomar el ascensor después que yo. La verdad es que me apuro a bajar. Siempre tengo todo listo a las seis menos diez y entonces consigo bajar en el primer o segundo lugar. Entonces bajo y espero a verla salir. No crea que la espío, lo que hago es esperarla: tengo desde hace rato la intención de poder hablarle sin distracciones, algo imposible de hacer en el trabajo. Además que no me gustaría hablarle y que escuche alguien, imaginesé. Más allá de la falta a nuestras obligaciones la gente podría hablar cosas de usted. Aunque es más seguro que yo salga peor. La gente suele ensañarse conmigo, Alicia.
Me gustaría tanto contarle cosas de mí. Usted seguramente me las sabrá comprender y viceversa; si hay una virtud que tengo es la de saber escuchar. Y sus historias deben ser hermosas como usted, Alicia. Hablamos tanto en mis sueños. Yo encuentro siempre la palabra justa que la reconforta y usted me lo agradece tiernamente.
Así que hace unos días me permití seguirle el recorrido. Usted toma siempre por Corrientes hacia el bajo y en Acevedo toma el subte. A veces mira algunas vidrieras, sobre todo las de ropa, pero nunca se queda demasiado. Lo que no pude saber es si tiene a alguien, Alicia. No me animé a preguntarlo y los comentarios que escuché sobre usted se referían exclusivamente a su aspecto físico. Esto del aspecto físico es una forma suave de decirlo, Alicia, un eufemismo. Los muchachos a veces son bastantes vulgares. Yo creo que por eso me cuesta relacionarme. Ojo: no es que yo me crea superior ni nada de eso. Pero no me gustan las groserías y hoy en día eso es casi un defecto. Y las chicas son peores, Alicia. ¿Escuchó las cosas que dicen? No es que yo tenga demasiados años, tengo cuarenta y siete y sé que las cosas han cambiado; en mi juventud hubieran sido inadmisibles muchas de las expresiones que hoy usan hasta los escolares.
No quiero irme por las ramas. La cuestión era que yo iba a esperarla a la salida y la iba a invitar a tomar un café. No tendría nada de malo, al fin y al cabo somos colegas aunque trabajemos en distintas áreas. Y yo también (aquí le mentiría, pero sólo un poco) iba a tomar por Corrientes. Lo fundamental era no espantarla, Alicia. No quería asustarla, por supuesto, sino que sonara como casual. En realidad, quería que pareciera la cosa más normal del mundo. A lo mejor usted se daría cuenta de que yo estaba estrenando traje, Alicia. Pero para eso tendría que haberse fijado antes en mí y con cierto cuidado y no creo que sea así. A lo mejor me equivoco, me gustaría equivocarme, pero no creo que usted sepa muy bien cómo me visto. Si usted hubiera aceptado, Alicia, yo la hubiera llevado a un bar que encontré en el camino que usted suele tomar. Es un lugar que me parece apropiado para tener una charla que vendría a ser como la primera. Ahora no tiene mucho sentido que le cuente las cosas que había pensado decirle, pero tenía como cinco o seis comienzos de diálogo y después, bueno, una cosa lleva a la otra, cómo quien dice.
Pero ya lo ve, la lluvia complicó todo. Usted no me escuchó o entendió mal y se apuró a llegar al primer refugio. Se detuvo apenas unos instantes y cuando se decidió a salir la perdí entre la gente y los autos. Me pareció que la veía todavía un segundo, antes de que se la llevara definitivamente la lluvia. Me pareció que usted se había dado vuelta para mirarme y tenía una expresión que ya he visto antes, Alicia.
Por eso me quedé un rato en la puerta, mojándome, tratando de adivinar si usted se había ofendido. Me quedé como otras veces, pensando en las cosas que hubiera debido decirle para que usted no se vaya así, Alicia, Para que no me mirara de esa manera. Me quedé sola y triste y descartada, con mi traje nuevo y mis frases que seguramente usted ya no va a poder escuchar, Alicia, porque la próxima vez tendrá compromiso o le dolerá el estómago.

sábado, noviembre 18, 2006

La noche de Tu Sam (cuento)

Después vino lo peor. Ojalá no lo hubiera hecho subir al escenario porque de esa forma, si el otro no hubiera subido, el asunto no hubiera pasado de una situación algo tensa pero manejable, un desubicado solo entre una cantidad, digamos digna, de público interesado. Si el otro no hubiera subido, nosotros mismos, alguno de entre el público que formábamos, le hubiera pegado un grito al maleducado y es seguro que después otros se hubieran plegado, porque la gente en general es así, uno tiene que hacer punta y, si tiene un poco de razón, el resto se anima y lo apoya. Pero fue todo muy rápido, Tu Sam reaccionó en seguida y lo encaró al que le gritaba y después se fue todo al demonio.
Yo, pensándolo ahora, creo que fue lógico lo de Tu Sam, si el otro lo estaba cuestionando y acusando de mentiroso delante de todos. No era precisamente una noche brillante del mentalista, estaba como nervioso y eso, para los que lo seguimos hace rato, era evidente y extraño. Un tipo que tiene un dominio sobre su cuerpo como el que tiene él, un poder de concentración y de sugestión tan grandes, era rarísimo que anduviera como a destiempo, acelerado. Pero tampoco había tenido errores importantes hasta ese momento; el otro era un idiota de los que nunca faltan, de esos que van a ver a un mago para tratar de descubrirle los trucos. Puede fallar, eso lo dice siempre Tu Sam. Lo que hizo que el otro empezara a los gritos se produjo durante el acto de levitación o de equilibrio suspendido. Pero no pasó nada que lo justificara, yo había visto algo parecido otras veces. Creo que se debe a una distracción momentánea de Sam o a que el sujeto escogido no está bien relajado; cabe preguntarse para que se ofrecen a colaborar si no se sienten seguros. La cuestión es que el show venía con detalles anteriores, algunos se habían reído cuando la paloma que hipnotizó o “fascinó” como dice Tu Sam (o decía, no sé, yo no sé lo que va a pasar ahora) salió volando en cuanto le sacó la mano de encima y el clima era de expectativa, porque si no levantaba con algo el espectáculo se le podía complicar. Es que lo de él es difícil, no es un actor que sigue un libreto con otros actores y si tiene una mala noche se deja llevar por los otros y listo. Él depende (o dependía) de una serie de factores bastante imponderables y yo siempre lo había visto salir airoso y hasta grandioso. Tiene esa presencia, esa mirada, en fin, esas cosas que faltaron aquella noche. Cuando se le voló la paloma me parece que también el personaje debió decir algo, porque los que estaban cerca chistaron como para callar a alguien.
El acto siguiente fue el del equilibrio, donde Tu Sam hace dormir a una persona sobre dos sillas; en realidad sólo apoya la nuca y los talones en la parte superior del respaldo de las sillas, y el resto del cuerpo queda en el aire y perfectamente horizontal. A veces Tu Sam o la chica que hace de asistente se suben encima de la persona, yo lo he visto, y a veces le sacan una de las sillas y el cuerpo sigue rígidamente extendido. Por lo menos la mayoría de las veces, porque esa noche salió un poco desprolijo y el otro empezó a los gritos y ni llegaron a esa parte, apenas la pusieron en las sillas.
La que subió para la prueba era una señora delgada y alta, y estaba tan contenta de estar ahí que la sonrisa no se le fue ni siquiera cuando Tu Sam terminó de adormecerla. Para mí eso era un signo de que no estaba bien relajada, pero Sam siguió adelante; me parece que él percibía que el show venía flojo y debió preferir soslayar el inconveniente y seguir adelante.
Les costó, a él y a la asistente, acomodarla en las sillas, a pesar de que era una señora flaquita. Pero medio se les iba de costado y casi se cae, y la tuvieron que atajar un par de veces. Y ahí fue cuando llegó, nítido, el grito de ese tipo. Andate, mamarracho, le gritó. Ladrón, sos un ladrón. Tu Sam miró un segundo hacia el público, pero se le notó que hacía un esfuerzo para volver a la señora que tenía casi en el aire. Otra vez alguien chistó para callar al guarango, pero era evidente que el tipo se sentía con derecho a protestar porque le siguió diciendo cosas, le dijo farsante y que devolviera la plata, mientras Tu Sam hacía descender rápidamente de las sillas y del escenario a la señora flaquita y algunos (pocos) aplaudían. Luego vino un nervioso y brevísimo discurso de Tu Sam dedicado al tipo, una especie de reseña de su trayectoria y se notaba que estaba enojadísimo cuando decía que no iba a permitir, que él podía demostrarnos, que de ninguna manera, y finalmente invitó al otro a subir y a sacarse las dudas que tuviera.
Los aplausos que arrancó el discurso deben haberlo convencido al tipo, o realmente quería comprobar algo o estaba decidido a hacer fracasar el espectáculo, porque enseguida un reflector lo siguió mientras se dirigía al escenario. Era bastante gordo, bajo y de anteojos y subió con aire sobrador, pero se dieron la mano y tu Sam le preguntó si alguna vez lo habían hipnotizado. El gordo dijo que no y entonces Tu Sam le puso la mano derecha abierta tapándole la cara.
Me llamó la atención que no le preguntara nada más, si se animaba a probar o algo. Es decir, me hubiera parecido más simpático que creara un poco de suspenso y que el público se fuera imaginando lo que iba a hacerle y se pusiera enseguida de su parte, al fin y al cabo habíamos pagado por verlo brillar a él. No sé: que lo atacara tan abruptamente al gordo me sonó a eso, a un ataque sorpresivo y creo que desde ese momento algo no me gustó. Cuando le sacó la mano de la cara, el gordo todavía sonreía pero ya había cerrado los ojos y entonces Tu Sam le dijo algunas de las frases típicas, que iba a sentir los párpados pesados, que se relajara y escuchara sólo su voz, y volvió a ponerle la mano, pero esta vez sólo en la frente.

Yo creo que el público se dividió en dos: los que de alguna forma querían que Tu Sam se vengara del tipo y lo pusiera en ridículo y los que temimos justamente eso. Yo tenía como un nudo en el estómago porque he visto gente hipnotizada por Sam en estado de total indefensión, gente que cacarea como una gallina o le hace creer que anda en moto o que vienen los indios, y es bastante patético.
El hombrecito entró en trance con una rapidez asombrosa, más teniendo en cuenta que seguramente se estaba resistiendo. Incluso por un momento pensé que estaba todo arreglado, que Tu Sam se había mostrado errático durante el show para impresionarnos con éste último acto. Le hizo decir al tipo el nombre y la edad, y después lo hizo retroceder hasta los seis años con facilidad y elegancia: era de nuevo el Tu Sam magistral y dueño de la situación. Y no se abusó del gordo ni lo humilló, lo contuvo sobriamente cuando el otro quiso sollozar porque creía estar en un cumpleaños y que otro nene le había robado un juguete o algo así. Después lo hizo volver al presente, hasta esa misma noche, lo sentó en una silla y le hizo creer que estaba manejando un auto por una avenida transitada. Le hizo hacer el recorrido desde su casa hasta el teatro, y lo hizo imaginar que volvía ver el acto de la paloma. El gordo comenzó a reírse en un momento, groseramente, y le daba codazos imaginarios al que estaba sentado al lado. El mentalista le preguntó qué sucedía, y respondió que la paloma se había volado. Eso arrancó risas de toda la platea, pero Tu Sam se veía muy serio y reconcentrado. “Grite”, le dijo al gordo. “Infeliz”, dijo el tipo y tuvo un acceso de tos por la risa, creo. Después le dijo que se pusiera de pie para, supuestamente, ver mejor. Y lo hizo sentar y parar media docena de veces, y mientras la gente aplaudía a rabiar, yo vi que le hablaba rápidamente al oído y le tocaba velozmente la garganta, y lo hizo sentar otra vez.
Lo fue despertando de a poco y lo miraba fijamente y a pesar de la sonrisa de Tu Sam a mí no me gustó cómo lo miraba. Casi le escupía las palabras, y eran palabras amables y el hombrecito parpadeó un par de veces y lo felicitó a Tu Sam, tuvo que felicitarlo y el teatro aplaudía como nunca. Tu Sam comenzó a despedirse mientras el gordo volvía a su butaca y había gritos y bravos entre los aplausos y en algún momento nos dimos cuenta de que pedían ayuda cerca del hombre gordo y se encendieron las luces y vimos que se tomaba la garganta y no podía hablar y muchos salieron sin enterarse y algunos seguían gritando que se moría cuando nos desalojaron y se oyó la sirena de la ambulancia y un tipo de gris se llevó a Tu Sam casi a la rastra del escenario y él lo miraba al gordo muy serio y después pasó lo que todos sabemos.

miércoles, noviembre 15, 2006

Casi como Greenpeace


Hoy a la mañana encontré una cucaracha en el piso del baño, a la que creí muerta dada la típica posición decúbito dorsal en que se hallaba. Pero vi que movía las patitas así que decidí darle un rato antes de retirarla, cuestión de que la bestia tuviera tiempo de poner en orden sus asuntos del alma y pudiera fenecer en paz. Hasta le dejé la luz prendida, y me fui a tomar mate y a leer el diario.
Una media hora más tarde y siguiendo con mis ritos matinales, me dispuse a hacer uso del inodoro y para mi mortificación descubrí que decenas de hormigas rojas molestaban a mi cucaracha, que seguía con vida: le caminaban por las antenas y ella las movía con desesperación como para desembarazarse de las atacantes. No me molestaba la presencia de insectos en casa (ha venido hasta jmslayer), pero que semejante drama se desarrollara a mis pies era demasiado, y me quitaba concentración. Así que le metí un pisotón a la cucaracha, pero no demasiado fuerte porque no quería llevarla luego en mis pantuflas. Y nuevamente comprobé que su obstinación por perdurar era fuerte, porque siguió moviendo una pata, aunque un tanto espasmódicamente.
Me resigné a ser sólo un testigo de la obra depredadora de las hormigas; me senté y prendí un cigarrillo. Me decía para consolarme que la Naturaleza era así y que no debía intervenir. Pero Kafka ha calado hondo en mi espíritu y la idea de que un Gregorio Samsa criollo estuviera siendo devorado vivo ante mis ojos me atormentaba. "¿Y usted que hacía mientras tanto?", "Yo, Señor Juez, estaba cagando".
No, no podía ser.
De manera que me dediqué a lanzarles la ceniza de mi cigarro a las hormigas, como un B-52 justiciero, y logré mantenerlas alejadas durante un tiempo.
Pero se me hacía tarde para el laburo y la cucaracha no se moría, así que le apliqué dos pisotones más y ahí sí, ahí hubo ruido a caparazón quebrado, tripas en el aire y todos contentos.
Y salí con la frente un poco más alta que de costumbre.

viernes, noviembre 10, 2006

Cuento a medida (*)

"Joven carismático pisó caca y ahora lo miran feo"

Agustín imaginaba sin dificultad el titular de Crónica; sólo que el jueguito que siempre le resultaba divertido ahora le hacía doler la cabeza. Estaba llegando tarde a la reunión y para colmo había pisado caca de perro. En realidad se había embadurnado los zapatos y parte de la botamanga en una torta impresionante; le había costado sacar el pie del montón inconmensurable de porquería, había tironeado con fuerza para escapar de la succión de la montaña de bosta; y no quería seguir regodeándose en la miseria, porque en realidad parte de la mierda había sobrepasado el cuello del zapato y se había metido adentro. O sea que los esfuerzos para limpiarse no habían servido para eliminar el olor que ahora venía de las medias. Las medias que sentía húmedas y que hacían que su pie derecho se deslizara un poco con cada paso.
Joven ejecutivo es despedido porque piensan que se cagó en una reunión. ¡Ampliaremos!, pensó Agustín.
Una cuadra antes de llegar al edificio, vio la zapatería. Entró pidiendo disculpas:
- Perdoname – le dijo a la empleada - , tuve un accidente…
- Uy, sí, quedate quieto ahí, no me manches la alfombra.
- Disculpame, me lo voy a sacar y lo tiro.
- ¿No querés limpiarlo?
- Um, no sé, no tengo tiempo. Traeme alguno parecido, cuarenta y dos. ¿Tenés medias?
- No, sólo las de prueba, pero si te sirven…
- Sí, gracias, cualquier cosa.
- Ya vengo.
- Gracias, muchas gracias.
- Dicen que trae suerte…

Consultó el reloj y vio que ya habían pasado quince minutos de la hora estipulada para presentar el sistema. Sentía la cabeza del doble del tamaño habitual y le latían las sienes. Lo único que esperaba era que su jefe también se hubiera retrasado. Le daba lástima tener que sacrificar los zapatos, eran buenos y caros, pero no le veía otra solución. Aunque si los metía en la caja de los nuevos, y en la bolsa…
- Tengo éstos que son casi iguales, pero marrones, en negro no me quedan.
- Um… pero no me combinan para nada, dame alguno en negro, cualquiera, rapidísimo…
- Sí, te traje éstos.
- Ah, perfecto, perfecto…
- Negritos, te hacen juego con los ojos – dijo la chica.
Agustín la miró y vio que ella le sonreía divertida. Era linda, muy linda. Tal vez cuando terminara la reunión…
- Me llevo éstos.
- Buenísimo.
- Y las medias.
Se iba sintiendo un poco mejor; llegaría tarde a la reunión, un poco, pero ahora su ánimo estaba bien. Los zapatos nuevos y la sonrisa de la rubia le habían devuelto la confianza.
Caminó muy rápido la cuadra que le faltaba y entró en el edificio, consultó en la cartelera el piso de “Anto-Iceberg S.A.” y subió. Antes de entrar al salón de reuniones se dio cuenta de que había dejado los zapatos sucios en el negocio de la rubia.

Lo primero que notó al entrar fue que su jefe no estaba. Pidió disculpas por la demora y nombró a su jefe para que todos supusieran que había estado esperándolo:
- En cuanto al señor Klein, no sé si…
- Sí, ya nos avisó que se encontraba retrasado.
- Ah, bien. – “Me hubiera avisado a mí…”, pensó Agustín. Pero no importaba, se sentía completamente relajado - No sé si quieren esperarlo.
- No, comencemos, por favor.
“Trae suerte”, pensó Agustín. Acomodó sus cosas y comenzó a hablar del proyecto, sin mostrar todavía los programas que había traído. Divagaba un poco: exageraba inconvenientes que en realidad estaban resueltos de antemano por el lenguaje de programación. Pero era lo que hacían con todos los clientes, y a Klein le encantaba. Siempre le decía a Agustín que exagerara con las cosas que ya estaban resueltas, para que tuviera menos efecto negativo cuando hablaran de las que aún no tenían solución. El tema de la conectividad de las sucursales remotas, por ejemplo…
- Disculpe, Agustín… ¿Hay olor feo acá?
- ¿Qué? – dijo Agustín y sintió una puntada en la cabeza.
- Sí, hay – dijo otro de los socios. Y olfateó en dirección a Agustín.
En ese momento entró Klein, saludó a todos y luego le pidieron a Agustín que continuara. Pero había perdido el hilo, transpiraba, y le parecía percibir un tufo insoportable a caca de perro. El gordo que lo había olfateado alejó ostensiblemente la silla de la mesa de reuniones y lo miraba con asco. Agustín tartamudeaba y el jefe tuvo que hacerse cargo del resto de la charla. Agustín apenas si pudo mostrar parte de los programas, porque se acercaron todos a la notebook, rodeándolo, y el olor era muy evidente. Klein parecía no sentirlo y algunos seguramente intentaban no darle importancia, pero el gordo puteó como para que todos oyeran y volvió a sentarse. Agustín dijo que se sentía mal y al levantarse envolvió a todos en una nube apestosa. Se quedaron en silencio, mirándose, y entonces hasta Klein debió percibirlo, porque le dijo que se fuera tranquilo, que él concluiría la presentación.
Agustín salió del edificio con náuseas y caminó aturdido unos metros. Después se acordó de los zapatos y tuvo que desandar una cuadra. La rubia lo miró compasivamente cuando entró, y le entregó la bolsa con la caja de los zapatos sucios.
- ¿Las medias…? - dijo Agustín.
- Las medias te las llevaste – dijo la rubia – Me llamó la atención, pero… Te las pusiste en el bolsillo del saco, ¿no estaban sucias?
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(*) A pedido de ANTO y dedicado a mi amigo Agustín, que increíblemente se vio a cargo del "Problema del año 2.000" y fue amenazado vilmente por la gente de Sistemas. Y se cagó, claro.