Antes de que asome el sol del 27 de febrero de 1812, el General Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano abandona su tienda de campaña y se dirige hacia las orillas del río Paraná, donde las dos baterías de artillería recién creadas, Libertad e Independencia, lo esperan en solemne formación.
Ha dormido muy mal: la inminencia de ponerse en contra al Triunvirato por la creación de una bandera lo mantiene nervioso y preocupado desde hace días. Sumado a un principio de conjuntivitis que afecta a gran parte de la tropa, Belgrano ve poco y nada. Camina apoyado en el antebrazo del capitán Francisco Villanueva, quien le murmura que se ha lavado la bandera conforme a sus órdenes de la víspera.
Sale el sol, hiriendo aún más los ojos del General.
Belgrano da la orden para que se ize por primera vez la enseña patria, pero mantiene la mirada en el suelo, a salvo de los rayos del sol de febrero.
Sobre el final del estruendo de la salva de honor, Belgrano alza la vista para ver ondear por fin la bandera, y le parece que no son los colores que ha elegido. Pero seguramente lo engañan los ojos.
- Ahora marcharemos siempre con los colores del cielo al frente – dice Francisco Villanueva después del juramento de los soldados, y al General Belgrano se le detiene el corazón.
- Pancho - dice Belgrano -, ¿el azul quedó bien?
- Es más bien celeste, mi General.
Hay terror en la voz de Belgrano cuando pregunta:
- ¿De qué color es la franja del medio?
Nota del diario "La Nación"
Los orígenes de la enseña patria son, aún hoy, una fuente de misterios y controversias
No se conocen con exactitud las características de la original, izada en 1812.
Tampoco, pese a las hipótesis, el significado de los colores.
Ver nota completa
De regreso en su tienda, un Belgrano pálido y desencajado despacha a sus colaboradores y a solas relee la nota que enviara doña María Catalina Echevarría, quien confeccionó la divisa patria según órdenes expresas (y secretas) de Belgrano. Antes no ha tenido tiempo de leer más que las primera líneas (ni se lo ha permitido la conjuntivitis), que dicen así:
"Estimadísimo General:
He concluído a tiempo la Bandera que me encomendó, a pesar de la premura de su pedido, y aquí se la envío con un patriótico abrazo. Eso sí: debe lavarla, porque yo no he tenido tiempo y la tela azul oscuro se ensucia muy fácilmente.".
"Azul oscuro", piensa Belgrano.
El color de la tela capturada a los ingleses durante las invasiones. La misma tela que se usó para confeccionar los primeros uniformes de los nuevos regimientos coloniales en 1807. Azul noche, casi. Tal cual lo recuerda Belgrano, tal cual lo confirma doña Catalina, y tan distinto del celeste que cree haber vislumbrado, y que le confirmó el capitán Villanueva.
"Aquí se ha producido una traición", reflexiona Belgrano. La Insignia Patria, recién nacida y ya mancillada…
Con profundo dolor en el alma, continúa leyendo.
"Permítame felicitarlo, Manuel José Joaquín, por el hermoso diseño que ha creado y del que tuvo a bien confiarme los significados. El azul (azur o blao en el arte heráldico, según recuerdo que me contó Usted) simbolizando los ideales de justicia, verdad y fraternidad. El azul de sus amados incas, también. El color predilecto en los ornamentos de los Incas del Perú que usted tanto respeta. De modo que las dos alas exteriores debían ser azules".
"Como si yo no supiera lo que significa", murmura Belgrano. Y sin embargo, tiene que reconocer que la razón fundamental es que la única tela disponible en cantidad es la azul capturada a los ingleses años antes.
"Y en el medio del azul, como símbolo del victorioso y cálido Nacimiento de la Patria,…"
Manuel Belgrano se retuerce de ira. Llama a los gritos a Villanueva aunque no sabe muy bien qué va a decirle. La bandera ha sido izada, ha sido jurada por todos los soldados de los Libertad e Independencia más todos los que anduvieron cerca y pudieron llegar. Es imposible dar marcha atrás.
- ¿Me llamó, mi General? – dice el capitán Villanueva entrando.
- Pancho…hay algo que no está bien.
- Usted dirá, mi General…
- Verá, capitán…los colores de la bandera…
- Estaba bien limpia, ¿verdad?
- Sí – dice Belgrano pensativamente -. A propósito, ¿quién la lavó?
- Yo mismo, mi General. Con más ahínco y más lejía que nun…
- ¿Lejía…?
- Es lo que uso para lavar mi propia ropa de combate, mi General. Y le aseguro que hasta la mugre más indómita y resistente…
- Sí, conozco el poder de la lejía, capitán. Pero dígame… - casi implora Belgrano - ¿No notó que antes de lavarla los colores eran un poco distintos, más intensos?
- La verdad, General, con la conjuntivitis…
- ¿Usted también?
- Y sí.
Consternado, Belgrano baja la vista. La nota de doña María Catalina Echevarría se le clava en los ojos y le duele mil veces más que la conjuntivitis.
"Y en el medio del azul, como símbolo del victorioso y cálido Nacimiento de la Patria, como el mismísimo Sol Naciente, ese amarillo dorado que usted sabiamente ha elegido, conformando desde aquí hasta la Eternidad el glorioso Auriazul de la Patria.".
Belgrano acerca decididamente la nota a la llama de una vela, y todavía alcanza a leer:
"Postdata: es una tela delicada, ni se le ocurra lavarla con lejía.
..........................................................................M.C. Echevarría"
"Postdata: es una tela delicada, ni se le ocurra lavarla con lejía.
..........................................................................M.C. Echevarría"

Mentira Histórica relacionada:
El caballo de San Martín