Los motivos de este desconocimiento quedarán claramente expuestos a continuación.
El curioso artefacto le fue encargado a Leonardo por el Papa León X, miembro de la poderosa familia de los Médicis. Leonardo había entrado al servicio del Papa en 1513, pero en aquellos momentos Rafael y Miguel Angel obtenían los mejores encargos del Vaticano.
Leonardo no recibió más que encargos modestos y parece que no participó ni en la construcción de las numerosas fortalezas romanas ni en el embellecimiento de la capital.
«Los Médici me han creado, los Médici me han destruido», escribió Leonardo, sin duda para subrayar las decepciones de su estancia en Roma. Pensó que nunca se le dejaría mostrar su capacidad con la realización de un encargo importante.
No es de extrañar que, a pesar de lo estrafalario del pedido, Leonardo haya dedicado toda su capacidad inventiva y su sapiencia artesana a la confección del "Insonoro".
En efecto, cuando el Papa León X le explicó que "no era consecuente con la dignidad del Sumo Pontífice ejecutar esos ruidos vulgares, más propios de la canalla que del Representante de Dios sobre la Tierra", y que no sólo debían evitarse "hacia afuera", sino que tampoco el Papa debía oírlos "porque le distraen de sus siempre altísimos pensamientos", Leonardo supo que tenía un desafío y una oportunidad únicas.
Lamentablemente para Leonardo, el proyecto fue un rotundo fracaso.
En la mañana del 15 de Agosto de 1514, el Papa León X preside una Junta con los artíffices Rafael, Leonardo y Miguel Angel. Se discute el secado de la Laguna Pontina, perteneciente al importantísimo duque Juliano II de Médicis, también presente en la reunión. Numerosos cardenales y obispos ofician de secretarios y acarrean los planos y actas que los Maeses discuten acaloradamente. Su Santidad asiste a la junta con mal disimulada indiferencia. Poco le importa la Laguna, aunque el proyecto es de suma importancia. Trascendental.
Impostergable.
Pero la noche anterior el Papa ha cenado con Leonardo y sabe que el "Insonoro", su proyecto personal, está casi finalizado. "Sólo faltan algunos detalles", había dicho Leonardo.
La buena noticia acrecentó el por lo general frugal apetito del Pontífice, que dio cuenta de tres raciones de bacalao a la piamontesa, abundantes alubias y habas y una generosa provisión de su postre favorito: Cappezzoli di Venere (Pezones de Venus), una mezcla explosiva de castañas con cognac.
De pronto, algo nubla el apacible semblante de Su Santidad: un conocido temblor, seguido de una dolorosa contracción de sus intestinos le transforma la sonrisa en un rictus. León X comprende sin sombra de duda que necesita mover el vientre con urgencia, y que lo que se avecina tendrá dimensiones apocalípticas.
Se le escapa un gemido, y tal vez algo más.
Alza una ceja interrogante el duque Julianno, se acerca solícito el Cardenal Bertoglio, detiene su exposición Michelángelo Buonarroti. Todos miran expectantes al Santo Padre.
León X sabe que no puede detener la reunión, y una súbita inspiración lo tranquiliza: ordena a Leonardo que le acerque el "Insonoro".
No abandonará el recinto, continuará la reunión mientras la nueva maravilla de Da Vinci entra en funciones.
Duda Leonardo, pero sabe que no puede negarse: los miradas de Rafael y de Miguel Angel, socarronas, lo trastornan. Y sin embargo, el artefacto no fue probado nunca...
Alza al Papa un dedo acuciante:
- Maese, súbito, per pietá.
Corre Leonardo hasta su taller, casi está volviendo antes de haberse ido, vuela el genio por los sagrados pasillos...
Y estrella el "Insonoro" en una curva demasiado cerrada: no parece haber daño, pero nada es seguro.
Irrumpe Leonardo en el salón y León X casi se tira sobre el insonoro... Apenas dos metros y una delicada cortina lo separan de la mesa del debate. Imperturbables, los cardenales, los obispos, el Duque y todos los presentes simulan seguir con la reunión, procuran darle algo de intimidad al Papa.
- Io dico che la profunditá della Lagunesa... - comienza Miguel Angel, cuando sobreviene el desastre.
***
Tal vez fueron los detalles que faltaron.
Tal vez fue el golpe en la curva cerrada.
Tal vez el aparato estaba perfecto, pero el bacalao y las castañas pudieron más. Muchísimo más.
Leonardo fue desafectado para siempre de la corte de León X.
Y a éste, vulgarmente, se lo empezó a llamar "il Caca".
Se desconoce el destino del "Insonoro", lamentablemente.
4 comentarios:
cómo se te ocurren estas cosas??? genial, pero genial eh!
Es que yo hace rato quiero inventar uno así, y supongo que a Leonardo se le debe haber ocurrido... Besos y gracias, como siempre, una vez más, Beilin.
De lo mejor que leí hace rato, y como fanático enfermo admirador y lector de varias biografías de Leonardo, no lo tenía a "el" "insonoro"...
Buenísimo...
Muchas gracias, Diego
¿Leíste la de López Rosetti? Si no, ahorrate esos mangos y leé la parte interesante acá:
Puto del cerebro
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