viernes, marzo 09, 2007

Maradonia

Ahora a casi nadie le parece tan buena idea, pero ya no hay vuelta atrás. Ahora ya se ha invertido mucho tiempo y dinero en ésto, mucha consulta popular y erudita, muchos discursos por cadenas nacionales (mucha demagogia también), como para que se termine lo de los cambios de nombres.
Aparentemente el origen de esta movida puede encontrarse en cierta protesta de cierto grupo brasileño para que cierta propaganda gráfica en inglés dijera “Brasil” en lugar de “Brazil”, argumentando que el nombre de un país es como el alma misma de ese país, y que pretender adaptarlo es no entender el alma del otro, o no hacer el esfuerzo de entenderla, aceptarla y por qué no, amarla. Al principio los argumentos parecieron justos e inflamados de patriotismo, pero luego el mismo grupo de brasileños los encontró pueriles, y se les despertó entonces un salvaje encono hacia el nombre de su país, que no les permitía inventar mejores argumentos y por ende indemnizaciones más jugosas.

De modo que (dicen) el núcleo de aquel grupo cambió el objetivo de sus protestas y desató una campaña a toda orquesta, casi festiva, para cambiarle el nombre a Brasil. Sabido es que los brasileños son muy nacionalistas, pero no menos sabido es que les gusta llamar la atención…e irrefutable resulta el hecho de que les encanta la joda. Así que al son de la batucada y del samba, anunciaron al mundo con bombos y platillos (literalmente) que Brasil planeaba cambiar de nombre, y que se declaraban en autoconvocatoria nacional, permanente y sobre todo no laborable, hasta que eligieran un nuevo nombre con el que la mayoría estuviese de acuerdo.

No menos predispuestos para el jolgorio, pero sí más culposos y por ende más necesitados de justificación, los argentinos analizamos el fenómeno del vecino país organizando mesas redondas en la tele, panelistas especializados en las facultades y foros en Yahoo. La enorme mayoría se mostraba encantada con la idea de que Brasil deje de existir, por lo menos en los papeles.

Algo similar ocurrió en el resto del mundo. También lo que siguió como una lógica consecuencia de estos planteos: las gentes de todo el planeta querían elegir el nombre de los lugares donde vivían. La fiebre revisionista se expandió como reguero de pólvora (nota: esta expresión también debería revisarse algún día) y el resultado fue mas o menos el esperado: hubo países que lo resolvieron en tres días, ordenadamente y a conciencia, y hubo (hay) otros que todavía están en veremos.

Nosotros empezamos mas o menos al revés que los otros: el Poder Ejecutivo dictó un decreto de Necesidad y Urgencia por el que dejábamos de llamarnos Argentina para convertirnos en Argentinia, cosa de que no cambiara nada y de que toda la papelería ya impresa se arreglara fácilmente haciéndole una rayita con la Bic.
A raíz de ese mamarracho fue que hasta los sectores más conservadores pusieron el grito en el cielo e impulsaron movimientos para que sus certeras opiniones fueran escuchadas. Finalmente otro decreto anuló el anterior e informó que mudaríamos de nombre, aunque aún no se definía el método a emplear.

Es bastante entendible la maniobra fallida del gobierno: quisieron ser expeditivos, salir rápido del paso y dar la imagen de que algo había cambiado: en resumen, quisieron sacarse el problema de encima, como casi siempre.
Sólo que esta vez el asunto había tocado nuestras fibras más íntimas de sentido histórico, y todos sabíamos que lo que decidiéramos sería un legado directo para nuestra posteridad: nosotros seríamos para siempre la generación que le dio el nombre definitivo al país.
De la misma forma en que los pueblos antiguos otorgaban dos nombres a sus individuos, uno con el nacimiento y otro adquirido por mérito, así se nos antojaba nuestra actuación. La Nación tenía su nombre de nacimiento, lo que equivalía a los dientes de leche. Pero había transitado un largo camino, se metía de lleno en el tercer milenio y era necesario que le aparecieran las muelas de juicio (digamos, para continuar con la analogía odontológica). Un nuevo nombre debía distinguirla de las demás naciones del orbe, un nombre que inmediatamente la representara sin ambigüedades y que hiciera patente su eterna Gloria.

Los demás estados se hallaban febrilmente abocados a la misma tarea, de modo que nuestra misión sería mucho más difícil que si sólo a nosotros se nos hubiera ocurrido cambiar de nombre. Por ejemplo: la pequeña isla-nación de Tuvalu, la nación independiente con menor número de habitantes (once mil) fue la primera en anunciar que en adelante se llamaría United States of America.
Fue un golpe astuto: los ojos del mundo se posaron en Tuvalu. Y además, durante algún tiempo, inevitablemente, la costumbre haría que se siguiera llamando a los países por su nombre antiguo, y cada vez que alguien nombrara a los Estados Unidos y descubriera su error, recordaría a la diminuta ex Tuvalu, asociada para siempre y gratuitamente a la primera potencia mundial.

De modo que no se trataba solamente de elegir un nombre distintivo, sino de darle al país una espada afilada, capaz de abrirle paso en el complicado mundo de los mercados globalizados. Tuvalu con su ejemplo, agudizó aún más la sensación de que enfrentábamos un hecho trascendental.
Nos equivocamos, por supuesto: ahora cambian de nombre a cada rato.

Finalmente, acá se decidió que las propuestas de nombres se canalizaran a través de los partidos políticos y que estos las recibieran y contabilizaran, y que luego las presentaran a una elección general. El 10 de Octubre concurrimos, pues, a las urnas, sabiendo que estaríamos entre los primeros 20 países en ser renombrados, y fuimos felices por un rato.

Resultó electo con absoluta justicia el nombre de Maradonia, en homenaje al hombre más famoso del mundo, al verdadero Gran Capitán, a nuestro Hacedor de Milagros, Dador de Alegrías y que ya contaba con su propia religión. Y además sonaba a Macedonia y quedaba muy lindo.

Hubo países que prefirieron volver a denominaciones antiguas (Germania) y otros que pecaron de modernosos (New Kasajistán On Line). Hubo países que homenajearon a sus dirigentes de turno (Evolivia), a sus músicos (Beatleland), y hasta a sus animales típicos (Canguria). Algunos prefirieron destacar sus bellezas naturales (República Popular de los Alpes) y otros su habilidad para el retruque (República Más Popular Que Todas). Algunos pusieron el acento en su situación económica (Costa Pobre *) y otros fueron grandilocuentes como siempre (Verdadeira Terra Santa E Pentacampeao por Agora).

Verbigracia: los impulsores del cambio, los que propugnaban elegir el nombre más adecuado, se inclinaron por uno que forzosamente deberán cambiar algún día, por lo menos mientras exista el fútbol. La clara señal de esto es que los nombres no son tan importantes, o por lo menos que su importancia es relativa, y que deben aggiornarse si pierden vigencia. Todos los países del mundo aceitaron sus reglamentaciones para que los futuros cambios se hagan con facilidad.

El problema es que el asunto crea adicción.

Ahora los países cambian de nombre todos los meses, en muchos la gente emite su voto en la factura de la luz y es raro que un nombre gane más de una vez. Los habitantes de cada país, por supuesto, se adaptan con facilidad y felicidad, pues es lo que han elegido y durante todo el mes (entre factura y factura, digamos) se van haciendo a la idea. Pero las relaciones internacionales se han resentido, y también los fabricantes de mapas Kapeluz, que no dan abasto.

A nosotros nos gusta Maradonia y somos bastante reacios a los cambios, así que hace 7 meses que nos llamamos así. Pero, desordenados para archivar y de memoria frágil, estamos teniendo problemas con las relaciones exteriores. Le vendimos trigo a un país y ahora no sabemos cuál era, y de los que sospechamos se hacen los ofendidos. Nos llegan cartas-documentos de países llamados “Abbaland”, “Negros Altos”, etc., y nos declaró la guerra una tal “República de los Andes del Pacífico y si podemos del Atlántico También”.

Estamos confundidos, así que ante la duda nosotros sin demora le declaramos la guerra a Abbaland, a Canguria y también a Zorbacia, que siempre quisimos conocer.

Con los de Negros Altos por ahora no nos quisimos meter, por lo menos hasta que cambien de nombre.


* "Costa Pobre" es del Negro Olmedo, claro. Y todo el post no es más que una excusa para inventarles otros nombres a los países.

23 comentarios:

Ana dijo...

Que buena idea!
Argentilandia no hubiera estado mal tampoco; pero Maradonia da en la tecla. Mal que nos pese representa mucho de lo que somos.

Ahora siguiendo con el tema, y recordando a nuestro querido negro. Rebautizamos la provincia de Santa Fé y le ponemos Fontanarrosa? que le parece?

Saludos

Sergio Muzzio dijo...

Se me ocurre que con las provincias sería mucho más difícil. Sin ir mas lejos yo votaría por Olmedo, y recién van 2 votos...

Pero lo podríamos resolver poniéndole "Tierra del Negro" y zafamos.

Waiting for Godot dijo...

Maradonia?.Me has matado, hasta se me arrugó el corazón y es que yo amo al Maradona, que fuerte, me has matado.
Me pregunto como le pondríamos a Venezuela, se me ocurren muchas cosas buenas y malas, de las malas no hablo, no quiero que me tiren tomates en mi blog.
Besos.

Waiting for Godot dijo...

Insisto, escribes como nadie.

Sergio Muzzio dijo...

Waiting: Dale, tirame algunos nombres para Venezuela, a mí no se me ocurren.
Y no sé qué esperás para sumarte a la religión Maradoniana (ahí está el link): que no se te escape la tortuga, Waiting.
(muchísimas gracias, sos muy amable)

La luna dijo...

Para Venezuela, podría ser Vendezuela, se me ocurre.
No me gusta nada lo que pasa allí y no me importa que se note.

Sergio Muzzio dijo...

¿Por qué habría de importarle? Que se note, es la idea.
Esperemos que a Waiting también se le pase la timidez y otras cosas y se despache a gusto.
p.d.: ¡Bienvenida otra vez!

Anónimo dijo...

Excelente ensayo histórico, no indigno de la pluma de Honorio Bustos Domecq (Usté cada día escribe mejor, Muzzio).

Hace un tiempo con unos amigotes estamos vindicando el saparatismo Cordobés, por el cual pretendemos constituirnos en una nueva nación que, si el resto del país pasa a llamarse Maradonia, probablemente termine llamandose Argentina lo que va a crear severos problemas entre ustedes, los extranjeros que sin haberse movido de sus casas serían un país limítrofe de la Argentina.

laura dijo...

Muzzio: inagotables los temas, me matás, nunca sabés con lo que te vas a encontrar acá. Eso, sí, siempre bueno, un placer.
Beso
já!.... maradonia......

Apalabrada dijo...

Yo propongo Matelandia¿o sobre este país no puedo proponer?¿Tiene que ser con un personaje?Noto que no les puso uno al de las barras y estrellas.
Saludos

Sergio Muzzio dijo...

YAYA: Ha de ser el efecto de la palabra "verbigracia". Es imposible usarla sin que remita al padre de Domecq (muchísimas gracias)

Sergio Muzzio dijo...

YAYA SEPARATISTA: Les veo algunos inconvenientes en el armado de la selección, bajo la dirección técnica del Piojo López...

Sergio Muzzio dijo...

LAURA: ¿Qué decirle? Muchos besos, Laurita.

Sergio Muzzio dijo...

APALABRADA: 'Matelandia' es espectacular, aunque nos crearía de movida un problema limítrofe con el Uruguay. Han quedado muchos sin renombrar, por supuesto, y el texto pedía enfatizar a Verdadeira Terra Santa, pero andaría por alguno así, ¿no?
Besos!

Sergio Muzzio dijo...

Quiero decir: "el de las barras y estrellas, andaría por alguno así", ¿no?

Ana dijo...

Ok, tiene razón.
Es que ahí entran a jugar las diferencias generacionales.
No me hago la pendeja, pero yo era chica y la verdad como que me lo perdí a Olmedo. En cambio a Fontanarrosa lo viví más.
Pero no dudo del merecimiento de Olmedo, con lo cual tierra del negro no nos quedaría mal.
Besos

jmslayer dijo...

Costa Pobre, jejeje, excelente Olmedo, me encantaba cuando hacía algún discurso en cadena nacional y en el escudo se veía una rodaja de sandía... jajaja... terrible ese sketch.
Muchas gracias por lo de Maradonia, jejeje, yo había escuchado algo pero no tenía conocimiento concreto, muchas gracias.

Waiting for Godot dijo...

Yo no era parte directa de esa religión pero indirectamente sí porque si ha existido un Dios ese es Maradona.
Sobre los nombres te digo que si digo algo malo me tiran tomates en mi blog.
Un beso!

Sergio Muzzio dijo...

JMSLAYER: De nada. Supongo que te referís a lo de Maradona Presidente, pero eso se lo pasé a Guti y después se marchó al retiro espiritual en Cañada Rosquín y no supe más nada. Volverá algún día, supongo.

WAITING: Pues dígalo aquí y hacemos ensaladas y salsas, no hay problemas.
(a propósito, leí las comidas que nombras en tu blog y, aunque no las conozco, se me hizo agua la boca, ya comentaré)

Anónimo dijo...

Sergio,
Le faltó la República de Juan Valdez

Sergio Muzzio dijo...

Sí, esa también faltó. Quedará para la segunda parte (?)
Saludos, Fer!

Anónimo dijo...

Voy comentando con un poco de atraso..no te molesta ¿verdad? ya escribí en otro comentario que recién te descubrí y voy degustando de a poquito hacia los primeros post, tal vez no comente algunos pero espero leerlos todos; tienen razón los que te dicen que escribes muy bien, aún ortográficamente, me gusta ese aprecio por la palabra bien escrita y mejor concebida. Respecto al cambio de nombre:¡que bueno que tengamos el que tenemos! sí, Maradona "no es santo de mi devoción" (para usar una frase hecha). Te saludo amigo.

Sergio Muzzio dijo...

NO, Profe, al contrario: ya dije que los que se toman el laburo de comentar "para atrás" merecen mi más cálido agradecimiento e integran inmediatamente el club V.I.P. de la Timidez.
Adelante! (o "Atrás!")