Carta a un arponero japonés

Hermano arponero japonés:

Hasta hace poco yo pensaba que eras un mal tipo, que eso de andar ensartando ballenas era una porquería, y además había otro montón de cuestiones ecológicas y entonces, cuando me llegó un mail de Greenpeace dije que me interesaba sumarme, o que me informaran de lo que hacían, o no me acuerdo bien qué habré dicho como para sufrir el presente castigo, pero te juro que me arrepiento.

Hermano querido, te pido perdón por haberte juzgado tan mal y te ruego que, si está dentro de las posibilidades de tu puntería, me hagas un favor.

No lo soporto más a Juan Carlos Villalonga, el director de campañas de Greenpeace.
Te adjunto una foto del quía:

Este tipo, japonés querido, me tiene absolutamente los huevos al plato. No me molesta que me mande mails para darme órdenes como si yo estuviera atrasado con el laburo,

lo que me jode, Takayama, es que es un salvaje para los títulos.

No sé si a bordo de tu (ya simpático) ballenero tienen Internet, o si entre cachalote y cachalote te podés leer unos mails, pero por la dudas te cuento que, cuando vas a la bandeja de entrada, te aparece solamente el remitente y el asunto, y que si a Villalonga se le da por esos títulos de Alfred Hitchcock, yo leo que una institución ecológica me dice que me quedan menos de 100 días, para colmo con mi nombre.

Y ma cago, japonés. Me cago en las patas. Se me viene a la cabeza "Impacto profundo", "El día después de mañana", hasta "Godzilla" se me representa, ¿qué sé yo lo que puede haber pasado en la última media hora como para que a mí me queden menos de 100 días de vida?

Después me entero de que es Juan Carlos de nuevo, pero el susto ya me lo pegué.

Por eso te pido, hermano japonés, que si en algún momento divisás sobre la cubierta del Rainbow al narigón Villalonga, te acuerdes de esta carta. Te pido que por un rato no pienses en la carne del cetáceo, ni en los miles de litros de aceite que no recibirán en Okinawa. Te pido que por una vez faltes a tus altas obligaciones y no mates a ese animal, ponja querido.

Retirá el cañón de esa pobre ballena, hermano.

Y apuntáselo al narigón entre ceja y ceja.
Metele un buen arponazo en el marulo, así después yo le mando un mail que diga: "Villalonga: ahí te salvé una ballena, andá a la puta que te parió".

Desde ya muchas gracias,

Sergio