miércoles, mayo 20, 2009

Todo sobre mi madre

A temprana edad me di cuenta de que mi madre era una tipa jodona y jodida, una mina que gustaba de poner sobrenombres hirientes, o de hacer bromas telefónicas, en fin, de estar siempre bien predispuesta para la joda que rigurosamente tomara a otro de punto. Así, yo crecí convencido de que estaba bien decirle al almacenero "el chancho alemán", o que las vecinas de la esquina se apellidaban "las concha de lata". Me dolió mucho cuando entendí por qué le decía "Notre Dame" al kiosco del jorobadito.

- Andá a "Notre Dame" a comprar ballenitas – decía mi vieja por ejemplo, y yo iba pensando o suponiendo que el kiosco se llamaba así, o sin siquiera pensarlo, como esas cosas de la infancia que se aceptan sin ningún cuestionamiento, como después pasa solamente en los sueños. Un día vi la película o leí el libro (realmente fue hace mucho, como puede notarse en el producto que iba a comprar), y en algún momento lo relacioné y me hizo sentir mal, sobre todo porque era mi madre y uno espera mayor altura moral de parte de la vieja.

Una vez, cuando yo ya era grande, atendió un llamado telefónico equivocado y, como hacía siempre, le siguió la corriente. Yo no escuché del diálogo más que la parte de mi vieja, pero puedo reconstruirlo a partir de lo que me contó en cuanto cortó, muerta de risa.

- Hola, ¿Elisa?
- Sí – dijo mi vieja, que se llamaba Martha.
- ¿Elisa, la enfermera?
- Sí, la enfermera, ¿en qué le puedo servir?
- Elisa, cómo le va, habla Gustavo de la mercería.
- Ah, qué tal Gustavo - dijo mi madre, que no era enfermera ni tenía la menor idea del tal Gustavo.
- Mire, Elisa, quería saber si puede venir aplicarle unas inyecciones a la abuela.
- Claro que sí...¿de qué son las inyecciones?

Acá yo empecé a prestar atención, porque por la cara de mi vieja era evidente que se estaba mandando una cagada. El tal Gustavo debe haber dicho el nombre del remedio, y mi vieja vio el hueco justo y la colocó como Riquelme:
- Ah, Gustavo, pero para esa droga necesito que primero le pongan una enema.
- ¿Una en…? ¿Es necesario, Elisa?
- Sí, porque después le va a afectar el nervio cacal y es preferible que evacue completamente a priori, ¿me entiende, Gustavo? Póngale ya la enema, yo a las siete voy para allá.

Y cortó, muerta de risa, y tuvimos una agarrada bastante fuerte porque era una locura lo que había hecho, no sólo no iba a ir nadie a ponerle la inyección a la pobre vieja sino que le iban a meter una enema. ¡La podían matar, y mi vieja se divertía como loca!
Con los años se le fue pasando, y al final estaba más bien convertida y me criticaba a mí por cosas parecidas a las que a ella antes le encantaban. Yo sospecho que gran parte del cambio comenzó después de lo que voy a contar.

Evidentemente los años no vienen solos, y los reflejos de mi vieja estaban más que reblandecidos cuando la agarraron, de lo contrario no se explica cómo entró en una cosa así. Justamente ella, caer en una joda telefónica…
- Hola…
- Hola, ¿hablo con el (número de la casa de mi vieja)?
- Sí… - dijo mi vieja
- ¿Hablo con la señora Martha…(Apellido de mi vieja, como figuraba en la guía)?
- Sí, soy yo…
- Señora, mi nombre es Fulano de Tal, le hablo de Joyerías Richiardi. Tenemos una entrega importante para usted, de un cliente que nos pidió que mantengamos reserva con el nombre. De todas formas él dejó una tarjeta acá para ust…
- ¿Richiardi?
- Sí, señora. El problema es que el caballero evidentemente nos dio mal la dirección, y a él no lo podemos ubicar, y el móvil está dando vueltas hace una hora y no podemos esperar más, por seguridad…¿Usted podría darn…?
- ¡Sí, sí! ¡Anote! – dijo mi vieja entrando como una yegua.

Evidentemente el éxito de la joda pasaba por tocar inmediatamente la ambición de la víctima, que ante la posibilidad de ligar un brillante de arriba se obnubila y deja pasar detalles. Si pasaba eso, la joda se conseguía casi con seguridad, y entonces podían mandar fruta como hicieron a continuación:
- Señora Martha, usted comprenderá que se le va a solicitar documento…
- Sí, claro…
- Y un servicio a su nombre…
- ¿También eso?
- Es que lo pide la Afip….
- Ah, claro…
- ¿Tiene alguna seña particular, señora?
- N-no…un lunar en la ceja, pero…
- Espere que anoto. Es por seguridad.

Y así, quince minutos. Le hicieron confesar que le gustaba la grapa y que miraba a Tinelli, entre otras cosas. La entretuvieron con la promesa de entregarle una joya, la jugaron bien una vez que la vieron blandita. Le hicieron preparar el documento, una boleta de la luz y una del gas por las dudas, la hicieron peinar y esperar como una quinceañera el cumpleaños. Y le metieron además la intriga por el admirador.

Y la dejaron esperando como a Penélope en la estación, y yo creo que mi vieja hubiera preferido la enema a la desilusión que le agarró una hora después, cuando arrugó las boletas y pensó que tal vez lo tenía merecido.

12 comentarios:

El Curado De Espanto dijo...

El bromista inveterado de vez en vez se tiene que tomar un trago de su propia medicina.

Un relato excelente, Muzzio, como siempre.

El Dandy dijo...

La ambición es jodida... más cuando la promesa de la fortuna nos cae de arriba... Me recuerda una frase del señor Burns "todo lo que tengo... lo cambiaría por más!"

Vieja simpática.

Sergio Muzzio dijo...

El curado de Espanto: Eso es lo que yo pienso cuando hago jodas por teléfono: "seguro que esta gente algo habrá hecho", me digo.
Muchas gracias.

El Dandy: Simpática y jodida. Sobre el final tenía una manía paranoica de creer que cualquier llamado era para cagarla. Y entonces atendía y no te hablaba hasta confirmar que eras el que decías, por ejemplo. Pero tenía muchas cosas para mearse de risa, eso es verdad. Abrazo, Dandy.

Anónimo dijo...

Se nota que heredaste ese humor pícaro de ella. Me causó mucha gracia todo el relato. Menos mal que al final fue tan sólo un plantón para tu vieja y no un llamado para vos haciéndote creer (con toda la data que la muy inocente les pasó) que la tenían secuestrada. Suele pasar... Lindas anécdotas!

Sergio Muzzio dijo...

esdecirdecires: Es cierto, podría haber sido peor. Pero no aprendió la lección: después le metieron dólares falsos (aunque eso no fue ninguna joda) y una vez le fueron a pedir plata como si fueran de parte mía...y casi casi se las da. Era vivísima para algunas cosas (como yo) y muy salame para otras (como el otro hijo, el que vive en Brasil. Se ve que heredamos desparejo). Besos y gracias.

Daniela dijo...

Yo no hago jodas telefónicas desde que dejé la primaria, me estoy perdiendo de algo?

Sergio Muzzio dijo...

Según mi vieja, sí. Pero ella inventó el subgénero de que la joda es a partir de un llamado equivocado del otro. Eso parece que es más divertido, e inimputable.

El Profe dijo...

¡Mirá que no sólo hay que tener carácter para mantener una broma telefónica! También hay que tener cualidades histriónicas y un temple que no te cuento, porque mirá si hasta puedes provocar una muerte o —para no ser tremendistas— una pelea o una gran desilusión...
Me parece que los bromistas toman esa "armadura" precisamente por lo golpes que tuvieron que soportar, en todo caso hay una especie de justicia poética. ¡Que suerte para nuestro solaz, que hayas heredado la buena vena! Un abrazo Sergio.

DudaDesnuda dijo...

Para mí fue Gustavo el que le hizo la joda a tu vieja. Hay tipos que son muy rencorosos ¿viste?

Besos y diamantes

Sergio Muzzio dijo...

Profe: Siempre pensé que el tal Gustavo volvió a llamar a la enfermera, y que esa vez acertó con el número y aclaró todo...o que después hizo lo que dice Duda Desnuda, y declaramos un empate.

Honestidad Brutal dijo...

hahahaha carajo! Que divertido son las bromas cuando otro es la victima..!

Que buenos recuerdos.. desde mi punto de vista.. tuvo una madre muy divertida..!

Sergio Muzzio dijo...

Todo muy lindo mientras no aparezca Gustavo...